SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

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La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

martes, 28 de febrero de 2012

La lección del águila real



"Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos.
  Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?
  Pasaron los años y el águila se hizo vieja.
  Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas.
  La vieja águila miraba asombrada hacia arriba «¿Qué es eso?», preguntó a una gallina que estaba junto a ella. «Es el águila, el rey de las aves», respondió la gallina. «Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes de él». De manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina de corral. "     (A. de Mello).

  En el nivel del ego, el nivel de la dualidad, estamos gobernados más de lo que imaginamos por nuestras creencias, desde muy pequeños recibimos mensajes que aceptamos como verdad  y que ahora son como filtros ante la percepción del mundo y de nosotros mismos.
  Algunas creencias nos restringen, nos limitan a la hora de actuar, otras nos apoyan, nos expanden y nos dan el "poder" para cambiar nuestra vida, una vez que aceptas una creencia, se convierte en tu realidad, y estará coloreando la manera de ver tu vida. Tus limitaciones personales, tienen que ver con creencias limitantes, y lo que recibimos de la vida depende de nuestras creencias. 
  Lo importante no es lo que nos sucede, sino cómo lo vivimos, la interpretación que le damos dentro de nuestra consciencia. Conviene entonces, enfocar la atención en pensamientos saludables que apoyen una mejor calidad de vida, cambiando nuestras creencias limitantes.
                                                                                                                                         Juani

martes, 14 de febrero de 2012

Vaciar



 Maestro -dijo el discípulo-, he venido desde muy lejos para aprender de ti. Durante muchos años he estudiado con todos los iluminados y gurús del país y del mundo y todos han dejado mucha sabiduría en mí. Ahora creo que tú eres el único que puede completar mi búsqueda. Enséñame, maestro, todo lo que me falta saber.
El Maestro le dijo que tendría mucho gusto en mostrarle todo lo que sabía pero que antes de empezar quería invitarlo con un té.

 El discípulo se sentó junto al maestro mientras él se acercaba a una pequeña mesita y tomaba de ella una taza llena de té y una tetera de cobre. El maestro alcanzó la taza al alumno y cuando éste la tuvo en sus manos empezó a servir más té en la taza que no tardó en rebalsarse.

 El alumno con la taza entre las manos intentó advertir al anfitrión:
- Maestro...maestro, quien como si no entendiera el reclamo siguió vertiendo té, que después de llenar la taza y el plato empezó a caer sobre la alfombra.
- Maestro –gritó ahora el alumno-, deja ya de echar té en mi taza. ¿No puedes ver que ya está llena?

El Maestro dejó de echar té y le dijo al discípulo:
- Hasta que no seas capaz de vaciar tu taza no podrás poner más té en ella. Hay que vaciarse para poder llenarse.

  Dice Krishnamurti, una taza  sólo sirve cuando está vacía. De nada sirve una taza llena, porque no hay nada que se pueda agregar en ella. Manteniendo la taza siempre llena ni siquiera puedo dar, porque dar significa haber aprendido a vaciar la taza. Parece lógico que para dar tengo que aprender el soltar, el desapego, teniendo en cuenta que  también hay una pérdida cuando decido dar de lo mío.  Para crecer  tendré que admitir el vacío.
  Deshaciéndome del contenido de la taza  podré llenarla otra vez, y mi vida se enriquecerá cada vez que  lleno la taza, pero también se enriquece cada vez que la vacío...porque cada vez que  vacío mi taza estoy abriendo la posibilidad de llenarla de nuevo.