Aquí
es en donde empieza el mayor conflicto dentro de las relaciones: compartes algo
conmigo y eso me hiere hasta cierto punto. Compartes cómo te sientes, cómo me
percibes; compartes tu punto de vista, tu perspectiva, aquello que crees. Y eso
me lastima. Me asusta o me enoja o simplemente me hace sentir incómodo.
Inmediatamente siento que debo mostrarte que estás cometiendo un error con el
fin de que dejes de pensar y sentir aquello que estás pensando y sintiendo, con
el fin de corregir tu experiencia, para que pueda yo cambiarte y controlarte.
Si me siento lo suficiente lastimado por aquello que dijiste, incluso puedo
empezar a sentir el deseo de atacarte, de lastimarte como tú lo has hecho
conmigo. Me sentí lastimado por ti y yo trato de lastimarte - tal vez en una
forma muy sutil e ingeniosa para que así dé la apariencia de que mi intención
no es lastimarte.
Existe
la tentación de huir de la sensación de dolor, de no permitirme sentir, y de
actuar inmediatamente para defenderme, ya sea evitándote o atacándote de algún
modo. Me siento amenazado por aquello que me estás diciendo, en otras palabras,
surge la amenaza de una pérdida. De esta manera, yo me apresuro para invalidar
tu experiencia, para neutralizar la amenaza. Tus pensamientos acerca de mí
están completamente equivocados. Tus sentimientos no son válidos. "¡No
puedo creer que estés pensando eso!" "¡No puedo creer que estés
sintiendo eso!" "¡Cómo te atreves!" decimos. En la desesperación
por defendernos, terminamos cerrándonos o retrayéndonos de alguna manera. La
defensa es el primer acto de una guerra, como lo dijo Byron Katie.
La
verdad es que, te guste o no, estés o no de acuerdo con él, la otra persona
piensa y siente de la forma en que lo está haciendo ahora, en este momento.
Puede ser que no te agrade, sin embargo, ese es su presente, esa es su
experiencia de este momento. Podría no sentirse así el día de mañana, podría no
sentirse así por varias semanas. Pero en este momento sí. ¿Sería correcto que
esta persona experimentara aquello que está sintiendo en el momento? ¿Podría
ser correcto que, tan sólo por un momento, trataras de no corregirlo o hacerlo
pensar que está equivocado? Empezar a honrar la experiencia presente de los
demás es en donde el ciclo de la violencia puede encontrar su fin. ¿Qué
significa honrar la experiencia de los demás?
¿Puedo
permitir profundamente que pienses lo que piensas y sientas lo que sientes en
este momento? ¿Puedo permitir que expreses tu experiencia con libertad y
apertura hacia mí? ¿Hasta qué punto te hago creer que aquello que piensas,
dices y sientes, no está bien? ¿Hasta qué punto propicio una guerra contigo?
Este
cuerpo viejo indefenso no conoce realmente la diferencia entre una amenaza real
(un tigre acechándolo, enseñando sus dientes, preparándose para atacar
físicamente) y una amenaza psicológica (una metáfora, la imagen de un tigre que
viene a devorarme, con ansias de devorar mis propias imágenes de mí mismo). La
amenaza de una muerte física y la amenaza de una muerte de identidad. A veces
resulta muy difícil establecer la diferencia. Huimos físicamente del tigre que
amenaza nuestros cuerpos, y mentalmente huimos de aquello que amenaza las
imágenes de nosotros mismos. ¿Cuál es la diferencia? Atacamos al tigre
físicamente, y atacamos la imagen que el tigre metafórico tiene acerca de sí
mismo, tratando de derribarlo. ¿Cuál es la diferencia real?
La
mayoría de nosotros somos raramente atacados físicamente. La mayor parte de
nuestro sufrimiento surge cuando nuestras identidades son atacadas, lastimadas,
amenazadas, o heridas de alguna manera y también surge en nuestra respuesta a
esos ataques. Actuamos como si nos hubieran atacado físicamente. En defensa de las imágenes, salimos a la guerra
con otras imágenes.
La
pregunta es, cuando te sientes herido por lo que alguien te ha dicho, ¿por qué
te duele? ¿Por qué te enojas tanto? ¿Qué es lo que estás tratando de defender?
¿Qué imagen de ti mismo se siente amenazada? ¿Qué pensamientos y sentimientos
indeseables aparecen en el espacio que eres? Observa con qué urgencia surge el
deseo de no sentir esas olas que aparecen, junto con la urgencia de defenderte
o atacar.
Al
calor del momento, en lugar de correr a defender una imagen de mí mismo que se
esté viendo amenazada, ¿podría yo encontrar ese sitio en donde todo aquello que
está apareciendo ahora sea profundamente aceptado? ¿Podría simplemente ver este
momento como una enorme invitación a la aceptación profunda? Ante aquellos
sentimientos de no ser amado, la posibilidad de que el otro esté en lo
correcto, así como también aquello que se dice de mí; ante el temor de que me
estén rechazando, incluso el miedo de que esto sea el fin de la relación,
¿podría todo esto simplemente estar aquí, en este momento? ¿Podrían ser
permitidas todas estas olas de experiencia, ser profundamente permitidas, en
este momento? Olvídate de poder permitirlas el día de mañana, olvídate de si
fuiste capaz de aceptarlas el día de ayer. ¿Podrían estar permitidas ahora? El
ahora es lo único que importa.
¿Podría
permitirme sentirme herido, sentir dolor, tristeza, ira, no amado, indefenso e
impotente ante tu presencia y no hacer nada al respecto, tan sólo por un
momento? ¿Podría admitir ese gran dolor en mí mismo, sólo por un momento?
¿Puedo encontrar ese lugar en donde ese dolor ya esté permitido?
Cuando
nos permitimos sentir completamente el dolor -por mucho que la admisión de esto
vaya en contra de nuestro sentido común y que amenace nuestro orgullo- dejamos
de ser lastimados. En otras palabras, el dolor, aceptado profundamente,
destruye la historia de yo soy "el lastimado", y destruye la historia
de que tú eres "aquel que me lastima", y esta profunda aceptación del
momento, es el comienzo del fin del conflicto con aquellos que amamos...
Jeff
Foster
Traducido
por Tarsila Murguía Morales
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