SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

domingo, 31 de diciembre de 2023

El temor y las heridas del nuestro niño interior


A través de la aceptación, la comprensión y la amplitud podemos descubrir y sanar las heridas más profundas de nuestra alma.

A veces nos preguntamos qué es lo que nos provoca tanta ansiedad, porque nos quejamos cuando no conseguimos el amor que deseamos y necesitamos, que es lo que sucede dentro de nosotros cuando sufrimos una pérdida importante, cuando un amor nos deja o uno de nuestros padres muere?

Escondido detrás de nuestras protecciones, negaciones y un estilo de vida adictivo, llevamos un niño interior profundamente atemorizado y herido.

La mayoría de personas viven en la codependencia sin ser capaz de crear o mantener relaciones íntimas debido a nuestro niño interior atemorizado.

Nuestra vida, no podrá ser una experiencia de amor y felicidad hasta que no nos hagamos amigos de nuestro niño interior.

Cuando nos abrimos a nuestra vulnerabilidad herida y empezamos a sanarla, traemos el amor y la realización a nuestras vidas.

Gran parte del crecimiento interior proviene del trabajo con los miedos: el miedo a afirmar nuestra creatividad, miedo a la perdida, miedo al castigo, a la crítica y al juicio, miedo al rechazo y a la soledad, miedo a la supervivencia, a que te desenmascaren, al fracaso, al éxito, a la intimidad, a la confrontación, a la ira, a perder el control….

El miedo es el asunto mas esencial para trabajar en nuestra vida: cuando se le niega e ignora se le relega al fondo de la mente, desde donde ejerce un efecto poderoso y muchas veces paralizante en nuestras vidas.

Intentamos cubrirlo con toda clase de compensaciones y adicciones, mientras se mantenga como una fuerza escondida puede causarnos ansiedad crónica, sabotear nuestra creatividad, puede volvernos rígidos, suspicaces u obsesionados con la seguridad, puede anular nuestro esfuerzo por encontrar el amor…. pero si podemos amigarnos con el, sacarlo a la luz, investigarlo con intensidad y compasión, puede transformarnos, abriéndonos a una profunda vulnerabilidad y auto aceptación.

El miedo afecta y muchas veces domina, todos los aspectos de nuestra vida, nuestra manera de hablar, de trabajar, de comer, de relacionarnos, de crear e incluso respirar. Es algo que se encuentra de forma permanente y que intentamos ignorar, superar e incluso alejar.

El viaje de regreso al espacio interior que hemos perdido, se puede resumir en el siguiente mapa:

Imagínate que estas de pie en el centro de un gran circulo dividido en tres anillos: un anillo exterior, uno medio y otro interior. Estos círculos radian desde ti hacia fuera. Al anillo exterior le llamaremos capa de protección: este es el hogar del adulto compensado.

El segundo anillo es la capa de sentimientos y la vulnerabilidad, el hogar del niño vulnerable.

Y el centro es el núcleo del ser esencial y el hogar del testigo. Ahí nos encontramos con nuestra energía fluida y espontánea, y podemos mirar todo lo que sucede dentro y fuera de nosotros con amplitud y objetividad. Es su forma más elevada, un estado de armonía con nosotros mismos y con la vida, es el centro de unidad con la existencia, del que hablan los místicos.

El viaje de sanación es llegar a ese núcleo interior.

La mayor parte del tiempo estamos en la capa exterior, la de protección es un estado de control donde estamos protegidos (hasta cierto punto) de nuestros miedos y muy raramente nos damos cuenta que estamos allí, se nos ha hecho familiar y vivimos allí de manera inconsciente, no porque lo elijamos. A menos que realicemos un trabajo interior, podemos pasarnos allí la vida entera. La mayor parte de la gente lo hace.

Vivir en la capa de protección es algo seguro, conocido y sin peligro, pero a la vez vacío y de una forma u otra la vida comienza a indicarnos que algo va mal, cuando nos aventuramos a entrar en la capa de la vulnerabilidad y los sentimientos, nos llegan recuerdos de tiempos pasados y sentimientos de traición (cuando no se respetó nuestra vulnerabilidad), por estos recuerdos, nos asusta ir allí por lo que una parte de nosotros intenta evitar sentir ese dolor y ansiedad, manteniéndonos en lo seguro y conocido.

Otra parte de nosotros sabe que para completar nuestro viaje de vuelta al núcleo, no nos queda otra alternativa que investigar la capa del medio.

Una energía desconocida y misteriosa nos empuja hacia el centro, respondiendo a una llamada que proviene de nuestro ser superior, y esa parte tiene el valor para enfrentar el dolor y el miedo intrínsecos en el hecho de reclamar nuestra vulnerabilidad.

Nos movemos constantemente entre esas dos fuerzas opuestas: una nos mantiene inconscientes pero seguros, la otra nos inclina hacia lo desconocido y hacia una verdad mas profunda.

Dr. Thomas Trobe




ACOMPAÑAMIENTO EN PROCESOS TERAPÉUTICOS

CONSULTA PRESENCIALES - CONSULTAS SKYPE


Juana María Martínez Camacho

Terapeuta Transpersonal
Terapeuta Acompañante en Bioneuroemoción
Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
(Cellular Memory Release)
Anatheóresis (Psicoterapia Regresiva Perceptiva)
Formación Internacional en Psiconeuroinmunoendocrinología
(IPPNIM)
Yoga Terapéutico Integral
Especialista en técnicas de reducción del estrés (Mindfulness- Meditación-
Coherencia Cardíaca- Relajación Guiada, Visualización, Concentración, Contemplación)
Terapias Naturales Holísticas (Quiromasaje, Reiki, Reflexoterapia, Osteopatía
Craneosacral y Visceral, entre otras…)

www.centroelim.org                Telf.- WhatsApp 653-936-074




Verdad


Mis juicios me impiden ver lo bueno que hay tras las apariencias. Wayne W. Dyer.

“¿Te has quedado sin aquel trabajo?, ¡Qué mala suerte tienes! ¿Ha muerto tu padre? ¡Qué desgracia! ¿Has perdido dinero? ¡Qué calamidad! ¿Te han diagnosticado el tumor? ¡Qué horror!, ¿Te sientes abandonado?, ¡No puede ser!, ¿Que tienes que dejar la casa en la que vives?, ¡Qué espanto!, ¿Que tienes que perder?... Es un desgraciado... aquél es listo... ella es una infeliz... aquella es maravillosa... una carrera inadecuada... una vocación errada... una noticia terrible... una nota inmerecida... una cita desastrosa... una oportunidad perdida... un beso sin alma “


Un anciano posee 7 yeguas que alquila para vivir.

Un día se le escapan y el pueblo le dice, “¡qué desgracia! ¡qué mala suerte!” el anciano contesta “puede ser... puede ser”.

Al poco tiempo las yeguas bajan de las montañas y vuelven al calor de los establos, pero con 7 caballos salvajes que las acompañan y aparean.”¡Qué bendición! ¡qué buena suerte!” dice el pueblo. El anciano contesta, “puede ser... puede ser”.

Al tiempo, su único hijo se rompe los huesos domando a los nuevos caballos recién llegados. “¡Qué horror! ¡qué terrible!”, dice el pueblo. El anciano contesta, “puede ser puede ser”.

Al tiempo, estalla la guerra y el chico que permanece inmóvil, no es reclutado para luchar en el frente.” ¡Qué bendición! ¡la gracia del cielo lo protege!”, dice el pueblo. El anciano contesta, “puede ser... puede ser”...



Se dice que “El Universo escribe recto con líneas torcidas”. Líneas, a veces sinuosas, a través de las cuales el Plan Evolutivo se despliega. Todo ocurre causalmente, que no es lo mismo que casualmente, es decir, respondiendo a causas conocidas y desconocidas.

Nada de lo que nos pasa es estéril y en realidad, todos los acontecimientos tienen su intencionalidad evolutiva por contradictorios o estériles que parezcan. Intuimos que la vida es aprendizaje, y desde tal perspectiva no hay noticias esencialmente buenas o malas, ya que tal aprobación o condena es interpretación no sólo parcial, sino también transitoria.

Para ser consciente del alcance y la intención evolutiva de los acontecimientos que nos afectan, conviene preguntarse, “¿en qué me beneficia esta situación?, “¿qué hay detrás de esta noticia?”, “¿qué voy a aprender en esto que se avecina?”, “¿cuál es el mensaje que este inesperado hecho anuncia?”

Lo primero que nos llega, es la superficie y la piel de las cosas. Sin embargo, la trans-aparencia es lo que va más allá, la intencionalidad que subyace tras la apariencia. Se puede ser muy vistosa por fuera y muy descuidada por dentro. Se puede tener un coche muy bonito y vivirse en una mente ansiosa. Se puede mandar mucho a diversas gentes y morir de sed de amor y pertenencia. Una copa preciosa no siempre contiene un vino de cosecha...

La pérdida de un ser querido, a veces, pone en marcha un gran cambio cuyo camino madura a la propia persona y abre la conciencia.

La pérdida de un trabajo puede suponer la liberación de unos moldes ya aprendidos y el comienzo creativo de una visión más amplia.

Una enfermedad, a menudo, trae la renovación de muchas costumbres y el cambio de vida que uno anhelaba.

El suceso llega. Más tarde, nuestra mente espera atenta mientras la vida fluye llena de aperturas que alivian la presión del alma. El milagro sucede cuando atestiguamos lo que sucede y confiamos en la acción inesperada.

Ante la llegada de la supuesta desgracia, suspendamos el juicio y mantengamos plena atención a la intuición que sutilmente señala.

Pronto comprobaremos que tras la perturbación, el Universo habiendo roto el viejo orden, puso en nuestra vida posibilidades insospechadas.

J.M.Doria



jueves, 28 de diciembre de 2023

¿Porqué aprender a liquidar las situaciones pendientes?


La mente debiera funcionar como un registro y un transformador de entradas y salidas: percibo una situación que llega hasta el fondo; la mente entiende el significado de la situación y provoca una respuesta del fondo total a la situación.

En el niño pequeño ocurre a cada momento hay una entrada hasta el fondo y una salida de éste totalmente completa, adecuada a la situación, es decir que la situación no deja residuos porque la respuesta es completa. Pero precisamente el proceso en la infancia por el cual yo me adhiero a un modelo que trato de cumplir y luego me identifico con la idea que me hago de mí, hace que haya un montón de cosas que yo no puedo expresar o que trato de no admitir. Es decir, interviene una censura constante, lo mismo de lo que me viene del exterior y de lo que tiende a salirme del interior.

Todo esto hace que este funcionamiento libre y completo, total, deje de funcionar, así entonces vayan quedando dentro de nuestra mente profunda (inconsciente) una cantidad, sea de ideas, sea de emociones, sea de energía vital, en forma de protestas, en forma de resentimiento, en forma de deseos, en forma a veces de ideas muy buenas, de aspiraciones muy buenas.

De manera que lo mismo hay cosas en el lenguaje corriente podemos llamar buenas, como malas, que han quedado dentro porque la censura no ha permitido que salgan, y eso hace que haya unas situaciones que han quedado interrumpidas, que han quedado a medio vivir, y esas situaciones a medio vivir, están empujando desde dentro para acabarse de vivir, porque lo natural es la vida total.

Cuanto más cosas hay, mayor es el esfuerzo que he de hacer para evitar que salgan, lo cual equivale a decir: ”cuanto mayores presiones tengo, con mayor tensión vivo”, porque ese esfuerzo para que no salgan es el que crea la tensión: tensión mental, tensión emocional y tensión física.

Yo no tengo libre acceso al fondo central que soy si no limpio, si no vacío, si no liquido todas esas cuentas pendientes que hay en mi interior, y esto es una necesidad natural. Yo puedo vivir con todo eso a cuestas, pero un día u otro, aunque sea al dejar el cuerpo físico, todo eso tendré que revivirlo en un intento de liquidarlo, y esto es lo que constituyen los estados post-mortem, que se llaman a veces de cielos o infiernos intermedios o el purgatorio.

Es revivir todas las cosas que están pendientes porque entonces desaparece la censura, la capacidad de censurar, o por lo menos disminuye mucho y todo lo que está dentro empujando tiende a salir.

Las cosas que no he vivido, que no he acabado de vivir ¿porqué no las he acabado de vivir?. Porque mi mente consciente ha dicho no, ha censurado, ha dicho: “prohibido”, sea porque no está de acuerdo con la moral aceptada, sea porque yo tengo miedo de sentirme mal o porque se opone al modelo ideal que yo me he hecho de mi mismo. Por una u otra razón la cosa ha quedado interrumpida por un gesto de contracción mental que quiere decir “no”. El “sí” quiere decir apertura, el “no” quiere decir contracción.

Se trata de que viendo la necesidad de vivir toda mi verdad, en lugar de decir “no” a la situación yo le diga “si”. Se trata del gesto interior por el cual yo acepto vivir todo aquello que está pendiente, sea agradable o desagradable, por una exigencia de vivir toda mi verdad, de ser sincero, de ser yo de una pieza.

El modo concreto de proceder es: en una situación de tranquilidad, de relajación, evocar la situación, una situación que uno recuerde, que sea la más dura, aquella situación que ha dejado en mí como una carga, un peso, y que de algún modo está lastrando toda mi vida. Tal vez el caso de resentimiento hacia la madre porque uno no ha recibido el afecto y comprensión que esperaba sino quizá lo contrario, y entonces, eso es un peso que está dentro o puede ser cualquier otra situación. Entonces se trata de revivir la situación. Y revivir la primera, la más antigua, la inicial, la más profunda si uno se acuerda. Si no, partir de lo que uno recuerda, y permitir, manteniéndose muy conciente, que esa situación adquiera en mi mente toda la fuerza que tenía en su momento.

Se trata, pues, no solamente de recordar, sino también sentir lo que va junto con el recuerdo. Esta fase del sentir es fundamental. Veréis que cuando uno empieza a evocar la situación y a permitirse sentir viene inmediatamente una tendencia a cerrar o a reaccionar en contra, que es lo que hemos estado aprendiendo a hacer toda la vida, desde pequeños, y ahí es cuando, estando alerta, debemos decir “no”. Ante esa situación no debo quejarme, no debo agredir, no debo cerrarme y huir, debo vivir la situación del todo y aceptar el malestar que produzca. Es aceptar aquella realidad tal como está grabada dentro.

Esto, a veces, puede ser muy difícil porque dentro puede estar registrado como algo muy penoso, muy desagradable, y se trata de que, en la medida que yo pueda, acepte vivirlo. Aceptar simplemente, que no es interpretar, no es justificar; simplemente aceptar vivir, que es lo que yo no acepté en su momento.

Cuando yo voy permitiéndome sentir todo, sin reaccionar agresivamente, sin huir, entonces llega un momento en que, después de pasarlo mal y permitir que este pasarlo mal lo viva abierto, con sinceridad, a fondo, curiosamente desaparecerá el malestar. No porque yo lo elimine, lo borre, lo inhiba, sino porque desaparece.

Cuando yo permito que una experiencia se viva desde el fondo, el fondo la absorbe y la liquida completamente, tanto la idea como la carga emocional y el dolor. El fondo tiene el poder de absorber y diluir definitivamente toda experiencia. Es porque no hemos permitido que la experiencia penetrara hasta el fondo por lo que ha permanecido en nosotros. Se trata de abrir la mente, lo cual quiere decir aceptar vivir la cosa como idea, como imagen, como sentimiento, como dolor, como placer, lo que sea; libremente. Y cuando yo lo admito y me mantengo así, aquello que estaba detenido dentro fluye hasta el fondo y se diluye definitivamente.

Antonio Blay Fontcuberta

domingo, 17 de diciembre de 2023

El Enfoque del Terapeuta Transpersonal


 El Terapeuta Transpersonal, se basa en dos enfoques fundamentales: El Trabajo Psicológico, y la Práctica Espiritual. Ambos enfoques, son necesarios, porque una cosa es la realización espiritual, “iluminación”, o sea el reconocimiento de nuestra naturaleza esencial, y otra es la integración, la actualización en la vida diaria de esto que somos (Esencia, Ser).

El trabajo espiritual , puede provocar una apertura profunda, que temporalmente nos libera de los condicionamientos, pero luego se vuelve a chocar con la reactividad emocional, los condicionamientos, la manera de funcionar mecánica y habitual, porque hay problemas psicológicos irresueltos, hay material inconsciente que puja por salir y nos hace actuar mecánicamente, impulsivamente, atrayendo las situaciones que se alinean con todos estos problemas psicológicos que no llegan a resolverse con la práctica espiritual, y que requieren de un trabajo psicológico.

Hay varios grados de realización espiritual, a veces, son sólo experiencias aisladas, pero otras, son experiencias más estables, que nos transforman totalmente. 
Pero en estos últimos casos, aunque se haya desarrollado una gran claridad, visión, poder interno, quedan enteros irresueltos una gran cantidad de complejos, impulsos reprimidos durantes años, zonas inconscientes a la que la realización no llega, no le afecta, e incluso, a veces, esa realización, llega a reforzar viejas defensas y a utilizar la espiritualidad para escapar de las responsabilidades del mundo (bypass espiritual), y en casos, para manipular con el título de “espiritual” a las situaciones, personas, fomentando la separación, el distanciamiento.

La realización, no necesariamente va acompañada de la liberación, no transforma en sí misma la totalidad de nuestro ser, al no afectar las dimensiones del inconsciente.

El desarrollo espiritual, abarca dos aspectos:

** La realización, por un lado como acceso a la lucidez y a la transformación y aplicación de esa lucidez a nuestra vida diaria concreta.

** El trabajo psicológico, en el que se ayuda a alumbrar esas zonas oscuras de nuestra personalidad condicionada para tornarla permeable al ser superior, en este sentido es de gran ayuda y un complemento a la integración.

Pero se debe tratar de una terapia amplia, que ayude a desbloquear contracciones corporales, que nos ayude a purificarnos y acceder a energías más elevadas.

El trabajo espiritual, desidentificación de la personalidad y el despertar al Ser, es mucho más amplio que el trabajo psicológico, sin embargo es necesaria la integración psicoespiritual.

En la realización, la personalidad se dirige hacia el ser, liberando al yo condicionado.

En la transformación, se va integrando esa realización en los condicionamientos de nuestro cuerpo/mente hasta lograr impregnar toda nuestra vida a nivel personal y en la interacción interpersonal, convirtiéndose nuestra personalidad en un receptáculo limpio de la Verdad.

El trabajo psicológico apunta a la verdad relativa en lo personal, humano, en las relaciones con las personas, ayuda a desmontar las estructuras del yo, las identificaciones, los condicionamientos en los que se encuentra atrapada nuestra consciencia.

La práctica espiritual busca trascender estas estructuras, condicionamientos, etc., y revelar la vacuidad, nuestra esencia, de donde está surgiendo todo.

Así como la forma y el vacío no pueden separarse, el trabajo espiritual y el psicológico son dos facetas indivisibles.

En occidente, la cultura, la educación del niño, provocan una desconexión del fondo que somos, al ir formándose la estructura del ego, al ir instalándose los “modelos” de cómo debe ser el niño, cómo debe actuar, sentir, pensar…los condicionamientos, que hacen que el niño se distancie cada vez más de su esencia, de lo que es, de la fuente, perdiendo espontaneidad…, por ello es necesario , indispensable un trabajo psicológico, para conocer y desmontar la estructura de la personalidad de una manera gradual, eliminando, comprendiendo, soltando las imágenes falsas de sí mismo, lo que no somos, los autoengaños, las proyecciones, conociendo los mecanismos de defensa emocional, para luego trascenderlos y reconectar con el fondo, y permitir que cada vez más se exprese la esencia que somos a través de la forma.




viernes, 13 de octubre de 2023

¿Qué nos ata al sufrimiento?


 Ser plenamente humano significa tender puentes entre la tierra y el cielo, entre la forma y el vacío, entre la materia y el espíritu. Y nuestra humanidad se expresa en el corazón, en la profundidad y la ternura que se abre en la intersección entre esos dos polos.

Welwood John


Según muchas tradiciones espirituales, existen tres tendencias básicas que nos mantienen atados a la rueda del sufrimiento:

- 1º la tendencia a rechazar lo que nos resulta difícil o doloroso, la tendencia a identificarnos con algo sólido que nos proporcione consuelo y seguridad y la tendencia a insensibilizarnos para no experimentar, de ese modo los problemas inherentes al placer y al dolor, a la pérdida y a la ganancia.

El bypass espiritual es un síntoma de la primera de estas tendencias, la tendencia a huir de lo que nos resulta difícil o desagradable. El ego débil -el ego que no se siente lo bastante fuerte como para afrontar las dificultades busca el modo de eludir los sentimientos. Así pues, el intento de escapar de los problemas no resueltos de la personalidad condicionada constituye uno de los principales peligros del camino espiritual, sobre todo para los occidentales modernos.


- 2º- la tendencia a la identificación y el estancamiento suele ser una de las trampas más sutiles de la psicoterapia. Hay personas que encuentran tan fascinante escarbar en sus sentimientos, arquetipos, sueños y relaciones, que permanecen continuamente absortos en su mundo psicológico. 
Y es que el hecho de considerar al trabajo psicológico como la culminación del viaje puede abocar a un callejón sin salida que no haga sino alentar el egocentrismo. 
Como dijera Freud en cierta ocasión, nunca llegaremos a drenar por completo el pantano: por esto, el hecho de centrar desproporcionadamente nuestra atención en los estados o conflictos internos de la estructura de nuestra personalidad puede convertirse en una trampa sutil que nos impida trascenderla.


- 3º- la tendencia a insensibilizarnos tanto de nuestra experiencia personal como de nuestra vocación espiritual, es una de las trampas más comunes de nuestra sociedad. Todos nosotros tenemos una parte a la que le gustaría ocultarse y pasar la vida realizando el menor esfuerzo posible. 
Esto es, precisamente, lo que conduce a las dependencias tan frecuentes en Occidente -como la dependencia de la televisión, de los espectáculos deportivos, el consumismo, el alcohol y la drogadicción formas de adormecernos y evitar así afrontar las dificultades de la vida.


Las tres dimensiones de la condición humana de las que habla la filosofía china tradicional -el cielo, la tierra y el ser humano pueden ayudarnos a sortear estos tres grandes peligros: el bypass espiritual, la absorción egocéntrica en uno mismo y la distracción que conduce a la insensibilización.

Dicho en palabras muy sencillas, somos seres que permanecemos erguidos con los pies sobre el suelo y la cabeza orientada hacia el cielo. Nuestros pies se asientan en la tierra y no tenemos más remedio que permanecer donde estamos, lo cual implica la necesidad de respetar el mundo y a nosotros mismos en el plano horizontal, algo que trata de eludir el bypass espiritual. Este es el principio terrenal.

Pero nuestra cabeza también se halla simultáneamente orientada hacia el cielo que nos rodea y nos permite ver cosas que se hallan mucho más allá de los intereses y preocupaciones ligadas a la supervivencia inmediata, como el horizonte, las estrellas, los planetas y el espacio inmenso que rodea la Tierra.

A pesar del aparente significado de las preocupaciones terrenales, basta con ascender tres mil metros para que las cosas empiecen a perder parte de su importancia. Y, si todavía subimos más arriba –como hacen los astronautas-, todo acaba convirtiéndose en una mancha diminuta.

Cuanto más ascendemos verticalmente -algo que nuestra conciencia siempre puede hacer—, más nos adentramos en el espacio insondable. Y es que la conciencia humana no pertenece tan sólo a esta tierra, y nuestra vida sólo cobra sentido en el trasfondo que le proporciona el espacio infinito. Éste es el principio celestial.

Cuando no prestamos la atención debida a estas tres dimensiones, nuestra vida se distorsiona y desequilibra.

Si sólo nos ocupamos de las cuestiones ligadas a la supervivencia y a la existencia inmediata acabamos pegados a la tierra y hundiéndonos en el fango".

Si, por otra parte, no tenemos adecuadamente en cuenta nuestras necesidades terrenales, acabamos desconectándonos de la tierra y perdiéndonos con la cabeza en las nubes.

Si, por último, tratamos de dejar de lado nuestra ternura, acabamos atrapados en la coraza del carácter que desarrollamos para proteger nuestros vulnerables centros sensibles. Y es que, aunque no tengamos el caparazón del armadillo ni las púas del puerco espín, nosotros desarrollamos las defensas del ego.

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viernes, 15 de septiembre de 2023

El dolor como parte de la vida

 

Hay creencias que restringen y creencias que expanden, creencias que nos tornan impotentes y creencias que nos dan el poder de cambiar nuestra vida. Hay creencias que construyen salud y hay otras que la destruyen, entre estas últimas se encuentra una muy arraigada en la mayoría de las personas: la creencia de que el dolor debería desaparecer de nuestra vida. Nos negamos, nos resistimos y al resistirnos, sufrimos más. Pero el dolor y las pérdidas son parte esencial de la vida.

Quien puede experimentar la tristeza con dignidad, sin pelear contra ella (“esto no puede estar pasando”), sin negarla (“aquí no ha pasado nada”, “no tengo que llorar”), sin agregarle sufrimiento (“¿por qué?, ¿qué hice para merecer esto?, ¿en qué me equivoqué?”), se dobla pero no se quiebra.

Cuando nos abrimos al dolor con toda nuestra humanidad y nos rendimos ante él, el mismo dolor nos sana, nos eleva al punto de trascenderla, siendo transformados por él. El dolor se convierte así en nuestro gran maestro.

En el dolor no hay mente, es dolor. Se caen las máscaras y las corazas, somos dejados solos en el misterio de ser. Estamos frente a frente con la realidad.

Para estar dispuestos a explotar la realidad tenemos que estar preparados para cometer muchos errores, debemos ser capaces de arriesgarnos, podemos perdernos, pero es así como llegamos a un nuevo destino, perdiéndonos muchas veces, aprendemos como nos extraviamos, cometiendo muchos errores, llegamos a saber lo que es un error, nos acercamos más y más a lo que es la realidad.

Se trata de una exploración individual, no puedes partir de las conclusiones de los demás, la realidad es una experiencia, no una creencia.

Nunca se encuentra la realidad estudiándola: la realidad hay que confrontarla, hay que encararla.

Así también hay que encarar el dolor. Para sanar el dolor, debemos hundirnos en lo profundo, en la oscuridad de las raíces, donde surge la vida. Nos resistimos a ir hacia abajo, elegimos quedarnos en la superficie, buscar soluciones con la mente caótica, que prefiere podar las ramas marchitas o enfermas y hacerlas desaparecer. “si no se ve, no existe”, creemos ingenuamente. Pero el dolor no se puede ocultar.

Experimentar la tristeza con integridad es un acto de máxima fortaleza. Quien se oculta detrás de la máscara queriendo mostrar que “aquí no pasa nada”, quien se cree o pretende ser invulnerable, cuando se quiebra le será muy difícil recuperar su integridad.

En cambio, al abrirnos a la sensación de pérdida y experimentar la emocional natural de la tristeza, nos tornamos vulnerables y desde ese sentir aceptamos lo que es, renunciando a su permanencia. Así la energía psíquica resultante, se dirige hacia la toma de decisiones que nos harán modificar el curso de lo vivido.

Lo que no es aceptado, no puede ser cambiado. Esto muestra claramente un principio básico de la acción correcta: jamás podre cambiar o modificar algo si no lo acepto primero.

Recordemos que cuando elegimos cerrar el corazón al dolor, recurriendo a mecanismos de evitación, también lo cerramos frente a la alegría y el gozo.

Si aprendemos a abrir el corazón al dolor, el proceso es tan extraordinario como milagroso, y no se trata de creerlo, sino de experimentarlo.

Las heridas que nos hacen sufrir, no están destinadas a destruirnos, si las asumimos e integramos, contribuyen a nuestro crecimiento y nos tornan capaces de transmitir a los demás la riqueza de nuestra humanidad.

Un conocimiento profundo de nuestro propio dolor permite convertir la debilidad en fuerza, para ofrecer la propia experiencia como fuente de sanación a otros que también están sufriendo. Entonces ya no hay espacio para lamentarse, la queja o la auto-conmiseración.

La posibilidad de acoger, acompañar y hermanarnos hace que todo cobre sentido, incluso el dolor. Este, como experiencia de la desnudez y fragilidad humana, se torna promesa de un bien mayor.

Es un estado de conciencia superior, es el reino del servicio. Para alcanzarlo, es imperativo aceptar y atender las propias heridas, de modo de adquirir la libertad que nos permite acercarnos a las heridas de los demás sin sentirnos amenazados. Desde este espacio nos transformamos en sanadores heridos, verdaderos seres humanos que aprendieron a hacer de sus límites y sufrimientos una fuente de sanación para los demás.


“Solo el doctor herido puede curar.” Jung.


Para salir de la zona de sufrimiento:

1- Reconocer que no somos los únicos que sufrimos. Lo logramos cuando dejamos de mirarnos el ombligo y podemos expandir el foco de lo que somos capaces de ver.

2- Darnos cuenta y reconocer que hay otros seres humanos que sufren más que nosotros

3- Pasar a la acción, hacer algo para mitigar el sufrimiento de los demás

El servicio actualiza el potencial de la conciencia humana que todos compartimos, es el portal de entrada al universo del alma. Tiene en si la capacidad de transformar el amor al poder en el poder del amor, otorgándonos una mirada nueva y más compasiva de nosotros mismos y del mundo en el que vivimos.

Permite trascender el imperio de la mente, para presenciar la transmutación del sufrimiento hacia la compasión y el amor incondicional.


La sanación sigue a la conciencia. Donde hay conciencia profunda, hay compasión. Este es el territorio del milagro, sentirnos uno con el otro, identificarnos con una visión más amplia de nuestra existencia humana para liberarnos del limitado concepto de nosotros mismos.


El servicio se convierte en el camino más seguro para sanarnos y construir un mundo más justo y verdaderamente humano.



Descalzo y en amor camina siempre hacia adelante, sin mirar hacia atrás. En el templo de la vida sostenido por los pilares del Sí y del No,

entre la luz y la oscuridad, con coraje para enfrentar lo que hay que enfrentar,

con disciplina para aprender lo que es necesario aprender

y con humildad para equivocarse.

S. M. Maruso

viernes, 1 de septiembre de 2023

Amor

 


En la medida en que amamos nos convertimos en aquello que amamos. El amor tiende a unificar a amalgamar, a hacer una unidad de lo que aparecía como diverso, porque nos conduce al fondo y el fondo es realmente común. Por eso el amor, no se debe confundir con la intensidad de un sentimiento, pues es mas bien la profundidad del sentir. Es la profundidad la que nos transforma, y no la intensidad por sí sola. La intensidad viene determinada por un canal muy energético, y entonces puede darse un amor muy intenso aunque poco profundo. Se vivirán grandes cosas, pero del mismo modo que se viven, desaparecen. Lo que da estabilidad al amor no es la intensidad, sino la profundidad.

El acto de amor auténtico consiste en aprender a vivir, a amar, cada vez mas profundamente, mas genuinamente, mas desde el fondo, y esto es lo que nos va conduciendo hacia el centro. La intensidad y la profundidad pueden ir unidas, pero también pueden no ir unidas. En la profundidad siempre hay intensidad, pero en la intensidad no siempre hay profundidad.

- En eso que estás diciendo ¿resultará que hemos de amar también a las personas que nos son hostiles, aunque en ellas no veamos amor?

- Es que el amor depende de ti, no del otro. Si el amor depende del otro, entonces ¿qué amas?, no amas al otro, amas que él hace, lo que te da.
El amor eres tú. Sé tu mismo amando, y cuanto mas profundamente ames, más tú mismo serás. Pero ahora el amor es una transacción mental: me conviene, no me conviene, me cae bien, etc., y eso no es amor.

- He entendido que hemos de amar a todas las personas de la misma forma, y a mí me parece que no es posible.

- He dicho que el amor es uno, y en la medida en que ese amor está actualizado en nosotros, está ahí siempre, indistintamente. El problema es que como yo no estoy viviendo allí donde el amor es, sino que estoy metido en la mente por mi funcionamiento defectuoso, entonces confundo el amor con mis ideas de valor de las personas. Y a unos les digo que sí, y a otros que no, en función de cómo concuerdan con mi escala de valores, con mi comparación, con mis exigencias, con mis modelos. Pero si yo viviera el amor en su sitio, me daría cuenta de que hay un amor total, indistinto, indiscriminado, para todo el mundo y para todas las cosas.

- ¿Entonces deberíamos amar a todos los seres de la misma manera?

- En efecto. No podemos amar a dos seres de una manera distinta puesto que el amor es Uno, y eso es lo que somos. Si yo soy auténticamente yo, amaré indistintamente, con un amor total, aunque luego exprese ese amor de un modo diferente de acuerdo a mi inteligencia y mi visión de cada una de las situaciones. Pero una cosa es la expresión, como yo expreso el amor, y otra cosa es el amor que yo vivo.
El amor es uno, no es múltiple. El amor no es que sea grande para algunas personas y pequeño para otras. El amor es una realidad, es una luz encendida, es un sol, es un volcán que está dentro, y el volcán sigue siendo el mismo en todo momento. El problema es que no vivimos el amor donde está, sino a través de la mente, y es la mente la que está diciendo a este sí y a este no, este es bueno y este es malo, este me ayuda y el otro es enemigo.
De este modo se da la paradoja de que viviendo el amor con unos seres, se vive odio o indiferencia respecto a otros.

- Yo siento el amor por unas determinadas formas, esto no encaja…..

- El amor en sí no tiene forma. El Amor en sí es Plenitud, la forma se la da la mente. El amor es un sentir, no es un pensar. Vive el amor en el sentir, mantente atento a ese sentir y descubrirás que ese amor es una totalidad en sí que no tiene formas.

- Entiendo que el amor es darse, pero nosotros sólo amamos en la medida en que somos correspondidos.

- El amor para nosotros, es como si fuera algo que damos al otro, se vive así, en un sentido siempre transitivo, relacional. La visión debiera ser otra.
Cuando uno trabaja interiormente, descubre que es de otro modo. El amor no es que yo lo tenga, que sea una cosa que pueda dar o no dar. El amor soy yo mismo. El amor es mi fondo. Y amar a una persona significa que sea yo mismo desde el fondo en relación con la otra persona. El amor no es una sustancia que yo de, que a uno doy y a otro no doy, a uno doy mas y a otro menos. El amor es mi naturaleza profunda, y amar a una persona es ser uno mismo profundamente abierto en relación con ella.
Si intuyes esa visión, verás como cambia tu sentido del amor. Por eso digo que cuanto más amas, más tú mismo eres. Y que al amar, nunca le estás haciendo un favor al otro, es el otro el que te está haciendo un favor a ti, por permitirte ser mas tu mismo.
Pero como esto se vive a través del yo-idea que está juzgando, valorando, calculando lo que puede conseguir, dice: “yo te amo si….” Y entonces es cuando viene el drama, porque el otro dice que sí… y luego pasa a decir que no.

Antonio Blay
Despertar y sendero de realización


viernes, 30 de junio de 2023

El amor no duerme


Donde hay amor no hay deseos. Y por eso no existe ningún miedo. Si amas de verdad a tu amigo, tendrías que poder decirle sinceramente: "Así, sin los cristales de los deseos, te veo como eres, y no como yo desearía que fueses, y así te quiero ya, sin miedo a que te escapes, a que me faltes, a que no me quieras." Porque en realidad, ¿qué deseas? ¿Amar a esa persona tal cual es, o a una imagen que no existe?

En cuanto puedas desprenderte de esos deseos -apegos, podrás amar; a lo otro no se lo debe llamar amor, pues es todo lo contrario de lo que el amor significa.

El enamorarse tampoco es amor, sino desear para ti una imagen que te imaginas de una persona. Todo es un sueño, porque esa persona no existe. Por eso, en cuanto conoces la realidad de esa persona, como no coincide con lo que tú te imaginabas, te des enamoras.

La esencia de todo enamoramiento son los deseos, que generan celos y sufrimiento porque, al no estar asentados en la realidad, viven en la inseguridad, en la desconfianza, en el miedo a que todos los sueños se acaben, se vengan abajo.

El enamoramiento proporciona cierta emoción y exaltación que gusta a las personas con una inseguridad afectiva y que alimentan una sociedad y una cultura que hacen de ello un comercio.

Cuando estás enamorado no te atreves a decir toda la verdad por miedo a que el otro se desilusione porque, en el fondo, sabes que el enamoramiento sólo se alimenta de ilusiones e imágenes idealizadas.

El enamoramiento supone una manipulación de la verdad y de la otra persona para que sienta y desee lo mismo que tú y así poder poseerla como un objeto, sin miedo a que te falle.

El enamoramiento no es más que una enfermedad y una droga del que, por su inseguridad, no está capacitado para amar libre y gozosamente.

La gente insegura no desea la felicidad de verdad; porque teme el riesgo de la libertad y, por ello, prefiere la droga de los deseos. Con los deseos vienen el miedo, la ansiedad, las tensiones y..., por descontado, la desilusión y el sufrimiento continuos. Vas de la exaltación al desespero.

¿Cuánto dura el placer de creer que has conseguido lo que deseabas?

El primer sorbo de placer es un encanto, pero va prendido irremediablemente al miedo a perderlo, y cuando se apoderan de ti las dudas, llega la tristeza.

La misma alegría y exaltación de cuando llega el amigo, es proporcional al miedo y al dolor de cuando se marcha... o cuando lo esperas y no viene... ¿Vale la pena? Donde hay miedo no hay amor, y podéis estar bien seguros de ello.

Cuando despertamos de nuestro sueño y vemos la realidad tal cual es, nuestra inseguridad termina y desaparecen los miedos, porque la realidad es y nada la cambia. Entonces puedo decirle al otro: "Como no tengo miedo a perderte, pues no eres un objeto de propiedad de nadie, entonces puedo amarte así como eres, sin deseos, sin apegos ni condiciones, sin egoísmos ni querer poseerte." Y esta forma de amar es un gozo sin límites.

¿Qué haces cuando escuchas una sinfonía? Escuchas cada nota, te deleitas en ella y la dejas pasar, sin buscar la permanencia de ninguna de ellas, pues en su discurrir está la armonía, siempre renovada y siempre fresca. Pues, en el amor, es igual. En cuanto te agarras a la permanencia destruyes toda la belleza del amor.

No hay pareja ni amistad que esté tan segura como la que se mantiene libre. El apego mutuo, el control, las promesas y el deseo, te conducen inexorablemente a los conflictos y al sufrimiento y, de ahí, a corto o largo plazo, a la ruptura. Porque los lazos que se basan en los deseos son muy frágiles. Sólo es eterno lo que se basa en un amor libre. Los deseos te hacen siempre vulnerable. 
A. De Mello



jueves, 22 de junio de 2023

Regular las emociones desde la Atención Plena- Mindfulness


Regular las emociones es el próximo paso en la evolución humana. Instituto HeartMath

Hasta ahora, parecía que la relación con nuestras emociones podía establecerse únicamente a través de la expresión o de la represión; la expresión -si es inconsciente y reactiva- puede dañar a los demás, y la represión me hace daño a mí mismo.

Ahora bien, podemos aprender a expresar sin volcar nuestra energía en los demás, haciéndola consciente y haciéndonos responsables, o bien podemos aprender a “transmutar”; entre la expresión y la represión aparece la posibilidad de la transmutación

La “madurez emocional” es un proceso, y todo comienza por la toma de conciencia de nuestras emociones.

“Despertar a las emociones significa sentirlas, nada más y nada menos.” Jack Kornfield


Mientras nuestras emociones fluyan, podemos trabajar con ellas. En el momento en el que las interpretamos con historia, haciéndolas significar algo, las congelamos y se convierten en roca dura que bloquea nuestra fuerza vital.

Si estuviésemos dispuestos a sumergirnos en nuestros sentimientos dolorosos, el proceso sanador comenzaría automáticamente. Las emociones no son energías fijas, se transforman de manera natural y continua de una a otra.

Si evitamos sentirlas, paramos el proceso de transmutación y la energía se estanca en nosotros. Las emociones no siempre se transforman rápidamente de una a otra (aunque, de hecho, una persona emocionalmente sana puede desplegar una gran gama de emociones en un período muy corto de tiempo). La única manera en la que se transforman es con aceptación incondicional.

Debemos querer quedarnos con nuestro dolor, enfado, tristeza, etc., tanto como dure la sensación corporal.

Simplemente acepta todo lo que ocurra. Permite que cada experiencia sea lo que tenga que ser, libre de juicio y totalmente transparente.



Gestionar las emociones desde la Atención Plena

1. Parar, respirar.

Parar, llevar nuestra atención a ese movimiento emocional que emerge. Respirar profundamente. Nuestra respiración abre el espacio, ofrece nuestra disponibilidad. Posamos la atención en la respiración y en aquellas zonas del cuerpo donde la emoción se refleje. Respiramos la emoción.

2. Hacernos responsables.

Hacerse responsable es asumir cada emoción que vivimos como algo íntimo. Cada emoción surge de nuestro interior y nadie puede procesarla por nosotros. La emoción ya está presente en mí, no me es ajena. En realidad, nadie “me hace” nada, sólo “me lo mueve”. El otro solo despierta lo que habita en mí, el otro es el “despertador”.

Si no me hago responsable de mi estado interior, entonces hago responsable al otro, y entonces es cuando me convierto en su esclavo. Si mi estado interior está a merced de fuerzas ajenas a mi propio ser, también sitúo fuera de mí la libertad y el poder de transformarlo.

3. Presencia en la emoción.

Tomamos conciencia de todos los aspectos de la emoción que estamos viviendo. Nos permitimos sentirla plenamente, vivirla de manera directa, sin discurso intelectual, sin narraciones (recordamos que para que la emoción pueda ser trasformada ha de estar exenta de todo juico). Todo comienza por aprender a reconocer nuestras emociones.

A veces, éstas se presentan de manera muy difusa, muy abstracta. Podemos comenzar por lo más básico: esta emoción ¿me expande o me contrae, me abre o me cierra? Después, podemos tratar de nombrar la emoción, el mismo hecho nombrarla nos facilita reconocerla, objetivarla. ¿De qué emoción se trata? ¿Es ira, miedo, alegría, tristeza, etc.?

También podemos sentir donde se refleja en el cuerpo, podemos incluso percibir su forma, su temperatura, su densidad…

Y también podemos “darle voz”: si la emoción pudiera hablar, ¿qué diría? ¿Qué expresaría? ¿Qué es lo que está pidiendo? ¿Qué necesidad manifiesta? ¿Qué nos impulsa a hacer?

Tras reconocerla podemos abrirnos a su motivación profunda, aquello que en realidad le está confiriendo su energía. ¿De dónde proviene, qué la genera, con qué me conecta? ¿Existe otra emoción detrás de la emoción?

Observamos sin juzgar todo el proceso psicofísico que desencadena la experiencia emocional que estamos viviendo.

4. Aceptación y autocompasión.

Sea cual sea la experiencia que estamos viviendo, la aceptamos incondicionalmente. Permitimos que la emoción se exprese con libertad y absoluta legitimidad, abrimos el espacio necesario para que todo su potencial se despliegue y evolucione en nuestro interior sin restricciones.

Y si duele, nos damos cariño… Liberamos el amor y nos procuramos esa ternura capaz de aliviar el dolor que sentimos.

Thich Nhat Hanh (monje vietnamita) utiliza la imagen de una madre que consuela al niño que llora, acunándolo en sus brazos. La madre somos nosotros y el niño es la emoción que abrazamos. La madre comprende al niño, acepta lo que le pasa y lo consuela dándole su cariño. Así, el niño se calma. Esta imagen refleja maravillosamente lo que significa “darse cariño” ante una emoción dolorosa.

5. Soltar la emoción. 

Suavemente, dejamos que la energía de la emoción siga su curso naturalmente, que se atenúe, hasta que se desvanezca.

Recordar que yo soy el espacio, no la emoción, propicia este flujo natural de la energía. La respiración puede ensanchar tanto nuestro espacio interior que lo que inicialmente aparecía como un torrente desbordado se convierta en un riachuelo que atraviesa el amplio valle de la consciencia. La emoción como una pompa de jabón en nuestra espaciosidad inmensurable.

6. Actuar o no actuar. 

Todo termina en seguir “la necesidad del instante”. Según sean las circunstancias, actuaremos o lo dejaremos estar. La misma inteligencia del corazón nos ofrecerá la “solución”.

“Si logramos la transformación y encauzamiento de la energía de las emociones, seremos capaces de articular una respuesta integradora y apropiada a la situación que las originó.” Vicente Simón





martes, 28 de marzo de 2023

Inadecuación Esencial: el estigma de sentirse diferente

                                 

Se siente diferente. Se piensa diferente. ¿Se es diferente? Las personas que tienen un nivel de conciencia más desarrollado suelen no encajar en su entorno , padeciendo de un marcado sentimiento de inadecuación. Comprender la naturaleza del problema ayuda a que el individuo se acepte a sí mismo, se aprecie, y tienda a buscar pares de su misma condición.

Del otro lado del vidrio: La lucidez no reconocida como tal puede ser dolorosa. 

¿A qué se refiere esta afirmación? 

Dicen las antiguas Tradiciones de Sabiduría (o, como le llamaba Huxley, la Filosofía Perenne) que cada ser humano está compuesto de una personalidad y una esencia. La esencia es aquello que éramos aún antes de nacer, y que seguiremos siendo aún después de morir: una porción de lo Sagrado, una parte del Todo. Esa esencia, para insertarse en el mundo de la materia, se reviste de una personalidad : un conjunto de hábitos, de aprendizajes, de mecanismos necesarios para interactuar con el entorno. Y dicen estas Tradiciones que lo que acontece en función de ello es que la esencia va quedando como dormida, aprisionada por esa identidad postiza, ahogada en su frescura inicial. 

El trabajo interno de todo ser humano es el de despertar a su ser dormido, reencontrarse con su real naturaleza esencial.

Pero hay algunas personas a quienes su esencia no se les duerme del todo:

seres sensitivos, interiormente inquietos, que miran la realidad indagando su Sentido. Jamás se quedan con la percepción superficial de la vida, sino que preguntan, - se preguntan-, y, sin saber cómo, deben desarrollar destreza para navegar en sus propias aguas profundas. Pero, tal como Juan Salvador Gaviota se sentía recortado (¡y expulsado!) por su bandada, con frecuencia estos individuos no logran encajar en lo común. A veces, ya de niños o en la adolescencia hacen ingentes esfuerzos por ser "uno más". Sin embargo, no pueden: les resulta imposible renegar de su condición. Es como si una voz interna les requiriera Buscar, procurarse lucidez para hurguetear en lo más hondo de la existencia.

Hemos llamado a este conjunto de sentimientos y conductas el complejo de inadecuación esencial: se definiría como el sentimiento de la persona que, teniendo un nivel de conciencia más desarrollado que quienes lo rodean, no puede asumirlo como tal, sino que lo vive íntimamente como si esto fuera un defecto. Se siente inadecuado en donde todos parecen estar cómodos; se ve incomunicado en donde todos parecen comunicarse con códigos que no logra aprehender; se encuentra buscando los porqués profundos en donde todos transitan livianas superficialidades. Y padece su condición como si fuera un estigma, aunque secretamente puede que sepa que no tiene un defecto, sino un don: el de tener una visión más amplia, una conciencia más integral, en un mundo regido por las apariencias.

Cual si mirara la cotidianeidad a través de un vidrio, no consigue ingresar en los códigos de la mayoría de la gente, y padece de una ríspida soledad. Como el Demian de Herman Hesse, siente que no pertenecen al mundo de todos, y a su vez anhela pertenecer. No necesariamente a ese mundo: a algún mundo. 
Encontrar sus pares, sus compañeros de Bandada. Pero, ¿quiénes? ¿Dónde? De esas personas queremos hablarle. ¿De nosotros? ¿De Usted?



Los niveles de conciencia y la Inadecuación Esencial:

Según las Tradiciones de Sabiduría, no todas las personas tenemos el mismo grado de conciencia. La Humanidad, en ese sentido, estaría constituida como una pirámide.

La base de esa pirámide se conforma del grueso de la población: millones de personas cuyas vidas trascurren mecánicamente, sin grandes preguntas, sin búsqueda interna, sin sed de conocimiento. Numéricamente, son los más. En ese nivel básico de evolución, la conciencia de sí y de la realidad es escasa: se sigue el primigenio impulso vital de sobrevivir y perpetuar la especie y, con ello, las necesidades del ego aferrado a la materia. Y esto no depende exactamente del nivel sociocultural, sino de que evolutivamente aún no se ha desarrollado la capacidad de darse cuenta de cómo se es , y de cómo funciona objetivamente la Realidad.

En Oriente, a este nivel de evolución primaria se lo metaforiza como "estar dormidos" bajo los múltiples velos de la ignorancia.

Pero, como antes decíamos, hay seres cuya esencia no se ha adormecido con lo básico de la vida: personas que se preguntan para qué nacieron, que buscan, con mayor claridad o mayor confusión, cuál es el Sentido del nacer y del morir. Esos seres en proceso de Búsqueda se alinean ascendiendo a partir de la base, hacia la cúspide de la pirámide. Y cuanto más elevado es el nivel de conciencia, menor será la cantidad de individuos que estadísticamente se alineen en cada nivel, siendo ínfimo el número de personas que podrían contabilizarse en la cumbre, donde morarían las conciencias más esclarecidas.

Entre lo que sociológicamente podría llamarse "lo masivo", y el nivel de un Cristo o de un Buda (iluminación), existe, entonces, como una escalera por la que los individuos vamos ascendiendo a medida que evolucionamos .


Podríamos graficarlo así:



Los sufis tienen un antiguo aforismo que dice: 

"Dichoso el que tiene un alma; dichoso el que no la tiene; pero llanto y dolor para aquél que la tenga en embrión".



¿A qué se refieren?

A que en el extremo de menor conciencia, la inconsciencia misma obra de protección respecto del dolor existencial: se está obnubilado, atento a lo trivial, sin grandes preguntas. Y en el extremo opuesto, de mayor conciencia, el dolor ha cesado pues se está en concordancia con la Respuesta. 
Cuando no se está ni del todo dormido ni del todo despierto, se está en una situación existencialmente difícil: aún se permanece atrapado por el plano inferior, pero ya hay una lucidez que nos permite ver nuestra propia mecanicidad y la del entorno. Esto conlleva sufrimiento, y también la sensación de falta de pertenencia, de inadecuación.

Los sufis le llaman a esto "estar sentado entre dos sillas " (¡posición sumamente incómoda!).


A medida que se sube en esa pirámide evolutiva, el individuo va teniendo mayor conciencia de quién es, y de qué leyes rigen la Realidad. Pero quisiéramos señalar un punto de inflexión crítica (marcado en el gráfico por la línea horizontal roja): en la persona que se ubica allí, el centro de gravedad de su conciencia ya no está en el nivel de lo masivo, sino que "se ha despegado" de él; sin embargo, aún la claridad no es suficiente como para comprender por qué se percibe diferente, se piensa diferente, se siente diferente que la mayor parte de la gente. No se participa plenamente de los valores y necesidades del nivel de conciencia anterior, pero aún no se encuentra pertenencia respecto del nivel actual o del siguiente. Aquí es donde se experimenta inadecuación esencial de un modo agudo y doloroso.

Este fenómeno presenta al menos dos variables: puede ser que la persona haya nacido en ese nivel de conciencia, o bien que haya evolucionado hacia él a través de su experiencia de vida.

 Veamos cada una de estas variables.


El cisne avergonzado: 

Los viejos cuentos infantiles suelen contener claves cifradas que nos hablan simbólicamente de las realidades del alma.




Uno de ellos es la conocida historia del "Patito Feo": un pichón de cisne que, por accidente, había sido incubado por una pata. Al nacer, como es lógico, se crió entonces entre sus hermanos patitos, sin saber que pertenecía a una especie diferente. Más grande que el resto, más oscuro comparado con sus hermanos, su percepción de sí mismo era la de alguien inadecuado y torpe, por más que se esforzara en no distinguirse del resto. Hasta que un día sus plumas grisáceas se fueron volviendo muy blancas, su cuello se estiró grácilmente, y, al ver su imagen en el espejo del lago, se dio cuenta de que era bello, bellísimo... Más armonioso y elegante que sus hermanos, que tanto se habían burlado de él.

Muchas personas que nacen con una conciencia desarrollada son sumamente rechazadas por su entorno: por un lado, porque suelen ser torpes en sus intentos de adaptarse (muy retraídos, hipersensibles, precozmente maduros, críticos, a veces incapaces de adecuarse a los códigos sociales de sus congéneres); por otro, porque con frecuencia son portadores de talentos que se destacan: valores éticos elevados, dotes artísticas, inteligencia notable, capacidad de cuestionamiento, criterio propio... Y esto despierta envidia en sus congéneres, envidia nacida de ver en él encarnadas las potencialidades que quizás ellos mismos no se atreven a expresar.

La conjunción de estos rasgos suele ser fatal, sobre todo en la adolescencia y primera etapa de la juventud. En esta etapa será crucial que este tipo de persona pueda ser apoyada para aceptarse a sí misma tal cual es, considerarse valiosa y afirmarse en su verdadera identidad, sin renegar de ese "ser diferente".

No contar con ese apoyo de parte de adultos criteriosos que le ayuden a ver su condición de cisne, suele derivar con frecuencia en la constitución de una personalidad "mal armada" a partir de múltiples mecanismos de defensa, y luego requerirá mucho trabajo interno para desplegar sus peculiares talentos.

A veces está pseudoadaptado al entorno; otras, es "la oveja negra" del grupo familiar o de los grupos a los que pertenece: cuestionador, rebelde, autodeterminado, disruptor de estructuras establecidas. Esa personalidad oscilará entre sentirse inferior al entorno, y autopercibirse distorsionadamente como alguien superior, desarrollando una arrogancia secreta sobre su "ser especial". Un delicado equilibrio que, sin embargo, es posible propiciar.




El despertar y la soledad: 

Pero no siempre la inadecuación esencial se presenta en las primeras etapas de la vida. La segunda posibilidad implica que el individuo descubra este sentimiento recién en su vida adulta: fue una persona eficazmente adaptada al entorno, sin grandes diferencias respecto de sus congéneres: creció como todos, pensó como todos, sintió como todos, consumió lo que todos. Pero, por alguna circunstancia externa o interna, en algún momento (más frecuentemente alrededor de la mitad de la vida ) su orden colapsó, entró en crisis, y comenzó a replantearse el para qué de su existencia.

Cuando esto acontece, es natural que, con mayor o menor lucidez, la persona comience un proceso de Búsqueda (libros, terapia, cursos...). 
Esta situación modifica su relación con los demás, sintiéndose probablemente aislada respecto de quienes le rodean, -y a quienes quizás anteriormente consideraba muy cercanos-: de pronto ya no comparte sus intereses, sus gustos, sus necesidades. 
Es más: sus propias inclinaciones actuales pueden resultarle a los demás incomprensibles y hasta cuestionables. Y una parte de lo que le sucede a quien vive este pasaje, es la angustia de ver a sus seres cercanos, a veces aún los más íntimos, inmersos en la confusión, en preocupaciones sin sentido, en banalidades que les hacen sufrir innecesariamente. Pero, en ese proceso aún no se sabe cómo integrar eso que se va percibiendo como el verdadero Sí-Mismo, cómo vincularse con eso.
Hacerlo conllevaría un cambio fundamental en el modo en que se encara cada asunto de la propia vida.

Quien rasga ese velo de ignorancia, vivencia una intensa soledad, más allá de que se encuentre rodeado de familiares o amigos. Es justamente ante ellos que experimenta su propio síndrome de inadecuación esencial: ya no puede seguir siendo como era, pero no sabe ahora cómo ser. Siente la necesidad de pares que comprendan de qué se trata lo que está viviendo, pero no sabe cómo ni dónde encontrarlos. Inclusive puede ser que crea que está volviéndose loco, y muchas veces es posible que, efectivamente, necesite de ayuda terapéutica, pero no por estar enloqueciendo, sino para reorganizar su identidad con el menor costo de dolor posible.


La neurosis cruzada:

 Ir despertando no quiere decir que vayamos quedando exentos de neurosis: por el contrario, quienes están en contacto con su aspecto esencial (ya sea porque, como en el primer caso, nunca lo han perdido, o bien, como en el segundo, porque lo hayan redescubierto en algún punto de sus vidas) necesitan lidiar con muchos de los problemas internos de la mayoría de las personas, más las fricciones propias de quien tiene en sí mismo una dimensión psicológica vertical, además de la horizontalidad propia de todo individuo.

Podría denominársele una neurosis cruzada, en la cual aparecen elementos personales no resueltos, mezclados con una fuerte espiritualidad que no logra canalizarse armónicamente.

Así, el terapeuta avanzado deberá trabajar con diferentes aspectos específicos propios de este tipo de circunstancia psicológica: depresiones existenciales, tendencia a confundir las experiencias verdaderamente transpersonales o espirituales con lo imaginario, inclinación a eludir el compromiso con la vida, sentimientos de inferioridad (por la mencionada inadecuación) compensados neuróticamente por sentimientos de superioridad vinculados a su "ser especial", etc.

En ese sentido, un aspecto vital de quien aspira a desarrollar su identidad esencial es chequear su mundo interno con quienes puedan ser neutrales al respecto, y que tengan conocimientos como para hacerlo, a fin de evitar las confusiones propias de las personas complejas e interiormente ricas.

Los grupos de pertenencia, en ese sentido, pueden ser fundamentales para que la personalidad se reestructure) de un modo sano y armónico. Pero, claro, las personas "raras" en el sentido en que lo venimos describiendo suelen experimentar fuertes dificultades para encontrar seres "de su misma especie". Vayamos a este punto...




La necesidad de encuentro

En el Budismo existe un concepto fundamental que es el de sangha: un grupo de personas comprometidas en su Búsqueda interna, que se vinculan entre sí para apoyarse y ayudarse mutuamente en la investigación de esos reinos. Es como si el básico instinto gregario tuviera una versión sutil, que hace que la persona sensitiva, esencial, tenga imperiosa necesidad de relacionarse con individuos afines. La tendencia masiva de pertenecer a algo más grande que uno, que lo abarque y lo proteja para sobrevivir (resabio atávico de la manada) se sutiliza como una necesidad vital de pertenencia a partir de la comunicación de esencia a esencia.

De hecho, muchas veces cuando ese tipo de comunicación acontece, no siempre está sostenida por una intensa conexión de personalidad a personalidad: puede ser que desconozcamos información básica sobre quién es el otro, cómo vive, a qué se dedica... Sin embargo, su mundo interno, que nos convida al compartir lo que siente, ejerce un efecto de resonancia sobre el nuestro, nos conmociona, y a su vez nos produce la necesidad grata de compartir lo que somos y sentimos. Este circuito resulta sumamente sinérgico , retroalimentándose las personas para generar mayor comprensión de quiénes son y de lo que experimentan.

Suele suceder también que el encuentro entre individuos con afinidad esencial esté rodeado de un sinnúmero de coincidencias significativas (sincronicidades), que resultan sumamente movilizantes para ambas partes, estimulando el compromiso respecto del trabajo sobre sí mismo que cada persona esté realizando (y a veces también generando confusiones y fantasías por la mala interpretación de esas "señales", no tan sencillas de decodificar).

Cuando se experimenta este encuentro entre personas internamente afines, lo que sucede es que, según el esquema del inicio, están en el mismo escalón evolutivo, pertenecen al mismo nivel de conciencia (o similar). Lo que se siente al vivenciar este tipo de comunicación es una profunda conmoción, una honda alegría, y una disminución del sentimiento de aislamiento y soledad.

A veces esa comunicación puede sostenerse en el tiempo, otras veces no. Esto va a depender de diversas variables, pero sobre todo de la sanidad interna de cada miembro del vínculo, que permita no establecer comportamientos neuróticos en la relación, o al menos, si éstos se instalan, advertirlos y trabajarlos individual y conjuntamente.


La autenticidad esencial:

Cuando dos o más personas con intereses internos se encuentran, puede suceder el curioso hecho de que en lugar del usual sentimiento de inadecuación, experimenten, por el contrario, familiaridad, sintiéndose "como en casa": no hay nada que forzar, no hay nada que aparentar, ninguna imagen que vender ni que comprar. A veces se establece una rápida fluidez comunicacional, y hasta una peculiar intimidad que, para quien ha padecido el aislamiento sensitivo, se vuelve algo sumamente valioso: un ámbito donde expresarse tal cual se es, sin impostaciones, y donde conocer a otros que se abren bajo las mismas condiciones.

Nuestros tiempos actuales ofrecen el privilegio de crear entornos para este tipo de encuentros: grupos terapéuticos, espacios de reflexión, seminarios sobre temas que hacen al mundo interno... Si bien no todos estos ámbitos son lo que aspirarían a ser, muchos de ellos se vuelven propicios para el Encuentro (sobre todo si están coordinados por personas sensatas que tengan un verdadero trabajo sobre sí mismas).

Otra variable disponible son las actividades que proponen espacios de aprendizaje o de trabajo colectivo a través de internet: los grupos virtuales pueden proporcionar un contexto sumamente válido para el hallazgo recíproco de personas afines, ya sea que se conozcan luego personalmente o no.

Siendo que las personas con un nivel de conciencia desarrollado no son muchas, el encuentro de dos o más seres evolucionados esencialmente afines es un pequeño milagro que desafía las estadísticas: es difícil, numéricamente improbable, y, sin embargo, posible.

La condición para que pueda llegar a producirse es permanecer en actitud de apertura, trabajando consigo mismo y rastreando aquellos espacios y personas que puedan ayudarnos a comprender que no somos raros, inadecuados, inaceptables. Permitirnos descubrir que hay otros "de nuestra misma especie".

Cada uno de nosotros vino a ejecutar su instrumento en esta Gran Orquesta. Pero nadie vino a ser solista: hay otros que, lo sepamos o no, están tocando nuestra misma partitura. Sólo debemos abrir los sentidos, escucharlos, y caminar en su dirección...


Publicado en las revistas "Uno Mismo" de Chile (marzo 2004) y de Argentina (abril 2004). Por Marcos Eduardo Sosa y Virginia Gawel