SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Atención Plena y Estrés



Cuando comenzamos a prestar atención a lo que hace nuestra mente, nos damos cuenta que hay una gran actividad mental y emocional bajo la superficie. Gran cantidad de ideas y sensaciones que absorben gran parte de nuestras energías y nos impiden conectar con momentos de calma y satisfacción.

La Atención Plena, no es la solución a los problemas que la vida nos plantea, pero si es verdad, que los problemas pueden verse de una manera más nítida cuando la mente está clara, serena, y esto colabora a la resolución y la sanación.

Al ir casi todo el tiempo con el “piloto automático” la mente se mueve del pasado al futuro y se olvida de vivir el ahora, surgen reacciones mecánicas, el condicionamiento, desconectando de las verdaderas necesidades del cuerpo…


El hecho de aprender a estar atentos,
 nos conecta con nuestras necesidades 
y nos invita a poder responder de una manera adecuada a cada situación, disminuyendo la reactividad y la impulsividad; 
aprendiendo a escuchar a nuestro cuerpo, 
mejoramos la salud y nuestra calidad de vida.


El estrés  a que nos sometemos diariamente, se localiza en los músculos, espalda, hombros, mandíbula, frente, etc., para poder liberar esa tensión, primero hemos de reconocerla, de darnos cuenta que está ahí, sentirla, luego hemos de desconectar el piloto  automático y “dirigir” nuestra mente, nuestro cuerpo, prestando atención nos volvemos mas despiertos, nuestra mente está en lo que estamos haciendo.

Ser conscientes  lo que hacemos mientras lo hacemos, es la esencia de la atención plena. 


Es prestar atención a las experiencias momento a momento, esto nos conduce a nuevas maneras de ver y de estar en la vida, ya que el momento presente, siempre que se le reconozca, y se cumpla con él, nos revela un poder muy especial, casi mágico, porque es el único tiempo que tenemos para percibir, aprender, actuar, cambiar, sanar. 
De ahí el valor de la consciencia del momento presente, convirtiendo  nuestra vida en  mas vívida, rica y más auténtica.

  
La práctica de la Atención Plena, es muy simple, es recordar estar presentes en todos nuestros momentos de vigilia, recordar que sólo tenemos momentos para vivir, profundizándose nuestra visión y ampliándose nuestra consciencia.


La Atención Plena, no significa rechazar los pensamientos, ni controlarlos, sino que es entrenarse en dirigir el foco de la atención sin juicios.

La Atención Plena nos permite enfocar los problemas con nitidez y esto conlleva a  una mayor resolución ante la vida, en vez de estar enganchados en los juegos psicológicos de la mente, que desperdicia gran cantidad de energía y tiempo en ensueños y lamentos de cosas que ya ocurrieron, y en anticipar y fantasear sobre el futuro.

La Atención Plena nos enseña a escuchar nuestro cuerpo y así mejorar nuestra salud y nuestra calidad de vida.

La Atención Plena se cultiva asumiendo la postura de testigos imparciales de nuestra propia experiencia.
Para ello, tomamos consciencia del constante flujo de juicios y reacciones, de experiencias tanto internas como externas, en las que generalmente nos encontramos identificados, aprendiendo a salirnos de ellas, atravesando los prejuicios y los temores.

Es importante cultivar la paciencia:

- comprender y aceptar que las cosas se despliegan cuando les toca,
- paciencia hacia nuestra propia mente y también hacia nuestro cuerpo,
- paciencia con nosotros mismos cuando observamos que la mente se pasa el tiempo juzgando, 
- paciencia porque estamos tensos, nerviosos o asustados,
- paciencia por no obtener resultados con la rapidez que nuestra mente quisiera.

También es importante la aceptación, significa que las cosas son como son; no quiere decir que nos tengan que gustar, ni que debemos adoptar una postura pasiva ante los acontecimientos, ni abandonar nuestros principios y valores, sino, que quiere decir que hemos de llegar a la voluntad de ver las cosas como son, una actitud que nos ayuda  a actuar de manera adecuada pase lo que pase en nuestra vida, al no tener la visión perturbada como cuando nos dejamos llevar por los juicios, deseos, temores y prejuicios.


Una de las maneras de entrenarse en esta atención plena es la práctica del yoga que ofrecemos en el Centro Elim, una manera de estar presentes momento a momento en cada asana, escuchando el cuerpo sin juicio, solo  observando las sensaciones, tomando consciencia, observando la respiración y los pensamientos, sin juicios, solo observando…sin analizar, si preferir….con una actitud de desapego, que al irla practicando en cada clase, podemos luego llevarla a la vida cotidiana, a cada instante y poder así vivir con plenitud la amplia gama de experiencias que la vida nos ofrece sin quedar desbordados, ni atrapados en el mundo de los pensamientos y de las emociones… 


También ofrecemos un curso teórico y práctico  on line de Mindfulness – Atención Plena, para que puedas introducirte en esta práctica, que tantos beneficios tiene para nuestra salud y calidad de vida:






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sábado, 24 de noviembre de 2018

“Si estás bien contigo mismo todo está bien”


“Si estás bien contigo mismo todo está bien”


Te invito a simplificar tu vida:

Contempla cada momento como un nuevo comienzo, como una nueva oportunidad para volver a empezar, para sintonizar, para volver a conectarte con la vida. Date el permiso de vivir cada momento de manera plena y total.

Existe una manera de vivir la “adversidad” que hace la vida mas rica, mas agradable y tu puedes tomar las riendas de tu vida y esa manera es el camino de  la Atención Plena.

La práctica del “no hacer”, sintonizar con la intensidad de cada instante es intentar estar despierto y darse cuenta del momento y luego del siguiente: practicar el “Ser”.

Relájate en el presente sin intentar llenarlo de algo, permite a tu mente  y a tu cuerpo descansar en este momento, en este instante, sin apegarte a los contenidos  que hay en tu mente o a como se siente tu cuerpo, sólo observando, permitiendo, respirando y soltando.
Sintonizar con las experiencias básicas del vivir, aceptando las cosas, las situaciones tal y como están, ya que desde esa aceptación, podrás luego hacer los cambios oportunos, si procede.

Adquiere un compromiso contigo mismo para “solo ser”, permitir que todo “el hacer” automático y compulsivo de la mente  se detenga.

Conecta con ese espacio profundo de tu realidad esencial, “detrás” de los pensamientos, detrás del ruido mental, con ese estado de puro gozo, inafectado, con ese potencial que eres, desde donde todo está surgiendo…

Aprender a pasar del “modo hacer” del ego/personalidad, al modo “ser”, es aprender a buscar tiempo para uno mismo y a ralentizar, a alimentar la calma y la aceptación de uno mismo, observar a qué está dispuesta la mente  en cada momento, aprender a observar nuestras ideas, y a darle rienda suelta sin que nos capturen, o arrastren, la observación es sin juicio, sin razonamiento, sin intentar aferrarse a los pensamientos que te resulten agradables, ni enfadarte con aquellos pensamientos que no te agraden, es decir sin rechazar, soltando, dejando pasar como “sin interés”,  aprender a hacer sitio a nuevas formas de contemplar mejor los problemas y percibir la vinculación de unas cosas con otras, esta clase de aprendizaje hace  que nos asentemos en el ser.

Cuando se amplia la consciencia, y aprendes a observar la mente concreta y a darte cuenta que eres más que todos esos mecanismos, condicionamientos que te hacen funcionar, que eres mas que esos programas mentales, entonces puedes aprender a responder de nuevas maneras mas acordes a los valores esenciales, del ser, y   todas tus decisiones se ven afectadas por ello.

No es que la Atención Plena sea la “respuesta”, la solución a todos nuestros problemas de la vida, sino mas bien que, todos los problemas de la vida, pueden verse con mas nitidez a través de una mente clara y serena.


 Juana Ma. Martinez Camacho

Terapeuta TranspersonalBiodescodificacionLiberación de la Memoria Celular Anatheóresis- Psicoterapia Regresiva Perceptiva



Consultas Presenciales - Consultas  skype



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Meditación- Mindfulness- Atención Plena

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Meditación es estar atentos y plenamente conscientes, segundo a segundo, de nuestros pensamientos y sentimientos, de nuestro cuerpo y movimientos, de todo nuestro entorno. Hemos sido condicionados para pensar, y que para mejorar nuestra vida debemos esforzarnos.

La meditación es un no hacer y se efectúa casi sin esfuerzo. Se trata de relajarnos y permitir que suceda. Este renunciar al impulso compulsivo de hacer, nos lleva al nivel más profundo de relajación psicológica posible en estado de vigilia. Igualmente, podemos obtener todos los beneficios, si estamos en movimiento  plenamente conscientes de lo que hacemos.

La práctica regular nos permite el placer de la experiencia del estado alfa, con gran cantidad de beneficios,  alivio de las presiones de la mente, claridad y tranquilidad emocional, y también  recarga y equilibrio de nuestras energías, resultando curativa a un nivel muy profundo.

La esencia de cualquier forma de meditación es prestar atención pasiva, relajada, sin juicios. Es un estado abierto de consciencia, una “expansión para incluir” y un “permanecer en contacto” con todo lo que se está presenciando y al mismo tiempo  también somos conscientes de nosotros mismos como un testigo.

El meditador, sentado o en movimiento presencia su propio proceso de pensamiento sin implicarse, al principio llegarán  preocupaciones, recuerdos,  pensamientos de  futuro, emociones que intentarán arrastrarnos perdiendo ese espacio de testigo y teniendo que regresar a presenciar una y otra vez, sin culparnos, incluyendo en la observación esa parte  de nosotros  que se impacienta con estas distracciones. Con la práctica, cada vez será más fácil y romperemos el hábito de dejarnos arrastrar por nuestros pensamientos y sentimientos.

El objetivo de la meditación es centrarse en el aquí y ahora, en el presente. Nosotros estamos donde está nuestra atención. El estar en el presente, es salir de los automatismos, contemplar lo que sucede con ojos puros y responder a las situaciones de una manera espontánea y apropiada, no mecánica.
Practicar la meditación es recordarnos lo que realmente somos; no somos los pensamientos, ni el cuerpo, ni nuestros sentimientos, ya que podemos observarlos y nos damos cuenta que estamos separados de ellos. En nuestro nivel profundo, no somos nuestros nombres, ni la etiqueta de hombre o mujer, clase social, ni títulos académicos u oficios (son actividades, no lo que somos). Al final, cuando hemos abandonado nuestras falsas identificaciones, sólo queda la esencia, el ser.


“Recuerda: no eres la charla que oyes en tu cabeza;
eres el testigo que oye esa charla”
Nisargadatta      
                        

Algunos de los muchos Beneficios: 

  • Mayor actividad de las ondas cerebrales theta (cerca del sueño).
  • Disminución en los niveles del colesterol.
  • Disminución del cortisol y adrenalina (hormonas que predominan en el    estrés), disminuyendo la tensión y las dolencias psicosomáticas.
  • Disminución en la necesidad de consumir drogas, ansiolíticos, relajantes,    etc.
  • Disminución del dolor que cursa con algunas enfermedades.
  • Fortalece el sistema inmune (encargado de las defensas del organismo).
  • Regula la presión sanguínea.
  • Favorece el funcionamiento cerebral.
  • Favorece el flujo de energías creativas, el autoconocimiento, el desarrollo    personal.
  • Eleva la autoestima, favorece la concentración, aporta claridad mental.
  • Facilita manejar situaciones difíciles.
  • Aporta fortaleza interior, confianza en sí mismo, tolerancia, sensibilidad,   autenticidad.
  • Favorece el autoconocimiento.
  • Nos conduce al ser, a lo que somos en esencia.


Cuando meditamos, nos liberamos de la respuesta de "luchar o huir" (que tiene que ver con la ira o ansiedad), y nos instalamos en una respuesta de relajación, donde disminuye el ritmo cardíaco, la respiración y la tensión sanguínea, se relajan profundamente los músculos, y las ondas cerebrales pasan de la frecuencia beta (estado de vigilia), a la frecuencia alfa y theta (relajación meditación). 





sábado, 10 de noviembre de 2018

Una oración para los Vivos


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Vida,
Deshaz en mí todo aquello que necesite ser deshecho.
Corrige mi esperanza de ser enmendado.
Úsame. Saca de mí cada ápice de creatividad. Ayúdame a vivir una vida radicalmente extraordinaria, forjando siempre un camino jamás-antes-transitado en el bosque.
Enséñame cómo amar con más profundidad, como nunca antes creí que fuera posible.
Cualquier cosa de la que siga huyendo, síguemela mostrando con absoluta evidencia.
Cualquier cosa con la que siga en conflicto, ayúdame a suavizarme en ella, a relajarme en ella, a abrazarla completamente.
En donde mi corazón continúe cerrado, muéstrame la forma de abrirlo sin recurrir a la violencia.
Todo aquello a lo que me siga aferrando, ayúdame a dejarlo ir.
Regálame desafíos, luchas y obstáculos aparentemente insuperables, si crees que eso me ayude a tener una más profunda humildad y confianza en la inteligencia de la vida.
Ayúdame a reírme de mi propia seriedad.
Permíteme encontrar el humor en los lugares más oscuros.
Muéstrame un profundo sentido de descanso en medio de cada tormenta.
No me libres de la verdad. Nunca.
Deja que la gratitud sea mi guía.
Deja que el perdón sea mi mantra.
Deja que este momento sea mi eterna compañía.
Permíteme ver tu rostro en cada rostro.
Permíteme sentir tu cálida presencia en mi propia presencia.
Sostenme cuando tropiece.
Respírame cuando yo no pueda respirar.
Permíteme morir viviendo, no vivir muriendo.
Amén.
- Jeff Foster

viernes, 9 de noviembre de 2018

Las heridas de la infancia

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Los investigadores del cerebro han sugerido que las acrecentadas huellas neuronales de experiencias de tensión, en la niñez, tergiversan la forma de reaccionar del organismo a estímulos recibidos cuando ya se es adulto. 

Las experiencias dolorosas realmente se graban en nuestro cerebro, de modo que éste se encuentra cada vez más preparado para reconocer como dolorosos aquellos estímulos que para otras personas pasarían inadvertidos. 

Esto apoya la teoría de que, una vez que el núcleo del cerebro es determinado durante la infancia, actúa como un filtro supersensible que moldea eventos subsecuentes.
Cuando un adulto con un niño interior herido experimenta una situación similar a un suceso doloroso anterior, se desencadena también la reacción original. Se reacciona con intensa emoción ante algo que es realmente trivial o inocuo. Es decir, se responde a la que no existe en el exterior pero que aún está presente en nuestro interior.

El rescate del dolor original descansa en la hipótesis de que el dolor emocional inicial es atenuado e inhibido. Lo actuamos exteriormente porque nunca ha sido expulsado. No se lo puede expulsar pues nuestro mecanismo inhibidor (defensa del ego) nos impide saber que el dolor emocional está allí. 

"No puedes saber lo que no sabes" es un lema que empleamos en terapia. Actuamos exteriormente los sentimientos; los actuamos interiormente, o los proyectamos hacia otros. Como no podemos sentirlos, y como son una cuestión no terminada, necesitan ser expresados.

Actuarlos hacia el interior o hacia el exterior y proyectarlos son las únicas maneras de expresarlos que conoce nuestro niño herido. Pero éstas no son soluciones permanentes.
La energía del trauma original subsiste como una tormenta eléctrica que reverbera tensión por todo el sistema biológico. Personas que llevan una vida aparentemente racional pueden seguir soportando una vida emocional tormentosa. Sus tormentas continúan porque el dolor original no ha sido resuelto.

El dolor original es una acumulación de conflictos no resueltos cuya energía ha aumentado con el tiempo. El niño interior herido está congelado porque no hubo manera en que pudiera expresar su aflicción. Además se ha sentido avergonzado por llegar a creer que no podía depender de las personas encargadas de sus primeros cuidados. Luego llegando a creer que no tenía derecho de depender de nadie, como consecuencia de esto, el niño se siente aislado y con temor.   

Se trata que ahora el adulto que eres, pueda ganarse la confianza de este niño herido, para que pueda abrirse y permitirse sentir lo que no pudo sentir, se trata de validarle lo que siente, comprendiéndolo y dándole el cariño, la atención, cubrirles todas sus necesidades que quedaron insatisfechas, que sus educadores no pudieron cubrir de la manera en que  él lo necesitó.

Extrañamente, mientras más abusos has recibido de niño, más has creído que eres malo y más has idealizado a tus padres.
Sus padres hicieron lo que creyeron que era lo mejor, pero eso es algo que no puede comprender un niño de tres años. 

Todos estos sentimientos que quedaron sin sentir,  necesitan ser vividos. Necesitamos irrumpir y acometer; sollozar y llorar; sudar y temblar.
El niño herido necesita validación de su dolor, sólo después, puede expresarlo y atravesarlo.
Todo esto toma tiempo. La recuperación de los sentimientos es un proceso, no un suceso. Pero la mejoría se nota casi inmediatamente. 

El contacto con el niño interior, el hecho de que él sepa que alguien está allí, suscita alegría y causa inmediato alivio.


En un proceso terapéutico, lo que hacemos es  hacer emerger en nuestra conciencia esas emociones reprimidas de la infancia, así como el sistema de creencias negativas que aquéllas engendraron y poder integrar y  neutralizar el efecto negativo que están teniendo en nuestra experiencia vital presente.




Si quieres aprender más sobre el niño herido y su sanación:






Si necesitas acompañamiento terapéutico, te acompaño



Juana Ma. Martínez Camacho

                                       Terapeuta Transpersonal
                                (Escuela Española de Desarrollo Transpersonal)
                             Especialista en Bioneuroemoción
                               (Instituto Español de Bioneuroemoción)
                             Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular) 
                               (Cellular Memory Release)                   
                             Anatheóresis (Psicoterapia Regresiva Perceptiva)
                               (Transpersonal Anatheóresis Madrid)



                       www.centroelim.org           Telf.  653-936-074
                            



lunes, 5 de noviembre de 2018

El sanar no siempre se siente bien



El sanar, casi siempre, implica un trauma de algún tipo: abrir viejas heridas, exponer a la luz energías reprimidas, ignoradas y mal entendidas; tratar de ver lo amoroso dentro de aquello que no amamos… es por esto que la sanación no siempre luce o se siente bien, o hermosa o amable.
Uno de los mitos más peligrosos y desconsiderados que hemos heredado de nuestra cultura es que la sanación debería ‘SENTIRSE BIEN’. ¡No! A veces nuestro dolor realmente aumenta y se intensifica conforme la oscuridad sale hacia la luz. ¡Pero el dolor que inmediatamente juzgamos como 'malo’ podría indicar que nuestro proceso de sanación se está intensificando y alineando, y no que está estancado!
Está la tendencia en nuestra cultura de evitar el sufrimiento, de distraernos de él, de etiquetarlo como 'equivocado’ o 'negativo’, que es necesario meditarlo o medicarlo para deshacernos de él, que es necesario prevenir la experiencia de éste (¡y por supuesto, hay una gran inteligencia en esto también!). Mucha de nuestra así llamada 'medicina moderna’ está orientada a la eliminación de los síntomas, a calmar la incomodidad, a adormecer el caos y a dirigirnos hacia una idea socialmente aceptable de 'normalidad’.

Pero a veces, amigos, ¡simplemente ya no tenemos ningún interés en 'volver a la normalidad’! ¡Lo 'normal’ era el problema, no la solución! El estatus quo necesitaba cambiar. Era completamente inestable y falso. ¡Ya es hora de una nueva medicina!
A veces, nuestra frágil 'normalidad’ necesita romperse en el caos, el dolor necesita ser sentido más a fondo, el corazón tiene que romperse con mucha más intensidad. Y esto no es para destrozarnos, sino para deshacer formas no auténticas de ser.
El sufrimiento no es un castigo que mande un dios sentencioso, tampoco se trata de un error en un universo descompuesto, tampoco es la evidencia de nuestro fracaso y nuestra ignorancia, sino una enseñanza espiritual profundamente viva. Mira a Jesús en la cruz. El dispositivo de su tortura se convirtió en su última invitación para sanar - el redescubrimiento de su propia Presencia, previa a su encarnación humana, previa al tiempo mismo. La crucifixión fue la invitación para descubrir de nuevo a Dios.

¡Todos estamos en la cruz con Jesús! ¡La cruz nunca discrimina a nadie!
Considera la posibilidad de que dentro de tu sufrimiento estás siendo invitado a dejar ir, a dejar 'las cosas de niño’, a despertar del sueño de la normalidad para abrazar la vida con todo su quebranto y asombro. Para enamorarte del sitio en donde te encuentras en este momento. Para ser aquí, ahora.
Deja que los vientos soplen, deja que la tempestad ruja, deja que todo lo falso se purifique, deja que todo lo muerto permanezca muerto, ¡permite que la vida estalle allí, justo donde estás! Tan sólo estás siendo invitado a una más profunda sanación, aunque se sienta como dolor, aunque el corazón se sienta frágil y en carne viva, aunque seas incapaz de ver todavía algún mañana.
Dios es aquí.
Jeff Foster