SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

sábado, 31 de mayo de 2014

¡Nuestras vidas no son satisfactorias!



¡Nuestras vidas no son satisfactorias!…La única razón de que no estés amando todo el tiempo es que estás sufriendo. Si no sufrieses, amarías, estarías en paz, esparciendo amor y paz a tu alrededor.
Nuestro sufrimiento tiene una causa. Esta es la gran percepción de Buda. Su genialidad se manifestó cuando clamó que el sufrimiento tiene una causa y que si la descubriésemos podríamos destruirlo…
¿Cuál es la causa del sufrimiento? La actividad mental, la construcción de pensamientos. Algunas veces la mente está en reposo, y todo está bien. Pero otras veces ella comienza a actuar, elaborando lo que Buda llama la construcción de los pensamientos. Comienza a hacer juicios, evaluaciones, a tener distintos y variados pensamientos.

Si no entendemos la acción de nuestras mentes, comenzaremos a sostenernos solamente en nuestra construcción mental y estaremos al arbitrio de la razón. No nos apoyamos en cosas, sino en construcciones mentales. Quedaremos presos en lo que fue inventado por la mente, no por las cosas en sí.
Andamos por la calle y oímos una linda música. Nos extasiamos. Entonces aparece la construcción mental: “Qué música linda, me gustaría oírla muchas veces; compraré un grabador, pues necesito esta grabación. Tendré que esforzarme para conseguir esas cosas.” Todo construido por la mente.

¿Cuáles son las construcciones de la mente que crean ansiedad, inquietud? “La música es mágica, adorable, me gusta”. No estás a merced de la música que oíste o del grabador, estás controlado por las evaluaciones que hace tu mente.
Si supusiésemos que nuestros sentidos son puramente perceptivos, tendríamos un problema, pues ellos son extremadamente selectivos. Nuestra conciencia también es selectiva; no vemos la realidad, no podemos verla, podemos ver lo que es proyectado, preseleccionado por la mente, No puedo verte; sólo veo la idea que existe de ti en mi mente. Es la razón de que se vean dos imágenes. Veo en ti cosas que otro no ve y viceversa. En otras palabras, para que yo pueda verte, tengo que acercarte a mi mente, a su lado selectivo, y percibir. ¿Cuánto subsiste de la realidad? Lo que subsiste en la mente es filtrado constantemente. ¿Cuáles son los filtros? Mis miedos, deseos, relaciones, creencias, hábitos y condicionamientos.
Ellos seleccionan aquello que es percibido por nuestros sentidos. No tengo sensaciones reales, reacciono a las imágenes consubstanciadas con mi mente. Puedo mirar a alguien, ver a un norteamericano, tener un buen sentimiento; cualquier otra persona, al mirarlo, puede tener un sentimiento adverso. ¿Se ve a un ser humano o una imagen?

Cuando deseas algo, reparas en muchas cosas que las otras personas no ven. Una madre puede estar durmiendo profundamente mientras los ruidos resuenan en su cabeza, pero al primer suspiro de su bebé ella despertará. ¿Por qué? Sus sentidos filtran los otros sonidos. Algo sucede dentro de nosotros. Existe, allí, un censor que actúa sobre lo que vivimos. Tal percepción depende del condicionamiento pasado.
Vivimos, entonces, con muchas cosas filtradas, seleccionadas, pasadas por los sentidos. ¿Qué existe, de hecho, en nuestras mentes? Unimos a las imágenes nuestras construcciones mentales y evaluaciones: esto es bueno, esto es malo, cierto, erróneo. En la realidad no hay bien ni mal. No existe bien ni mal en las personas, ni en la naturaleza. Existe solamente un juicio mental impuesto a esta o aquella realidad…

¿Qué es la conciencia? Es la capacidad de observar cuánto filtramos la realidad, no solamente la imagen que persiste.
El yo inventó la noción de ego mío. Si miro el mundo, en mi estupidez proyectaré lo mío sobre los campos, las máquinas las ciudades, sobre la realidad. Dame alguna realidad y estaré listo para proyectar sobre ella algo de mi ego. Este mío existe solamente en mi cabeza, porque si muriese esta noche, nada de aquel campo cambiaría: las cosas son lo que son. No son mías, tuyas o de él. Esto es una mera convención entre nosotros…
Todo es pasajero, insatisfactorio… Paradójicamente, ésta es la fórmula secreta para un deleite continuo. Dijo: Jesús: ”¿Quién es mi madre, mi hermano, mi hermana? No los tengo. Existe allí una mujer, pero mi madre es un concepto que hay en mi mente…”
Si no existe el ego, no hay mal…Todas las convenciones, rótulos, límites son inventados en nuestra mente…
El ego es una creación de la mente…
Nuestras mentes crean rótulos, los aplican a los individuos, diciendo que, a partir de aquel instante, este o aquel grupo son grupos separados. Entonces pedimos a las personas que ofrezcan sus vidas por la defensa de los rótulos que creamos. Damos a esta defensa un título glorioso, algo como: morir por la fe; en realidad ellas mueren por convenciones, por conceptos que no existen en la realidad. A esas personas se les prometen recompensas invisibles, como por ejemplo: si mueres por la fe, por el país, por Dios, tendrás un reino eterno, a pesar de no ser real.

¿Qué es, pues, meditación? Meditación significa observar todo lo que se encuentra en los filtros de tu conciencia, ver, reconocer, estar consciente de que todo es pasajero, insatisfactorio y libre del yo. Uno de los maestros budistas dice: “Puedes gastar toda tu vida contemplando la tendencia de tu mente a rotular el bien y el mal en todas las cosas”. Yo te aseguro que si pudieses observar el trabajo de tu mente, nunca conocerías un minuto de tedio…
… Atracción y repulsión, el apoderarse y el resistir.
…Cuando una persona no tiene antipatías ni apegos, su amor renace, crece. Conocerás entonces el amor. De otra manera, estará solamente ocupada con algunas imágenes en su mente. Ningún apego, ninguna aversión, sólo amor: percibe y aceptarás de corazón lo que sea…

Tú, que alcanzaste el vacío, dejas de ser una persona. Te mueves por la vida, dentro de la vida. Lleno de vida, y nada tiene el poder de destruirte, Es como si tú arrojases tinta en el aire; un segundo después no habría nada más en el aire. “Al entrar en un bosque ni una hoja era perturbada, al entrar en el agua ni una onda se producía siquiera; él no desarmonizaba el mundo”.
Ningún ruido te perturbará, ni tú mismo serás capaz de perturbarte. Las cosas son lo que son. El ruido existe en tu cabeza, no en la realidad. Tus evaluaciones hacen de este ruido una molestia.
La meditación no es apego, identificación o posesión. Estas acciones conducen sólo al sufrimiento. Meditación es observación. Conduce al cuestionamiento y al amor.

                                                           Anthony de Mello

sábado, 8 de marzo de 2014

Fin del conflicto


¿Te sería posible escuchar críticas, incluso insultos, y encontrar la profunda aceptación de cualquier respuesta interna que surja en el momento - establecido en el imperturbable entendimiento de que lo que realmente eres no necesita ser defendido? Y después, al estar radicalmente abierto, ¿sería posible que encontraras una pepita de verdad en lo que te están diciendo, incluso si resulta en una humillación momentánea, y en la destrucción de la imagen de quien creías ser?

Con esto no quiero decir que te conviertas en pasivo o débil. Todo lo contrario. Significa más bien que te dejes de identificar como 'la víctima' o 'el agredido', y que dejes de mirar al otro como 'el enemigo', y te mantengas abierto e inmenso, como la infinita capacidad para toda la vida, para todo pensamiento, sensación y sentimiento. Y aquí, en medio del conflicto, descubras el lugar en donde termina el mismo conflicto, y despiertes a un amor y a una comprensión más allá de la razón. 

Sí, cada relación es una constante invitación para dejar ir. Tu madre, tu padre, tus amigos, tus amantes, tus compañeros de trabajo, cualquier persona con quien te encuentres - aquí están tus gurús finales, tus más grandes maestros. Escúchalos

Jeff Foster

domingo, 23 de febrero de 2014

Unidad, trasfondo de la dualidad


"La unidad se percibe en un estado de observación de la dualidad. El observador interior está mas allá del pensamiento dual"

  Cuando tu meditas, cuando "observas" sin juicio los movimientos de la mente, los pensamientos, cuando observas las sensaciones corporales, cuando observas la naturaleza, etc, cuando esa observación es sin análisis, sin juicio, sin interpretación, sin aferrarte, solo observas, estas en una dimensión distinta de tu ser, que cuando estas analizando enredada en tus pensamientos, problemas, etc., esa parte tuya que observa sin juicios, le podemos llamar "el observador", o "el testigo interno", esa parte es una dimensión mas profunda, que escapa a la dualidad : lindo/feo, agradable/desagradable, bueno/malo, justo/injusto, etc. que no son mas que interpretaciones de nuestra mente dual.



  Esta reflexión te invita a darte cuenta quien esta detrás de esa dualidad? quien es el que observa? acaso no es una parte tuya donde hay unidad en la observación, ya que no juzga, esa parte no se inclina por "esta bien/está mal", "me gusta/no me gusta", etc., esa parte de ti solo atestigua, observa...allí reside la unidad.... solo observa y conecta con esa parte profunda, porque ahi no hay división, ahi no hay ni placer ni dolor...al principio, llegamos a percibir esa unidad en la meditación, luego puedes llevar esa observación a tu vida diaria, y veras como todo cambia, ya no reaccionas de manera mecánica y condicionada a los acontecimientos, sino que desde esa observación, puedes elegir la manera mas adecuada de responder a la situación. Juani


sábado, 22 de febrero de 2014

Templanza



Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos. 
                                                                    Victor Frank

  ¿Quién cree todavía que puede cambiar el mundo en los momentos en que éste parece empeñado en seguir otra ruta? En realidad, podemos influir más o menos en situaciones y personas con nuestro tesón e inteligencia, pero donde sí podemos operar con plena eficacia es modificando nuestra manera de ver e interpretar los aspectos que nos perturban e inquietan. Y lo más curioso es que, tras la inteligente aceptación de los hechos, no sólo equilibramos nuestra vida emocional, sino que, además, el mundo también cambia.

  Una vez que aceptamos y adaptamos nuestra lente interna al curso de “lo que hay”, ¿qué extraña ley modifica incluso las actitudes y conductas de personas ajenas? En realidad, y según las más avanzadas leyes de la Física, la película que vemos en el exterior no deja de ser, en buena medida, una proyección del programa que tenemos en nuestro interior. Los acontecimientos discurren en función de unas leyes naturales, pero la interpretación que hacemos de lo que sucede es una opción íntima y subjetiva, y por ello, susceptible de ser modificada. ¿Qué hizo sobrevivir al judío Victor Frank de la torturadora vida en el campamento nazi? La respuesta fue dada por él mismo al señalar su profundo sentido de la vida y la capacidad de optar por una óptima interpretación de los acontecimientos que a otros torturaban. No había salida, no podía cambiar las normas de aquel campamento nazi, tan sólo podía cambiar su mente y con ella el signo de lo que sucedía.

  A menudo, el hecho de aceptar y positivizar una situación eligiendo la interpretación más positiva, desencadena un insólita influencia sobre la faceta externa que considerábamos inamovible y ajena. Una vez que nos adaptamos a la situación, se mueven energías insólitamente favorables. Una vez hemos logrado relativizar las cosas que, anteriormente nos perturbaban, adquirimos un grado mayor de templanza. Sabemos que nuestra forma de mirar el mundo y de pensar a las personas, influye, tarde o temprano, en el diseño y guión de nuestras experiencias. Sabemos también que muchas de las emociones que experimentamos son consecuencia de un proceso que se desarrolla en la parte inconsciente de nuestra mente. Es por ello que merece la pena evitar culpar a los demás, y tener en cuenta que si no nos gusta lo que recibimos, convendrá prestar atención a lo que emitimos.

  Cuando somos conscientes de que nuestro conjunto de creencias son las que crean el mundo emocional que habitamos, uno se torna alerta con las opciones de pensamiento que aparecen ante su corriente de consciencia. Atención a las palabras que pronunciamos y a los patrones que subyacen tras nuestras actitudes. La persona que ha comprendido el enorme poder que su mente tiene en la configuración del mundo, ya no controla tanto las circunstancias externas sino que, más bien, dirige su mirada hacia las propias actitudes y pensamientos que sutilmente las posibilitan.


  Tenemos mucho más que ver de lo que parece en aquello que “nos sucede”. Cuanto más conscientes seamos de nuestros pensamientos y anhelos, el destino, cada vez, estará, en mayor medida, en nuestras manos. Se trata de cambiar el foco de visión elaborando opciones más positivas y formulando el mundo tal y como lo deseamos vivir. Sin duda, una competencia nacida de nuestra madurez co-creadora que aprendió que el secreto que mueve el mundo está en el corazón de la propia alma.
                                                                                                    Jose Ma. Doria

viernes, 14 de febrero de 2014

La analogía del péndulo


 
  Podemos comparar el proceso existencial con el movimiento de un péndulo. El movimiento del péndulo es el movimiento entre dos opuestos polares: felicidad/tristeza, salud/enfermedad, conseguir lo que quieres y no conseguirlo…; la vida es un movimiento continuo entre estos dos opuestos polares. Si te identificas totalmente como autor de tus acciones, estás ubicado en el extremo del péndulo, de modo que, cuando las cosas van bien, te sientes eufórico y, cuando van mal, desgraciado. Es el estado de la mayoría de la gente.

   En su proceso, algunos organismos cuerpo-mente se convierten en «buscadores» y se inicia el proceso de desidentificación como autor personal de la acción. Es, figurativamente, un ascenso por la barra del péndulo. En la vida, siguen ocurriendo cosas buenas y malas, pero si has ascendido por la barra del péndulo, el movimiento subjetivo en este balanceo será menor.   Ya no tienes la sensación de «yo lo estoy haciendo», sino que tienes más la sensación de que está ocurriendo y tú eres el instrumento a través del cual está sucediendo algo, y ocasionalmente, en días muy buenos, asciendes a lo más alto de la barra del péndulo.

    El vivir sigue, pero nada te altera. Eres pura testificación de lo que pasa. Hay una sensación de conexión impersonal con todas las cosas, palpas la Unidad. Eres uno con el Universo, hay una paz absoluta, es lo mejor que pueden llegar a ser las cosas fenoménicamente, ya no pueden mejorar más.
   Esta experiencia puede durar cinco o seis meses, o incluso más tiempo, pero es experiencia fenoménica. Aunque sea impersonal, tiene características y, como toda experiencia, está sujeta al cambio; lleva la semilla de la experiencia opuesta, de la dualidad. Y el cambio es trágico, la barra del péndulo está grasienta, es deslizante hacia la implicación; aumenta el balanceo, sufres; pese a todo lo vivido, crees que eres el que lo hace. Es lo que han llamado los místicos «la noche oscura del alma».

   El despertar impersonal no se sitúa en lo alto de la barra del péndulo, ya que es un punto fenoménico sujeto a cambios. Los sabios apuntan a un cambio cuántico, a un cambio completo de paradigma, en el que pasas de identificarte con la barra a identificarte con el fulcro. Éste es el punto fijo en torno al cual se mueve el péndulo y es crucial para el movimiento: sin él, éste no existe, pero en él no hay movimiento.
   No ocurre nada, no hay relación sujeto-objeto (movimiento), sólo unidad; no hay características, nada que experimentar, nadie que experimente. Es el estado del sabio. No hay experiencia permanente de la Unicidad, es dualista; toda experiencia requiere dualidad, sujeto/objeto. En el fulcro no hay experiencia de Unidad, todo es sujeto, todo es Unidad, pura Seidad. Por eso, la experiencia de despertar se compara al sueño profundo. Pocos buscadores lo buscan, ya que el buscador suele querer placer permanente, huir del dolor. Pero no existe el estado de eterna dicha, no hay monedas de una sola cara.

                                                                                    Wayne Liquorman
                                                                               Aceptación de lo que es.



domingo, 2 de febrero de 2014

Conflicto en las relaciones


  Aquí es en donde empieza el mayor conflicto dentro de las relaciones: compartes algo conmigo y eso me hiere hasta cierto punto. Compartes cómo te sientes, cómo me percibes; compartes tu punto de vista, tu perspectiva, aquello que crees. Y eso me lastima. Me asusta o me enoja o simplemente me hace sentir incómodo. Inmediatamente siento que debo mostrarte que estás cometiendo un error con el fin de que dejes de pensar y sentir aquello que estás pensando y sintiendo, con el fin de corregir tu experiencia, para que pueda yo cambiarte y controlarte. Si me siento lo suficiente lastimado por aquello que dijiste, incluso puedo empezar a sentir el deseo de atacarte, de lastimarte como tú lo has hecho conmigo. Me sentí lastimado por ti y yo trato de lastimarte - tal vez en una forma muy sutil e ingeniosa para que así dé la apariencia de que mi intención no es lastimarte.

  Existe la tentación de huir de la sensación de dolor, de no permitirme sentir, y de actuar inmediatamente para defenderme, ya sea evitándote o atacándote de algún modo. Me siento amenazado por aquello que me estás diciendo, en otras palabras, surge la amenaza de una pérdida. De esta manera, yo me apresuro para invalidar tu experiencia, para neutralizar la amenaza. Tus pensamientos acerca de mí están completamente equivocados. Tus sentimientos no son válidos. "¡No puedo creer que estés pensando eso!" "¡No puedo creer que estés sintiendo eso!" "¡Cómo te atreves!" decimos. En la desesperación por defendernos, terminamos cerrándonos o retrayéndonos de alguna manera. La defensa es el primer acto de una guerra, como lo dijo Byron Katie.

  La verdad es que, te guste o no, estés o no de acuerdo con él, la otra persona piensa y siente de la forma en que lo está haciendo ahora, en este momento. Puede ser que no te agrade, sin embargo, ese es su presente, esa es su experiencia de este momento. Podría no sentirse así el día de mañana, podría no sentirse así por varias semanas. Pero en este momento sí. ¿Sería correcto que esta persona experimentara aquello que está sintiendo en el momento? ¿Podría ser correcto que, tan sólo por un momento, trataras de no corregirlo o hacerlo pensar que está equivocado? Empezar a honrar la experiencia presente de los demás es en donde el ciclo de la violencia puede encontrar su fin. ¿Qué significa honrar la experiencia de los demás?

  ¿Puedo permitir profundamente que pienses lo que piensas y sientas lo que sientes en este momento? ¿Puedo permitir que expreses tu experiencia con libertad y apertura hacia mí? ¿Hasta qué punto te hago creer que aquello que piensas, dices y sientes, no está bien? ¿Hasta qué punto propicio una guerra contigo?

  Este cuerpo viejo indefenso no conoce realmente la diferencia entre una amenaza real (un tigre acechándolo, enseñando sus dientes, preparándose para atacar físicamente) y una amenaza psicológica (una metáfora, la imagen de un tigre que viene a devorarme, con ansias de devorar mis propias imágenes de mí mismo). La amenaza de una muerte física y la amenaza de una muerte de identidad. A veces resulta muy difícil establecer la diferencia. Huimos físicamente del tigre que amenaza nuestros cuerpos, y mentalmente huimos de aquello que amenaza las imágenes de nosotros mismos. ¿Cuál es la diferencia? Atacamos al tigre físicamente, y atacamos la imagen que el tigre metafórico tiene acerca de sí mismo, tratando de derribarlo. ¿Cuál es la diferencia real?

  La mayoría de nosotros somos raramente atacados físicamente. La mayor parte de nuestro sufrimiento surge cuando nuestras identidades son atacadas, lastimadas, amenazadas, o heridas de alguna manera y también surge en nuestra respuesta a esos ataques. Actuamos como si nos hubieran atacado físicamente.  En defensa de las imágenes, salimos a la guerra con otras imágenes.

  La pregunta es, cuando te sientes herido por lo que alguien te ha dicho, ¿por qué te duele? ¿Por qué te enojas tanto? ¿Qué es lo que estás tratando de defender? ¿Qué imagen de ti mismo se siente amenazada? ¿Qué pensamientos y sentimientos indeseables aparecen en el espacio que eres? Observa con qué urgencia surge el deseo de no sentir esas olas que aparecen, junto con la urgencia de defenderte o atacar.

  Al calor del momento, en lugar de correr a defender una imagen de mí mismo que se esté viendo amenazada, ¿podría yo encontrar ese sitio en donde todo aquello que está apareciendo ahora sea profundamente aceptado? ¿Podría simplemente ver este momento como una enorme invitación a la aceptación profunda? Ante aquellos sentimientos de no ser amado, la posibilidad de que el otro esté en lo correcto, así como también aquello que se dice de mí; ante el temor de que me estén rechazando, incluso el miedo de que esto sea el fin de la relación, ¿podría todo esto simplemente estar aquí, en este momento? ¿Podrían ser permitidas todas estas olas de experiencia, ser profundamente permitidas, en este momento? Olvídate de poder permitirlas el día de mañana, olvídate de si fuiste capaz de aceptarlas el día de ayer. ¿Podrían estar permitidas ahora? El ahora es lo único que importa.

  ¿Podría permitirme sentirme herido, sentir dolor, tristeza, ira, no amado, indefenso e impotente ante tu presencia y no hacer nada al respecto, tan sólo por un momento? ¿Podría admitir ese gran dolor en mí mismo, sólo por un momento? ¿Puedo encontrar ese lugar en donde ese dolor ya esté permitido?

  Cuando nos permitimos sentir completamente el dolor -por mucho que la admisión de esto vaya en contra de nuestro sentido común y que amenace nuestro orgullo- dejamos de ser lastimados. En otras palabras, el dolor, aceptado profundamente, destruye la historia de yo soy "el lastimado", y destruye la historia de que tú eres "aquel que me lastima", y esta profunda aceptación del momento, es el comienzo del fin del conflicto con aquellos que amamos...

Jeff Foster
 Traducido por Tarsila Murguía Morales

martes, 28 de enero de 2014

No eres tú, soy yo

 
 Ensayo de Viktor Frankl, Neurólogo, psiquiatra, Escritor, sobreviviente del holocausto y es el fundador de la disciplina que conocemos hoy como logoterapia.

No eres Tú, soy Yo...

¿Quién te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?...

¿Tus padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu suegra? ¿Tu jefe?...

Podrías armar toda una lista de sospechosos o culpables. Probablemente sea lo más fácil. De hecho sólo es cuestión de pensar un poco e ir nombrando a todas aquellas personas que no te han dado lo que te mereces, te han tratado mal o simplemente se han ido de tu vida, dejándote un profundo dolor que hasta el día de hoy no entiendes.

 Pero ¿sabes? No necesitas buscar nombres. La respuesta es más sencilla de lo que parece, y es que nadie te hace sufrir, te rompe el corazón, te daña o te quita la paz. Nadie tiene la capacidad al menos que tú le permitas, le abras la puerta y le entregues el control de tu vida.

Llegar a pensar con ese nivel de conciencia puede ser un gran reto, pero no es tan complicado como parece. Se vuelve mucho más sencillo cuando comprendemos que lo que está en juego es nuestra propia felicidad. Y definitivamente el peor lugar para colocarla es en la mente del otro, en sus pensamientos, comentarios o decisiones.

Cada día estoy más convencido de que el hombre sufre no por lo que le pasa, sino por lo que interpreta. Muchas veces sufrimos por tratar de darle respuesta a preguntas que taladran nuestra mente como: ¿Por qué no me llamó? ¿No piensa buscarme? ¿Por qué no me dijo lo que yo quería escuchar? ¿Por qué hizo lo que más me molesta? ¿Por qué se me quedó viendo feo? y muchas otras que por razones de espacio voy a omitir.

No se sufre por la acción de la otra persona, sino por lo que sentimos, pensamos e interpretamos de lo que hizo, por consecuencia directa de haberle dado el control a alguien ajeno a nosotros.

Si lo quisieras ver de forma más gráfica, es como si nos estuviéramos haciendo vudú voluntariamente, clavándonos las agujas cada vez que un tercero hace o deja de hacer algo que nos incomoda.
Lo más curioso e injusto del asunto es que la gran mayoría de las personas que nos "lastimaron", siguen sus vidas como si nada hubiera pasado; algunas inclusive ni se llegan a enterar de todo el teatro que estás viviendo en tu mente.

Un claro ejemplo de la enorme dependencia que podemos llegar a tener con otra persona es cuando hace algunos años alguien me dijo:
 "Necesito que Enrique me diga que me quiere aunque yo sepa que es mentira. Sólo quiero escucharlo de su boca y que me visite de vez en cuando aunque yo sé que tiene otra familia; te lo prometo que ya con eso puedo ser feliz y me conformo, pero si no lo hace... siento que me muero".

¡Wow! Yo me quedé de a cuatro ¿Realmente esa será la auténtica felicidad? ¿No será un martirio constante que alguien se la pase decidiendo nuestro estado de ánimo y bienestar? Querer obligar a otra persona a sentir lo que no siente... ¿no será un calvario voluntario para nosotros?

No podemos pasarnos la vida cediendo el poder a alguien más, porque terminamos dependiendo de elecciones de otros, convertidos en marionetas de sus pensamientos y acciones.

Las frases que normalmente se dicen los enamorados como: "Mi amor, me haces tan feliz", "Sin ti me muero", "No puedo pasar la vida sin ti", son completamente irreales y falsas. No porque esté en contra del amor, al contrario, me considero una persona bastante apasionada y romántica, sino porque realmente ninguna otra persona (hasta donde yo tengo entendido) tiene la capacidad de entrar en tu mente, modificar tus procesos bioquímicos y hacerte feliz o hacer que tu corazón deje de latir.

Definitivamente nadie puede decidir por nosotros. Nadie puede obligarnos a sentir o a hacer algo que no queremos, tenemos que vivir en libertad. No podemos estar donde no nos necesiten ni donde no quieran nuestra compañía. No podemos entregar el control de nuestra existencia, para que otros escriban nuestra historia. Tal vez tampoco podamos controlar lo que pasa, pero sí decidir cómo reaccionar e interpretar aquello que nos sucede.

La siguiente vez que pienses que alguien te lastima, te hace sufrir o controla tu vida, recuerda: No es él, no es ella...ERES TÚ quien lo permite y está en tus manos volver a recuperar el control.

"Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: La última de las libertades humanas: la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino".

Viktor Frankl

domingo, 26 de enero de 2014

El niño interno en la relación de pareja


Los problemas de pareja son problemas personales que se expresan en la relación, y es en el vínculo amoroso donde emergen,  dado que estando con otro salen a la luz aspectos de uno que estaban en la sombra. La neurosis de uno se engancha con la del otro.

La idea principal  es plantearse:
Si te molesta esta situación, ¿qué cuestión personal se refleja en el conflicto? Ya que “una piedra nunca te irrita a menos que esté en tu camino".
Lo que sucede es que:
“Proyecto en el otro las partes de mi que más rechazo.
"Cuando me doy cuenta de cómo me molesta esto en el otro, investigo cómo me molesta en mí mismo".
"Si pienso que yo no tengo nada de eso que me molesta del otro, el trabajo es darme cuenta de qué pongo yo de lo que tengo; porque si no pusiera de lo mío no me molestaría".

 Jung lo denomina “sombra”. Proyecto mi sombra en mi compañero y al verla en él, la descubro. Entonces, tengo dos posibilidades: Intentar destruir la temida amenaza destruyéndolo a él o aceptar la oportunidad de integrarme con mi sombra y terminar para siempre con su amenaza.
Sin duda, esto último, cambia totalmente la visión y  comprensión de los problemas de pareja, puesto que dejo de culpar al otro por lo que hace y comienzo  a ver qué estoy poniendo yo en este particular conflicto.
 En vez de utilizar mi energía para cambiar al otro, la utilizo para observarme. Y a partir de allí hablar de mí, de lo que yo necesito, de lo que a mí me pasa con las actitudes que él tiene.
Esto es mucho más fácil de escuchar para la otra persona.

La llave es estar siempre conectada con lo que me está pasando y no hablar del otro. En todo caso, si no me agrada lo que sucede ¿qué otra cosa podría hacer yo para generar algo que me guste más?
Puedo quedarme llorando y quejándome, puedo buscar otro marido, o puedo ver cómo estar lo mejor posible con el que quiero y estoy.
Puedo usar el conflicto para encontrarle una salida creativa, para ver qué puedo desarrollar de mí misma, con qué puntos ciegos me estoy enganchando.

No se trata de esperar que no haya conflictos, sino de verlos como una oportunidad para desarrollarme.
Y si bien es cierto que una de las dificultades es lo proyectado, la otra es la dificultad para darnos cuenta de que es lo que verdaderamente necesitamos.
Generalmente, cuando no obtenemos lo que creemos necesitar, nos resulta más fácil reaccionar, antes que procurarnos aquello que nos falta, aunque muchas veces estemos pidiendo cosas equivocadas.
Por ejemplo, puedo hacer un escándalo porque llegaste tarde. Así, la discusión se centra en esa pelea aparente. Pero no se trata de eso, sino de ver qué es lo que te estoy pidiendo a través de la puntualidad. Si me enojo porque llegás tarde, quizás lo que necesite no se resuelva con que llegues temprano.
Habría que ver qué es lo que me afecta tanto, qué interpretación hago de tu llegada tarde, qué es lo que necesito de vos, qué te estoy pidiendo a través del reclamo de puntualidad... ¿Que me demuestres que te importo?, ¿que me valores?, ¿que me consideres? ¿De qué estoy hablando cuando reacciono? Hace falta una observación profunda y sin juicio para ver que carencias inconscientes hacen que reaccione de esa manera tan “arcaica” que en realidad proviene de los primeros años de vida, de  las conductas aprendidas para defendernos de las heridas que padecimos en la infancia.

John Bradshaw llama a este recuerdo de la herida primigenia "el niño herido". Es este niño herido que llevamos dentro el que nos hace actuar así. Los dolores que no pudimos expresar en nuestra infancia los cargamos como una mochila, y se expresan con nuestras reacciones antes de que nos demos cuenta. Estas reacciones son las que nos causan más problemas en las relaciones íntimas, y claro, a la otra persona, le parecen irracionales, y exageradas.
Cuando estamos en una relación, los enojos y dolores no resueltos en el pasado los actuamos en el presente con el otro a través de nuestras reacciones. Por lo general, estos viejos dolores no aparecen hasta que nos ponemos en pareja,  y suponemos que es nuestro compañero el que los causa. Habitualmente no ocurre al principio, sino en la medida que nos vamos sintiendo verdaderamente unidos con el otro.

En muchos casos de separación el problema no se encuentra en la relación de uno con el otro, sino en asuntos no resueltos de uno de ellos (o de los dos) con su propio pasado.
Hasta que no me ocupe de este niño herido él seguirá reaccionando y empeorando mis relaciones íntimas.
Y el único que puede escucharlo soy yo mismo, cuando me ocupo de su tristeza, de su enojo. Entonces el niño no va a reaccionar, porque está contenido.
Algunas de estas heridas no las podemos descubrir en soledad, necesitamos de alguien que nos ayude a encontrar y nos permita sentir lo que sentimos sin descalificamos. El niño herido necesita validación de su dolor, sólo después, puede expresarlo y atravesarlo.
El dolor es un proceso que ocurre a través del shock, la tristeza, la soledad, la herida, el enojo, la rabia, el remordimiento.
Para llegar al punto del dolor es fundamental salirse de culpar al otro y observar qué me pasa a mí con mis reacciones.
Cuando establecemos una pareja hacemos un pacto inconsciente en el cual, por ejemplo, yo espero que vos seas el padre que no me va a abandonar y vos esperás que yo sea la madre que te va a aceptar incondicionalmente como sos. Y cuando esto no ocurre, porque es imposible que el otro cure mis heridas, empiezo a culparte.

Hay personas que pueden ser brillantes en el nivel adulto, pero cuando vuelven a la intimidad de sus relaciones más comprometidas no son más que niños infinitamente necesitados que reaccionan frente a la falta de cariño, de atención o de reconocimiento.
Muchas veces los adultos no se ponen de acuerdo porque en realidad cada uno está expresando a su niño herido, como en su infancia reclamándole a su mamá o a su papá diferentes cosas, y el otro no puede dar porque también está pidiendo lo suyo.

Como dice Welwood, “podemos aprender a aprovechar cada dificultad que encontramos en el camino para ahondar más, para conectarnos con más profundidad; no sólo con nuestra pareja, sino también con nuestra propia condición de estar vivos."
Nunca como ahora las relaciones íntimas nos habían llamado a enfrentarnos a nosotros mismos y a los demás con tanta sinceridad y conciencia. Hoy mantener una conexión viva con una pareja íntima nos pone frente al desafío de liberarnos de viejos hábitos y puntos débiles, y desarrollar todo nuestro poder; sensibilidad y profundidad como seres humanos.

En el pasado, quien deseaba explorar los misterios mas profundos de la vida se recluía en un monasterio o llevaba una vida ermitaña; en la actualidad, las relaciones íntimas se han convertido, para muchos de nosotros, en la nueva tierra indómita que nos coloca cara a cara con todos nuestros dioses y demonios.
Como ya no podemos contar con las relaciones personales como fuentes predecibles de comodidad y seguridad, ellas nos sitúan ante una nueva encrucijada, en la que debemos hacer una elección crucial.
Podemos luchar para aferrarnos a fantasías y fórmulas viejas y obsoletas, aunque no se correspondan con la realidad ni nos conduzcan a ningún lugar; o por el contrario, podemos aprender a tomar las dificultades en nuestras relaciones como oportunidades para despertar y sacar a la luz nuestras mejores cualidades humanas: el darse cuenta, la compasión, el humor; la sabiduría y la valerosa dedicación a la verdad.
Si elegimos esto último, la relación se convierte en un camino capaz de profundizar nuestra conexión con nosotros mismos y con las personas que amamos, y de expandir nuestro sentido de lo que SOMOS ……
  Los que emprendemos este viaje tenemos que aprender algo nuevo: cómo permitir que el compromiso evolucione de modo natural, con muchos vaivenes, avances y retrocesos.
Por tanto, la incertidumbre con respecto a nuestra capacidad de enfrentar todos los desafíos que se presenten no es un problema, es parte del camino mismo.

SENTIR EL DOLOR PARA DESCUBRIR MIS NECESIDADES

Cuando queremos algo y no lo tenemos, es necesario sentir el dolor, este me permite encontrar mis verdaderas necesidades, y así podré   satisfacerlas. Porque si nos resistimos a sentirnos vulnerables, cada vez nos endurecemos más y nos alejamos de la posibilidad de dejarnos sentir lo que necesitamos, y cerramos también nuestra capacidad de recibir.
Esta estrategia de no sentir nos puede haber  servido durante la infancia. Quizás haya sido más que inteligente no sentir una necesidad que en realidad no podíamos satisfacer, pero de grandes podemos darnos nosotros mismos lo que necesitamos, o buscar las personas adecuadas a quienes pedírselo. Ya no dependemos de nuestros padres. Somos vulnerables pero no frágiles.
No hay intimidad con estrategias, con ellas no vamos a sentir; cumpliremos con nuestras metas, o sentiremos el placer de dominar al otro, o de conquistarlo, o lograremos que otro nos mire; pero eso no tiene nada que ver con el verdadero encuentro, con la intimidad, con el amor.

La idea es darnos en nuestra relación el espacio para el dolor y la confusión que aparecen cuando desarmamos nuestra estrategia antifrustración. Este es el camino del encuentro con otro ser humano.
A partir de las frustraciones inherentes a la educación solemos creer que no somos valiosos o queribles tal como somos, y entonces nos vemos empujados a crear una identidad a la medida de aquellos por los que nos sentimos rechazados, nuestros padres.
Esta identidad no alcanza para el aplauso, así que creamos una segunda identidad compensatoria, que dará lugar a una tercera, y a una cuarta, y a todas las necesarias hasta llegar a la que reciba la aprobación de los educadores, pensando que así vamos a lograr que nos quieran.
Invento una identidad querible sobre la base de creer que mi ser, tal como es en realidad, no es querible.

Entonces, cuando estamos en una relación íntima, el deseo que tenemos es que nuestro compañero confirme nuestra identidad compensatoria y, por otro lado, tenemos miedo de que nuestra identidad deficiente sea vista, que el otro se dé cuenta de que no somos como nos mostramos y por lo tanto, quizás, que no somos merecedores de su amor.

La clave consiste en animarnos a sacarnos de encima nuestra supuesta identidad, instalarnos en el mundo sin tener la exigencia de responder a ella, descubriéndonos todo el tiempo y observando qué nos sale.
La identidad es algo que nos inventamos y nos hace sufrir, porque nos exige responder de acuerdo con ella.
Buscamos la intensidad del encuentro pero cuando llega nos asustamos, nos desestabilizamos. Y sin embargo es muy difícil no ansiarlo, porque intuimos que no hay nada más saludable que un encuentro auténtico, sin máscaras, sin engaños, actualizado y sin expectativas. Pero también intuimos que el riesgo de sufrir tiene un precio muy alto.
Nos da tanto miedo entregarnos, fundirnos en el otro, que sólo podemos hacerlo parcialmente. El intento de protección contra los dos grandes monstruos: el rechazo y el abandono.

Es muy duro desear a alguien y que no esté. Tal vez el trabajo consista en perderle el miedo a la entrega. Es  increíble el miedo a la entrega, cómo reaccionamos para no encontrarnos. Cómo armamos líos y creamos distancia. Cómo nos confundimos y confundimos a los demás. Generalmente hablamos de mecanismos inconscientes.
Para evitar sentir el  dolor del desencuentro,  frenamos a veces la espontaneidad, buscamos vidas seguras encerradas en nuestra vieja personalidad calentita y estructurada.
Y no es que esté mal, tampoco podemos vivir en carne viva. Pero este encierro se vuelve tarde o temprano, aburrido y angustiante.

Es un “misterio”, hay personas que me llevan a abrirme y otras que me llevan a  cerrarme. ¿Qué pasa allí?
Uno es quien decide abrirse o no con determinada persona en tal o cual momento.
Siempre está rondando el miedo a la entrega, a sufrir, a desestabilizamos, a perder todo lo que fuimos logrando con la construcción de nuestra identidad.
Es  interesante el tema de la química con el otro, tal vez porque ahí está el misterio.
A veces, podemos mirar a una persona  y rechazarla, y sin embargo, en un instante o dos, al cambiar de mirada, sorprendernos amándola.

Esta es la paradoja del vínculo amoroso:                                   
Todo el tiempo somos otro, y la otra persona,  también es “otro”.
La propuesta es aceptar esto y ver qué día se da el encuentro y qué día no se da, aceptar estas idas y vueltas de la relación como algo que es así, sin esperar otra cosa. No exigirnos sentir siempre lo mismo. Admitir con gusto el movimiento de las emociones y, por supuesto, aceptar que el otro también tenga esta conducta.
Siempre que una relación es real se está creando y recreando de momento a momento.
Esta dinámica de lo real también opera sobre la personalidad.
Me refiero al ‘ser” en pareja y al “ser’ de cada uno. La personalidad es un vehículo para “descubrir” al Ser, nuestra Esencia.
Es importante tomar conciencia de que somos el Ser y no solo la posición con la que nos identificamos.
La mente tiene esta capacidad de definirnos de cierta manera, como si al ser de tal o cual forma no pudiéramos ser de ninguna otra.
Este es el mecanismo que nos impide ser completos.
Damos por sentado que somos el yo que nuestra mente ha construido, y no advertimos que ese yo es algo que se formó en el pasado, que tiene sus raíces allí y que su lealtad está dirigida a cosas que ocurrieron entonces, hechos y recuerdos más o menos distorsionados que estamos sosteniendo y tratando de mantener o de ocultar. 

En consecuencia, no podemos estar totalmente presentes, porque estamos atados a las cosas del pasado que nos determinaron a crear nuestra identidad. El yo estructurado es una resistencia a la Presencia incondicional.

El trabajo consiste en cambiar nuestra lealtad al yo construido, el yo habitual, hacia nuestra verdadera naturaleza, que está por afuera de las barreras de nuestro yo construido.
Salirnos de nuestra personalidad, para dejar que pierda fuerza, para agradecerle que nos haya ayudado a sobrevivir hasta ahora, pero aceptar que ya no nos sirve.
Nos da miedo y es muy difícil meternos en los lugares oscuros de nuestro ser y abandonar nuestra vieja y conocida identidad.
El hecho de dar y recibir amor se convierte en una tarea muy ardua si no estoy decidido a dejar mi vieja estructura.
 De distintas maneras, todos buscamos querer y ser queridos, aceptados, considerados, etc.

No se trata de librarnos de nuestro yo construido, ni de romperlo, ni siquiera es cuestión de criticarlo o condenarlo de ninguna manera. Hacer esto sería un error. Porque es un paso en el camino, tuvo y sigue teniendo una función. Más bien se trata de trascender la personalidad.

Las diferencias entre la estructura y la Esencia a veces no son tan rígidas, pero siempre son importantes:

  • La estructura (personalidad) está basada en el pasado, la Esencia es siempre presente.
  • La estructura es reactiva, en cambio la Esencia es abierta y no reactiva.
  • La estructura está relacionada con tratar de hacer, con el esfuerzo; por el contrario, la Esencia es sin esfuerzo, es no hacer.
  • La estructura está siempre mirando algo, queriendo algo, necesitando algo…. La Esencia está llena, no necesita nada.
  • La estructura está mimando afuera, la Esencia se asienta en sí misma.

Welwood nos anima a salirnos de la idea de un yo estructurado. El propone directamente que nos conectemos con el vacío en vez de esforzarnos en llenarlo con una falsa identidad.
Pero esa sensación de vacío es vivida como la gran amenaza a nuestra estructura. De hecho, todo el proyecto de identidad es una defensa para no sentirla.
La mente no puede agarrar el vacío, la mente crea las historias sobre el vacío, como si fuera un agujero negro. El yo construye una barrera y todo lo que está afuera aparece como potencialmente peligroso.
El YO estructurado transforma esa conducta evitativa en una necesidad vital, consiguiendo que la vida acabe girando permanentemente alrededor del peligro que implica el vacío.
Estamos mucho más vivos cuando nos animamos a darnos cuenta de que no estamos necesariamente obligados a saber todo el tiempo quiénes creemos que somos, y que no tenemos por qué asegurar exactamente y al detalle qué se puede esperar de nosotros.
Darnos cuenta de que sí podemos lanzarnos a la experiencia de lo que deviene sin encadenarnos a un yo que nos limite a unas pocas respuestas conocidas.

          Fuente:  “Amarse con los ojos abiertos” J. Bucay y S. Salinas