SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

domingo, 23 de febrero de 2014

Unidad, trasfondo de la dualidad


"La unidad se percibe en un estado de observación de la dualidad. El observador interior está mas allá del pensamiento dual"

  Cuando tu meditas, cuando "observas" sin juicio los movimientos de la mente, los pensamientos, cuando observas las sensaciones corporales, cuando observas la naturaleza, etc, cuando esa observación es sin análisis, sin juicio, sin interpretación, sin aferrarte, solo observas, estas en una dimensión distinta de tu ser, que cuando estas analizando enredada en tus pensamientos, problemas, etc., esa parte tuya que observa sin juicios, le podemos llamar "el observador", o "el testigo interno", esa parte es una dimensión mas profunda, que escapa a la dualidad : lindo/feo, agradable/desagradable, bueno/malo, justo/injusto, etc. que no son mas que interpretaciones de nuestra mente dual.



  Esta reflexión te invita a darte cuenta quien esta detrás de esa dualidad? quien es el que observa? acaso no es una parte tuya donde hay unidad en la observación, ya que no juzga, esa parte no se inclina por "esta bien/está mal", "me gusta/no me gusta", etc., esa parte de ti solo atestigua, observa...allí reside la unidad.... solo observa y conecta con esa parte profunda, porque ahi no hay división, ahi no hay ni placer ni dolor...al principio, llegamos a percibir esa unidad en la meditación, luego puedes llevar esa observación a tu vida diaria, y veras como todo cambia, ya no reaccionas de manera mecánica y condicionada a los acontecimientos, sino que desde esa observación, puedes elegir la manera mas adecuada de responder a la situación. Juani


sábado, 22 de febrero de 2014

Templanza



Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos. 
                                                                    Victor Frank

  ¿Quién cree todavía que puede cambiar el mundo en los momentos en que éste parece empeñado en seguir otra ruta? En realidad, podemos influir más o menos en situaciones y personas con nuestro tesón e inteligencia, pero donde sí podemos operar con plena eficacia es modificando nuestra manera de ver e interpretar los aspectos que nos perturban e inquietan. Y lo más curioso es que, tras la inteligente aceptación de los hechos, no sólo equilibramos nuestra vida emocional, sino que, además, el mundo también cambia.

  Una vez que aceptamos y adaptamos nuestra lente interna al curso de “lo que hay”, ¿qué extraña ley modifica incluso las actitudes y conductas de personas ajenas? En realidad, y según las más avanzadas leyes de la Física, la película que vemos en el exterior no deja de ser, en buena medida, una proyección del programa que tenemos en nuestro interior. Los acontecimientos discurren en función de unas leyes naturales, pero la interpretación que hacemos de lo que sucede es una opción íntima y subjetiva, y por ello, susceptible de ser modificada. ¿Qué hizo sobrevivir al judío Victor Frank de la torturadora vida en el campamento nazi? La respuesta fue dada por él mismo al señalar su profundo sentido de la vida y la capacidad de optar por una óptima interpretación de los acontecimientos que a otros torturaban. No había salida, no podía cambiar las normas de aquel campamento nazi, tan sólo podía cambiar su mente y con ella el signo de lo que sucedía.

  A menudo, el hecho de aceptar y positivizar una situación eligiendo la interpretación más positiva, desencadena un insólita influencia sobre la faceta externa que considerábamos inamovible y ajena. Una vez que nos adaptamos a la situación, se mueven energías insólitamente favorables. Una vez hemos logrado relativizar las cosas que, anteriormente nos perturbaban, adquirimos un grado mayor de templanza. Sabemos que nuestra forma de mirar el mundo y de pensar a las personas, influye, tarde o temprano, en el diseño y guión de nuestras experiencias. Sabemos también que muchas de las emociones que experimentamos son consecuencia de un proceso que se desarrolla en la parte inconsciente de nuestra mente. Es por ello que merece la pena evitar culpar a los demás, y tener en cuenta que si no nos gusta lo que recibimos, convendrá prestar atención a lo que emitimos.

  Cuando somos conscientes de que nuestro conjunto de creencias son las que crean el mundo emocional que habitamos, uno se torna alerta con las opciones de pensamiento que aparecen ante su corriente de consciencia. Atención a las palabras que pronunciamos y a los patrones que subyacen tras nuestras actitudes. La persona que ha comprendido el enorme poder que su mente tiene en la configuración del mundo, ya no controla tanto las circunstancias externas sino que, más bien, dirige su mirada hacia las propias actitudes y pensamientos que sutilmente las posibilitan.


  Tenemos mucho más que ver de lo que parece en aquello que “nos sucede”. Cuanto más conscientes seamos de nuestros pensamientos y anhelos, el destino, cada vez, estará, en mayor medida, en nuestras manos. Se trata de cambiar el foco de visión elaborando opciones más positivas y formulando el mundo tal y como lo deseamos vivir. Sin duda, una competencia nacida de nuestra madurez co-creadora que aprendió que el secreto que mueve el mundo está en el corazón de la propia alma.
                                                                                                    Jose Ma. Doria

viernes, 14 de febrero de 2014

La analogía del péndulo


 
  Podemos comparar el proceso existencial con el movimiento de un péndulo. El movimiento del péndulo es el movimiento entre dos opuestos polares: felicidad/tristeza, salud/enfermedad, conseguir lo que quieres y no conseguirlo…; la vida es un movimiento continuo entre estos dos opuestos polares. Si te identificas totalmente como autor de tus acciones, estás ubicado en el extremo del péndulo, de modo que, cuando las cosas van bien, te sientes eufórico y, cuando van mal, desgraciado. Es el estado de la mayoría de la gente.

   En su proceso, algunos organismos cuerpo-mente se convierten en «buscadores» y se inicia el proceso de desidentificación como autor personal de la acción. Es, figurativamente, un ascenso por la barra del péndulo. En la vida, siguen ocurriendo cosas buenas y malas, pero si has ascendido por la barra del péndulo, el movimiento subjetivo en este balanceo será menor.   Ya no tienes la sensación de «yo lo estoy haciendo», sino que tienes más la sensación de que está ocurriendo y tú eres el instrumento a través del cual está sucediendo algo, y ocasionalmente, en días muy buenos, asciendes a lo más alto de la barra del péndulo.

    El vivir sigue, pero nada te altera. Eres pura testificación de lo que pasa. Hay una sensación de conexión impersonal con todas las cosas, palpas la Unidad. Eres uno con el Universo, hay una paz absoluta, es lo mejor que pueden llegar a ser las cosas fenoménicamente, ya no pueden mejorar más.
   Esta experiencia puede durar cinco o seis meses, o incluso más tiempo, pero es experiencia fenoménica. Aunque sea impersonal, tiene características y, como toda experiencia, está sujeta al cambio; lleva la semilla de la experiencia opuesta, de la dualidad. Y el cambio es trágico, la barra del péndulo está grasienta, es deslizante hacia la implicación; aumenta el balanceo, sufres; pese a todo lo vivido, crees que eres el que lo hace. Es lo que han llamado los místicos «la noche oscura del alma».

   El despertar impersonal no se sitúa en lo alto de la barra del péndulo, ya que es un punto fenoménico sujeto a cambios. Los sabios apuntan a un cambio cuántico, a un cambio completo de paradigma, en el que pasas de identificarte con la barra a identificarte con el fulcro. Éste es el punto fijo en torno al cual se mueve el péndulo y es crucial para el movimiento: sin él, éste no existe, pero en él no hay movimiento.
   No ocurre nada, no hay relación sujeto-objeto (movimiento), sólo unidad; no hay características, nada que experimentar, nadie que experimente. Es el estado del sabio. No hay experiencia permanente de la Unicidad, es dualista; toda experiencia requiere dualidad, sujeto/objeto. En el fulcro no hay experiencia de Unidad, todo es sujeto, todo es Unidad, pura Seidad. Por eso, la experiencia de despertar se compara al sueño profundo. Pocos buscadores lo buscan, ya que el buscador suele querer placer permanente, huir del dolor. Pero no existe el estado de eterna dicha, no hay monedas de una sola cara.

                                                                                    Wayne Liquorman
                                                                               Aceptación de lo que es.



domingo, 2 de febrero de 2014

Conflicto en las relaciones


  Aquí es en donde empieza el mayor conflicto dentro de las relaciones: compartes algo conmigo y eso me hiere hasta cierto punto. Compartes cómo te sientes, cómo me percibes; compartes tu punto de vista, tu perspectiva, aquello que crees. Y eso me lastima. Me asusta o me enoja o simplemente me hace sentir incómodo. Inmediatamente siento que debo mostrarte que estás cometiendo un error con el fin de que dejes de pensar y sentir aquello que estás pensando y sintiendo, con el fin de corregir tu experiencia, para que pueda yo cambiarte y controlarte. Si me siento lo suficiente lastimado por aquello que dijiste, incluso puedo empezar a sentir el deseo de atacarte, de lastimarte como tú lo has hecho conmigo. Me sentí lastimado por ti y yo trato de lastimarte - tal vez en una forma muy sutil e ingeniosa para que así dé la apariencia de que mi intención no es lastimarte.

  Existe la tentación de huir de la sensación de dolor, de no permitirme sentir, y de actuar inmediatamente para defenderme, ya sea evitándote o atacándote de algún modo. Me siento amenazado por aquello que me estás diciendo, en otras palabras, surge la amenaza de una pérdida. De esta manera, yo me apresuro para invalidar tu experiencia, para neutralizar la amenaza. Tus pensamientos acerca de mí están completamente equivocados. Tus sentimientos no son válidos. "¡No puedo creer que estés pensando eso!" "¡No puedo creer que estés sintiendo eso!" "¡Cómo te atreves!" decimos. En la desesperación por defendernos, terminamos cerrándonos o retrayéndonos de alguna manera. La defensa es el primer acto de una guerra, como lo dijo Byron Katie.

  La verdad es que, te guste o no, estés o no de acuerdo con él, la otra persona piensa y siente de la forma en que lo está haciendo ahora, en este momento. Puede ser que no te agrade, sin embargo, ese es su presente, esa es su experiencia de este momento. Podría no sentirse así el día de mañana, podría no sentirse así por varias semanas. Pero en este momento sí. ¿Sería correcto que esta persona experimentara aquello que está sintiendo en el momento? ¿Podría ser correcto que, tan sólo por un momento, trataras de no corregirlo o hacerlo pensar que está equivocado? Empezar a honrar la experiencia presente de los demás es en donde el ciclo de la violencia puede encontrar su fin. ¿Qué significa honrar la experiencia de los demás?

  ¿Puedo permitir profundamente que pienses lo que piensas y sientas lo que sientes en este momento? ¿Puedo permitir que expreses tu experiencia con libertad y apertura hacia mí? ¿Hasta qué punto te hago creer que aquello que piensas, dices y sientes, no está bien? ¿Hasta qué punto propicio una guerra contigo?

  Este cuerpo viejo indefenso no conoce realmente la diferencia entre una amenaza real (un tigre acechándolo, enseñando sus dientes, preparándose para atacar físicamente) y una amenaza psicológica (una metáfora, la imagen de un tigre que viene a devorarme, con ansias de devorar mis propias imágenes de mí mismo). La amenaza de una muerte física y la amenaza de una muerte de identidad. A veces resulta muy difícil establecer la diferencia. Huimos físicamente del tigre que amenaza nuestros cuerpos, y mentalmente huimos de aquello que amenaza las imágenes de nosotros mismos. ¿Cuál es la diferencia? Atacamos al tigre físicamente, y atacamos la imagen que el tigre metafórico tiene acerca de sí mismo, tratando de derribarlo. ¿Cuál es la diferencia real?

  La mayoría de nosotros somos raramente atacados físicamente. La mayor parte de nuestro sufrimiento surge cuando nuestras identidades son atacadas, lastimadas, amenazadas, o heridas de alguna manera y también surge en nuestra respuesta a esos ataques. Actuamos como si nos hubieran atacado físicamente.  En defensa de las imágenes, salimos a la guerra con otras imágenes.

  La pregunta es, cuando te sientes herido por lo que alguien te ha dicho, ¿por qué te duele? ¿Por qué te enojas tanto? ¿Qué es lo que estás tratando de defender? ¿Qué imagen de ti mismo se siente amenazada? ¿Qué pensamientos y sentimientos indeseables aparecen en el espacio que eres? Observa con qué urgencia surge el deseo de no sentir esas olas que aparecen, junto con la urgencia de defenderte o atacar.

  Al calor del momento, en lugar de correr a defender una imagen de mí mismo que se esté viendo amenazada, ¿podría yo encontrar ese sitio en donde todo aquello que está apareciendo ahora sea profundamente aceptado? ¿Podría simplemente ver este momento como una enorme invitación a la aceptación profunda? Ante aquellos sentimientos de no ser amado, la posibilidad de que el otro esté en lo correcto, así como también aquello que se dice de mí; ante el temor de que me estén rechazando, incluso el miedo de que esto sea el fin de la relación, ¿podría todo esto simplemente estar aquí, en este momento? ¿Podrían ser permitidas todas estas olas de experiencia, ser profundamente permitidas, en este momento? Olvídate de poder permitirlas el día de mañana, olvídate de si fuiste capaz de aceptarlas el día de ayer. ¿Podrían estar permitidas ahora? El ahora es lo único que importa.

  ¿Podría permitirme sentirme herido, sentir dolor, tristeza, ira, no amado, indefenso e impotente ante tu presencia y no hacer nada al respecto, tan sólo por un momento? ¿Podría admitir ese gran dolor en mí mismo, sólo por un momento? ¿Puedo encontrar ese lugar en donde ese dolor ya esté permitido?

  Cuando nos permitimos sentir completamente el dolor -por mucho que la admisión de esto vaya en contra de nuestro sentido común y que amenace nuestro orgullo- dejamos de ser lastimados. En otras palabras, el dolor, aceptado profundamente, destruye la historia de yo soy "el lastimado", y destruye la historia de que tú eres "aquel que me lastima", y esta profunda aceptación del momento, es el comienzo del fin del conflicto con aquellos que amamos...

Jeff Foster
 Traducido por Tarsila Murguía Morales