SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

domingo, 23 de julio de 2017

Hiciste lo mejor que pudiste

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Hiciste lo mejor que pudiste. 
Hiciste todo lo que podías haber hecho. 
No tenías otra opción.

Teniendo en cuenta lo que creías en ese momento, los poderosos o sutiles sentimientos que se movían en ti, lo conectado que estabas con tu respiración, tu cuerpo, tu verdad, tu camino; lo arraigado que estabas en el momento presente, la claridad con la que veías o no; de acuerdo al dolor que sentías, a lo abiertas y crudas que estaban tus heridas; considerando la resistencia que sentías, lo estrecha o amplia que era tu perspectiva, lo atrapado que estabas en tu historia personal, no pudiste haber actuado o dicho nada de otra manera.

Hiciste lo mejor que pudiste, dado el nivel de consciencia desde el que estabas actuando.

¿Es esto una excusa? No. 
Más bien se trata de que asumas la plena responsabilidad de lo que pasó. Sin embargo, soltando la culpa, 'renunciando a la esperanza de un mejor pasado.'

¿Es esto una salida fácil? No. 
Más bien se trata de que te perdones a ti mismo. Soltando 'lo que pudo o debió haber sido', alineándote con 'lo que es,' arraigándote en el Ahora, el único lugar desde donde puede surgir el verdadero cambio, donde las nuevas respuestas pueden emerger, donde el sanar puede comenzar.

Laméntate por tu pasado, por supuesto. 
Aprende tus lecciones, por supuesto. 
Escucha cómo los demás comparten su dolor. Siente todo profundamente. Corrige todo lo que puedas. Pide perdón, si es necesario.

Pero, ni por un momento pienses que el pasado pudo haber sido diferente. 
Ni por un instante creas que el Universo se ha equivocado.

Estás donde estás, Ahora. Este es un nuevo día, un nuevo comienzo.

Armado con una nueva visión, con una nueva perspectiva, con un corazón mucho más humilde y compasivo, con una actitud más curiosa, muévete hacia el futuro, arraigado en esta amorosa presencia, abierto a las posibilidades.

 Jeff Foster



lunes, 10 de julio de 2017

Paciencia


                               

¿Tienes la paciencia de esperar
A que todo se asiente y el agua se aclare?
¿Eres capaz de permanecer inmóvil
Hasta que la acción correcta surja por sí sola?
Lao Tse



La paciencia es una actitud que podemos cultivar. Cuando no estamos intentando llegar a ningún otro lugar, cuando vivimos en el ahora, la paciencia surge por sí sola.

Hemos olvidado cómo esperar. Nuestro mayor tesoro, es ser capaces de esperar el momento apropiado. Si observamos, toda la existencia espera el momento oportuno. Los árboles saben cuándo ha llegado el momento de florecer y cuándo es la época de dejar caer sus hojas y permanecer desnudos frente al firmamento, y son hermosos en esta desnudez, esperando el nuevo follaje, con la confianza en que lo viejo se ha marchado para dar paso a lo nuevo, el crecimiento de las nuevas hojas. En la primavera las semillas despiertan, la hierba comienza a crecer por sí misma, las flores se despliegan en todo su esplendor.…

Los humanos, nos olvidamos cómo esperar…lo queremos todo de prisa.

Paciencia es recordarnos que las cosas se despliegan a su propio ritmo.

No podemos acelerar el paso del día a la noche, ni el cambio de una estación a otra…… El vivir apurados, con prisa, no sólo no nos beneficia, sino que va instalando el estrés en nuestra vida, el sufrimiento en nosotros y en las personas que nos rodean.

Con la mente agitada por pensamientos, estresada por llegar… nos perdemos el valioso momento presente, convirtiéndolo en un medio para un fin, olvidándonos de vivir; ante esta situación, surge la alternativa de cultivar la paciencia.

Observemos: ¿qué hay debajo de la impaciencia?

En mayor o en menor grado, encontramos enfado, resistencia a que las cosas sean como son, la necesidad imperiosa de encontrar culpables por lo que acontece, a veces son los otros, otras veces, nos culpamos a nosotros mismos.

El actuar con paciencia, no significa que cuando es necesario ir un poco más de prisa, en ocasiones puntuales, no podamos hacerlo, pero con paciencia, presentes, moviéndonos con rapidez pero atentos, dándonos cuenta que hemos elegido hacerlo de esta manera, que no es un automatismo, una costumbre de ir de prisa, a veces sin motivos aparentes.

Es importante recordar que nada está separado ni aislado, que los acontecimientos ocurren por algo y una cosa está encadenada con otra, así que no se trata de ir por la vida buscando culpables, no es útil ni saludable.

Para cultivar la Paciencia, es muy importante aprender a ser compasivos con nosotros mismos y con el otro, sabiendo que cada quien actúa como puede según sus condicionamientos, con sus heridas internas, muchas veces inconscientes.

El cultivar la compasión, por comprensión, nos permite estar en paz y permanecer pacientes ante una provocación o un sufrimiento intenso. El ser compasivo, es toda una educación, donde utilizamos esa energía del enfado para transmutarla en paciencia, compasión y armonía, nada fácil al principio; esto no significa que si es necesario enfadarse, porque nuestro discernimiento en ese momento así nos lo indica, no podamos hacerlo, pero luego, conviene mirar el enfado, entenderlo, quien sabe las múltiples razones ocultas o no que hay tras esa situación… todo nos sirve para crecer, después de todo se trata de comprender nuestro ego, sanarlo y trascenderlo, no dejándonos arrasar por sus impulsos y preferencias.

La cualidad de la paciencia, la podemos cultivar por medio de la meditación. Cada vez que meditamos, que nos tornamos conscientes del flujo de la respiración entrando y saliendo de nuestro cuerpo, cultivamos la paciencia, entramos en un estado de armonía interna. También durante las asanas del yoga, cada vez que permanecemos unos minutos en cada postura, respirando y observando las sensaciones corporales, sintiendo el cuerpo estirándose, observando el devenir de los pensamientos sin involucrarnos, estamos cultivando la paciencia. Podemos practicar esta cualidad en la vida diaria, ante cualquier situación que nos resulte estresante, respirar conscientemente para aquietarnos y aprender a despertar al “observador”, al testigo, tomando distancia interna de la situación para poder verla con más objetividad, aceptando las cosas como son.

Aun en los momentos dolorosos de nuestra vida, intentemos no dejarnos llevar por la ansiedad de que las cosas sean de otra manera a como son, intentemos buscar esta cualidad de la paciencia, aceptando los hechos, en definitiva, todo pasa, todo cambia, todo tiene un ritmo, nada permanece estable, en el nivel del ego.

A veces es necesario actuar, moverse, empujar, pero otras solo cabe esperar, aportar equilibrio al momento presente, al ahora, comprendiendo la sabiduría que se esconde en la paciencia, las cosas se desplegarán de acuerdo a este estado de paciencia alcanzado ahora.

Namasté
Juani

jueves, 6 de julio de 2017

Paz


Amigo sabio, ¿sentías momentos de tristeza y desánimo antes de alcanzar la iluminación?

 -Sí, a menudo-.

Y ahora, después de alcanzar la iluminación, ¿sigues viviendo momentos de tristeza y desánimo?

 -Sí, también, pero ahora no me importan-.

Tradición Budista.

A menudo, se tiene una idea equivocada de lo que significa crecer interiormente e iluminar nuestra vida de paz.
Se suele pensar que aquella persona que ha cultivado su dimensión espiritual y ha profundizado por entre los pliegues de su alma, es un ser que ya nunca tendrá un dolor de muelas ni su mente experimentará contradicción o duda alguna.
Tal vez, estos modos de pensamiento derivan de los antiguos mitos y leyendas en los que las figuras de los héroes y los dioses alcanzaban un modelo de paraíso que no podía explicarse más que con metáforas evasivas.

Conforme la especie humana ha ido dando al mundo un mayor número de lúcidos que, como avanzadillas del futuro, han expandido su conciencia y revelado el Espíritu, se ha podido comprobar que la idea de trascender al ego no significa tanto eliminarlo como darse cuenta de que no es la única identidad exclusiva.

En contra de lo que afirman muchos movimientos "espiritualistas", quien se desembaraza del ego no se convierte en un sabio, sino más bien en un psicótico.
No se trata de transformarse en un vegetal indiferente a la lágrima y a la risa, sino en un Testigo Consciente de las contradicciones que vivimos y de la gran diversidad de tendencias que experimenta nuestra persona.

El Espíritu no niega al cuerpo, ni a las emociones, ni a la mente, sino que las incluye. Y cuando vemos que, en la trastienda de los llamados "iluminados", existen rasgos contradictorios en relación a la salud, al dinero o al sexo, tendemos a sentirnos decepcionados porque, tal vez, muchas personas consideran al crecimiento evolutivo como algo que quiere escapar de la vida.

El sabio, en todo caso, ha aprendido a no sufrir, precisamente porque interpreta lo que sucede de manera no perturbada y porque, además, no vive identificado con su mente cambiante.

El iluminado es un ser que disfruta de la vida. ¿Acaso cree alguien que Moisés, Cristo o Buda eran personas pusilánimes y dulzonas que nunca cargaron a cuestas un mal dolor de muelas?

Cuando desarrollamos la conciencia de espectador desde la que observar la propia mente y sus vericuetos, nos convertimos en testigos de lo que sucede, sea del signo que sea.
El dolor y las consiguientes presiones que nuestro psicocuerpo experimenta en las curvas de la vida, lejos de ser resistidas y por tanto creadoras de sufrimiento, son aceptados desde ese espacio silencioso y lúcido en el que es la conciencia expandida.

A partir de este desarrollo, aquello que anteriormente resultaba doloroso deja de ser una dura carga. Sucede que la vida ha sido abrazada con su plena diversidad y el mundo sigue desplegando sus fríos inviernos y sus primaveras soleadas. Uno entonces observa todo aquello que le pasa al cuerpo y a la mente como vehículos de la gran travesía.

Ya no se trata de pretender eliminar las tormentas de la vida, sino más bien de saber navegar durante las mismas, observando los miedos y ajustando las velas.

En la visión global, todo lo que sucede tiene sentido y no se le opone resistencia.
En realidad, uno se ha dado cuenta de que no puede cambiar el mundo. Las cosas simplemente ocurren. Lo que todavía nos importa y perturba sigue dando lecciones que señalan nuestra necesidad de desafección y de visión expandida.

Inteligencia del Alma. J.M.Doria