SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

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La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

miércoles, 17 de julio de 2013

Soltar y Atención Plena




 El soltar significa dejar de aferrarnos, de apegarnos a algo, sea lo que sea; puede tratarse de alguna idea, creencia, de algún acontecimiento, se puede tratar de un objeto, de algún momento placentero o displacentero, de algún proyecto esperando un resultado determinado, de deseos concretos, etc.

  Soltar nos habla de una decisión consciente de “dejar ir”, aceptando totalmente la situación y fluyendo con la corriente del momento presente, momento a momento, conforme se va desplegando la vida.

  Soltar nos habla de dejar de hacer esfuerzo por que las cosas sean de una determinada manera, nos habla de no resistirnos o no luchar contra lo que se presenta , creyendo que las cosas/personas debieran de ser de una determinada manera y no de otra, sin permitir que sean como son, con lo cual quedamos atrapados en la atracción o el rechazo que sentimos hacia ellas, enganchados al deseo, a lo que nos gusta o a lo que no nos gusta.

  Podemos compararlo a  cuando la mano sujeta, aprieta algo con fuerza, aferrándose a ello y no permitimos abrir la palma para soltarlo.
  Pero ese aferrarnos, agarrarnos, no sólo es con respecto a nuestros deseos volcados a situaciones externas, o agarrar algo con la mano, sino que nos aferramos con la mente, somos nosotros mismos quienes caemos en la trampa, nos atrapamos, nos quedamos atascados, aferrándonos desesperadamente a deseos personales, a ideas y puntos de vista muy limitados, a creencias muy arraigadas, que no nos las cuestionamos y por las cuales sufrimos.

  Soltar es darnos cuenta del inconsciente apego con el que vivimos, y para ello debemos permitirnos sentir los miedos que se ocultan detrás de esos apegos, permitir que se manifiesten, sentirlos, verlos y que se disuelvan mediante la atención plena.
  Para poder soltar, debemos observar con conciencia, aceptando lo que vemos que nos mantiene atados, permitirnos reconocer las lentes que nos colocamos de manera inconsciente entre el observador y lo observado, y que filtran, tiñen, deforman y determinan nuestra visión.

 En esos momentos tan difíciles en que nos quedamos enganchados , podemos abrirnos, especialmente si somos capaces de estar atentos, captarlos con conciencia y reconocer cuándo nos quedamos atrapados en perseguir y aferrarnos, o en condenar y rechazar al buscar nuestro propio beneficio.

  La calma, la visión profunda y la sabiduría surgen si podemos reconocer que somos completos en este momento, en el ahora, sin tener que buscar, agarrar, ni rechazar nada.

   Soltar cuando una parte de uno quiere aferrarse, resulta más satisfactorio que agarrar. Pero para ello debo estar muy atento, muy conciente.

                                                                     Inspirado en J. Kabat Zinn 

domingo, 14 de julio de 2013

Aceptación



Hay un secreto para vivir feliz con la persona amada: no pretender modificarla. 
                                            Simone de Beauvoir. 


  “Si me quieres ya sabes como debes comportarte.. Si me quisieras no me habrías hecho... Me has hecho tanto daño... Me haces tan feliz cuando haces así las cosas... Espero tanto de ti”. ¿Acaso alguien pretende responsabilizar a otro de sus propios sentimientos? 
  Nadie es responsable de los sentimientos de otra persona. Cada uno es, tan sólo, responsable de los suyos propios. Y en caso de que alguien experimente frustración o desengaño en la relación con otro, es porque le ha entregado un poder tal, que dicha relación más se parece a dependencia e inmadurez emocional que a un espacio de calidad y sana convivencia. 

  Si para lograr ser felices, necesitamos vivir con alguien al que encadenamos a una determinada conducta, estaremos transfiriendo el control de nuestra propia paz a manos ajenas. 
   Cada cual tiene el derecho y el deber de gestionarse su propia felicidad. Algo que nada tiene que ver con el aislamiento ni con ningún tipo de barrera. 
  Para lograr dicho objetivo, conviene basarse en el propio trabajo interno y no en la evaluación de maneras de ser ajenas. Y si alguien cree que va a ser feliz en el momento en el que la otra persona haga o deje de hacer determinadas cosas, lo único que desgraciadamente hará, será manipular de forma soterrada y ansiosa.

   Conviene evitar pedir a nuestro amigo o amante un rasgo de amor que, en ese momento, no brote gratuito desde su alma. En los asuntos del corazón no es recomendable pedir migajas y menos todavía cuando pretendemos que dicha manifestación sea perpetua.
   No pida usted un beso, ni pida que le quieran. En todo caso, dé usted ese beso y ofrezca cálidamente un gran abrazo con alma. No pida que le admiren o manipule para que le prefieran. No pida el corazón porque dicha entrega es una acción pura y espontánea. Un acto que, si de pronto, se ve forzado por nuestras propias exigencias, no será más que “pan para hoy y hambre para mañana”.
   Conviene reorientar nuestra necesidad de tapar las carencias, comenzando por ofrecer todo aquello que uno para sí mismo desea.

   Cuando una persona, en sus primeros años de vida, ha sido “querida” y protegida bajo un patrón de manipulación y dependencia, lo más probable es que proyecte la misma película que anteriormente viviera. 
   La manipulación funciona, a menudo, de forma inconsciente y resulta difícil darse cuenta de toda su gama de soterradas gentilezas. Son momentos en los que el manipulador despliega un abanico de resortes sutiles, pretendiendo adecuar el mundo a sus propias necesidades y carencias. Superar este enganche y relacionarse desde la libertad y la independencia, precisa observar las raíces de la propia manipulación y las formas subterráneas de pretender las cosas.
   Obsérvese qué es lo que hay tras las propias palabras y qué pretende uno realmente cuando habla. Pregúntese por qué se ha convertido la relación de amor en un estado de control y de riesgos ante la posible “pérdida”.

   Amar con amplitud es reconocer y respetar lo que pasa en lo más profundo de la mente propia y ajena. Atención a las “expectativas” acerca del ser amado. Conviene fluir en el presente y respetar la compleja realidad de las otras personas. Evitemos rodearlas de moldes ideales por los que, más pronto o más tarde, sentiremos que algo “nos defrauda”. 
  Soltar y abrazar, dos fuerzas que, aunque parecen contrarias, conviene aprender a hacerlas compatibles e integradas. Si queremos amar con amplitud, convendrá graduarse en aceptación y flexibilidad, abrazando en el mismo kit lo que hay más allá de las memorias idealizadas. 
  Recuerde que con el llamado “amor” no basta. Conviene aprender a formular serenamente nuestros deseos y objeciones, creando pactos y abriendo mutua consciencia.

                                                                                                      José María Doria