SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

viernes, 29 de enero de 2021

Aceptar los sentimientos


Aceptar la alegría parece natural, pero tal vez no está claro por qué hemos de aceptar la ira y el miedo. Los sentimientos negativos como éstos son precisamente lo que deseamos evitar. 

Por lo general consideramos que los sentimientos negativos impiden o interfieren la felicidad. Todos tenemos alguna idea sobre cómo nos gustaría ser: sin determinados defectos, limitaciones y “problemas” emocionales. Combatimos estas condiciones, confiando en ser más felices si por lo menos nos deshacemos de nuestros aspectos negativos, si por lo menos nos volvemos mejores.

Luchamos contra la infelicidad misma. Sin embargo, la psicología actual enseña que existe un lugar para la aceptación de los sentimientos y condiciones negativos.

En realidad, al no aceptar perpetuamos la negatividad en lugar de liberarla. El concepto de aceptación no es fácil de aprehender, porque estamos adiestrados para resistir a lo que no nos gusta y combatirlo.

De hecho, comprender la aceptación es algo sutil, y las cuestiones fundamentales siguen siendo: ¿Cómo? ¿Cómo acepto mi cólera? ¿Qué significa aceptar mi miedo? ¿Cómo resuelvo mi problema si lo acepto? 

Si los sentimientos son dolorosos y se vuelven problemas, se debe únicamente a que no son aceptados, o integrados. Creamos dolor al resistirnos y al no aceptar. 

Para ir más allá del dolor y disfrutar de la totalidad, debemos aprender a integrar esas partes de la vida que encontramos dolorosas y preferiríamos evitar. Una vez integradas ya no son dolorosas. Por el contrario, agregan nuevas dimensiones a nuestra existencia. 
Estas nuevas dimensiones son imprevisibles. La vida se vuelve más rica, dando lugar a una conciencia auténtica, y no fingida, de prosperidad material y espiritual. Se permite que se manifieste la creatividad. La felicidad se hace incondicional. Nos convertimos en artistas de la vida y nos damos cuenta de que estábamos resistiéndonos a algo que en realidad se hallaba dentro de nosotros y no en el mundo exterior.

Aceptación significa abrirse a los sentimientos.

La aceptación no significa la automática aprobación de cualquier hecho, sea un sentimiento interior, la interacción con otra persona o algo que ocurre en el mundo exterior. Aceptación significa más bien que nos abrimos a la experiencia del acontecimiento.

Podemos retener nuestra discriminación intelectual y la preferencia por que algo sea distinto de cómo se está ahora manifestando; sin embargo, no permitimos que nuestra preferencia interfiera la experiencia. Esto es posible porque la experiencia tiene lugar en el nivel de los sentimientos, no en el del intelecto.

Al abrirnos a la total experiencia de algo, en el nivel sensitivo, lo aceptamos. La capacidad de sentir tiene suma importancia. Los sentimientos son nuestra conexión con la vida; sin ellos estamos caducos, huecos y aislados de la verdadera realización.

Los autobloqueos se producen en el nivel sensitivo, no en el nivel mental ni en el intelectual. Del nivel sensitivo es del que menos somos conscientes.

Las personas que han alcanzado la autoaceptación, desarrollan la capacidad para sentir en profundidad, sin resistencias, cualquier cosa que ocurra en su vida interior. Sin embargo, la mayoría  no hacen lo mismo, sino que bloquean los sentimientos para que no se hagan conscientes, lo que da como resultado confusión y desequilibrio emocionales.


Te acompaño en el proceso


Consultas Presenciales / Consultas por Skype


Juana Ma. Martínez Camacho
 
 Terapeuta Transpersonal
 Acompañante en Bioneuroemoción
 Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
 Anathéoresis (Psicoterapia Regresiva Perceptiva)
Formación Internacional en Psiconeuroinmunoendocrinología (IPPNIM)



www.centroelim.org       Telf. 653-936-074


jueves, 21 de enero de 2021

Comunicación Empática y Asertiva


Muchas veces, nuestra manera de expresarnos, ofende o hiere a los demás, o a nosotros mismos (a veces de manera inconsciente).

Generalmente buscamos las respuestas afuera, siendo que están en nuestro interior. Por condicionamiento solemos buscar la resolución del conflicto esperando que cambie el afuera, el otro, así, generamos maneras de relacionarnos violentas en pos de cubrir nuestras necesidades, y no nos damos cuenta de ello, por carecer de educación emocional; muchas personas ni siquiera se plantean que debajo de cada comportamiento, existen necesidades. 

Somos grandes desconocidos para nosotros mismos, y desde ahí nos relacionamos, intentando cubrir necesidades que arrastramos desde muy pequeños, en su mayoría inconscientes de ello.

Desde niños nos fuimos desconectando de lo que sentimos y necesitamos, y tampoco sabemos cómo pedir al otro de manera en que ambos salgamos ganando. Todo esto se traduce en relaciones con cierto tipo de violencia, donde juzgamos, diagnosticamos, culpamos, ordenamos, imponemos, negamos nuestra responsabilidad, etc., en mayor o menor grado.

Sin embargo, cuando renunciamos a la violencia, aprendiendo a gestionar nuestro mundo emocional y a cubrir sanamente nuestras necesidades, surge la compasión que brota del ser humano de manera natural.

Podemos aprender a elegir nuestras palabras, respondiendo de manera saludable, cuando somos conscientes de lo que percibimos, sentimos y deseamos. Podemos expresarnos con sinceridad y claridad, al mismo tiempo que prestamos una atención respetuosa y empática a los demás.

El incorporar esta manera de funcionar, requiere autoconocimiento, práctica, determinación y paciencia.

En cualquier interacción, podemos aprender a tener en cuenta tanto nuestras necesidades más profundas, como las de los demás.

Podemos ir reemplazando nuestras antiguas pautas de defensa, resistencia, de huida y de ataque ante los juicios y las críticas de otras personas, y empezar a percibir a los demás y a nosotros mismos, así como a nuestras intenciones y relaciones, bajo una nueva luz.

Cuando nos centramos en clarificar lo que observamos, sentimos y necesitamos, en lugar de dedicarnos a diagnosticar y a juzgar, descubrimos cuán profunda es nuestra compasión hacia nosotros y hacia los demás, favoreciendo el respeto y la empatía.


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miércoles, 20 de enero de 2021

La expresión de la ira

 

Para trabajar en la profundidad de la ira debemos desvincular al otro de la responsabilidad por lo que sentimos, es muy superficial matar, pegar, gritar; conviene diferenciar entre el estimulo y la causa. Liberarnos de ideas como “el hizo que me ponga furiosa”…ya que nos quedamos en el juicio y en culpar al otro de lo que sentimos nosotros, la conducta de la otra persona es un estimulo para que nos sintamos con ira, pero la causa no esta allí, la raíz es otra. 

Muchas veces se utiliza este mecanismo de culpabilidad para manipular al otro “haces que me irrite”, nos convencemos que nos sentimos así, por lo que nos “hizo el otro”, no somos conscientes que la ira proviene de nuestra manera de pensar. 

En vez de ver que hace el otro, conviene conectarnos con nuestro interior y ver qué sentimientos y necesidades insatisfechas hay ahí, que en realidad son la causa de nuestro enojo… 

Ejemplo, si alguien llega tarde a una cita y tengo la necesidad de ver como le importo a la otra persona, me sentiré furiosa o enfadada por su tardanza, si al contrario, mi necesidad es de espacio y tranquilidad por una rato, esa tardanza hasta me viene muy bien y no me afecta…. 

Por lo tanto, es conveniente conectar con mis necesidades en cada momento, en vez de juzgar y culpabilizar al otro… 

Al conectar con nuestras necesidades, conectamos con nuestra energía vital, si bien nuestros sentimientos pueden ser intensaos, no llegamos a sentirnos enojados. 

Al aprender a estar presentes a nuestros sentimientos y necesidades, también podemos aprender a estarlo a las necesidades de los demás, así no sentimos el enfado y tampoco reprimiremos la ira… 

La ira encierra algo que nos es útil para la vida, descubrir nuestras verdaderas necesidades, al escucharlas, colaboramos con la vida y generamos menos violencia, nos hacemos responsables de nosotros mismos. Pasamos de “estoy enfadado porque me hizo….” A “estoy enfadado porque necesito…” 

Cuando tomamos conciencia de nuestras necesidades, nuestra furia da lugar a sentimientos útiles para la vida. 

La violencia surge al creernos que son los otros los que nos producen dolor y por lo tanto, merecen ser castigados. 

Todo juicio sobre otra persona, reduce la posibilidad de ver satisfecha nuestras necesidades. 

Los juicios hacia las otras personas, tienden a actuar como profecías que se autorrealizan. 

Si nos centramos en los errores de las otras personas, en jugarlos como mentirosos, irrespetuosos, etc. tenemos pocas posibilidades que podamos satisfacer nuestras necesidades. Si, por vergüenza o culpa, pueden modificar su comportamiento y así satisfacer nuestros deseos, pero no así nuestras necesidades; cuanto más la acusamos, mas a la defensiva la otra persona estará. 


Podemos utilizar 4 pasos para expresar saludablemente la ira: 

- Detenerse, respirar profundamente 

- Identificar los pensamientos que contienen juicios 

- Conectarse con las propias necesidades 

- Expresar nuestros sentimientos y necesidades no satisfechas. 

Cuanto más escuchemos a los demás, mas nos escucharan a nosotros: empatía. 

Cuanto más empáticos, más nos damos cuenta que tenemos necesidades comunes los seres humanos. 

Nuestra necesidad radica en que el otro escuche verdaderamente nuestro dolor. 

Las personas no escuchan nuestro dolor cuando se sienten en falta, cuando se sienten juzgadas… 

Se trata de tomarnos el tiempo necesario para este cambio de conductas, salir del condicionamiento de culpabilizar al afuera y aprender a conectar con nosotros mismos, con esas necesidades que están insatisfechas.




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