SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

viernes, 12 de octubre de 2012

La Des-ilusión óptima


  Aquello en lo que creías te decepcionó. Es más: te has decepcionado respecto de tus propias elecciones, de haberte dejado engañar, de cómo desaprovechaste oportunidades, de haber lastimado gente a pesar tuyo, de perder tiempo en lo que no lo merecía... 

  Es frecuente que quien vivencia este tipo de crisis sea alguien que se acerca a la mitad de la vida (+- 35 / 45 años): medianamente recorrió el camino, apostó (y ganó o perdió), creyó y dejó de creer, tuvo ideales y no siempre estuvo a la altura de ellos, puso lo mejor de sí pero le fue mal... Mira para atrás y siente que lo vivido no alcanza a justificarse por sí mismo, experimentando la frustración de, aparentemente, haber equivocado el rumbo demasiado. 


 En Psicología Transpersonal se le llama a esta instancia “desilusión óptima”. Suena extraño que estas dos palabras estén juntas? 

  Es que hay que leerlas poniendo el acento en que la primera significa, precisamente, des-ilusión.“Perder las ilusiones” puede sonar horrible. Sin embargo, es justamente la ilusión la que nos impide ser quienes realmente somos, y construir nuestra vida a partir de lo que realmente es. 

Por qué? 
En el Hinduismo la palabra Maya alude al engaño al que estamos sujetos cuando percibimos la realidad: proyectamos en ella nuestros propios contenidos internos, deformándola. Si miramos en el diccionario, “ilusión” se define como “esperanza infundada; imagen que no refleja fielmente la realidad, o que se le opone”. De allí que “iluso” signifique “seducido, engañado”. Así, des-ilusionarse es, en verdad, a pesar del dolor, algo digno de celebración: implica des-engañarse. 

  Aunque pasemos por un período de desesperanza, de desgano, de sensación de sinsentido... si atravesamos ese tránsito con lucidez y sin quedar atrapados en una autocompasión peligrosa, saldremos de ello con mayor madurez y objetividad: sabremos qué es qué, quién es quién, con qué recursos contamos, cuáles son nuestras limitaciones... 
  A partir de allí, comienza a estar habilitada para nosotros la posibilidad de construir una vida en consonancia con la realidad, y, por ende, con decisiones más inteligentes. Esto implica, inclusive, liberarte de las expectativas que los demás hayan proyectado sobre quién y cómo debías ser. Qué alivio! Quizás para ello también haya que transitar el proceso de desembarazarte de la culpa por “haber decepcionado a los demás”. 
Parafraseando a Perls, no has venido a este mundo para satisfacer las expectativas de nadie!! 

  Esta des-ilusión es el primer Despertar del que nos hablan todas las Tradiciones espirituales de la Humanidad: un requisito indispensable para otros despertares más sutiles. Implica haber estado, hasta esa instancia, más que dormido: hipnotizado por sus propios condicionamientos, por el autoengaño, por la inexperiencia... 

¿Fracasaste? Sí. ¿Y qué? ¿Acaso alguien te dio al nacer un mapa del laberinto como para que no te equivocaras en nada? 

  Tus fracasos no demuestran impericia para vivir: hasta donde alcanzo a ver, ser un humano es uno de los asuntos más difíciles en este mundo. Y, encima, ser un humano que intenta construir una vida coherente y digna... más. 

  La mayoría de las veces el fracaso se debe a la ilusión. “Fracasar” viene de la misma raíz que “fraccionar” = hacerse pedazos. 

  Si llegaste a la mitad de tu vida y no fracasaste... es muy posible que sea porque te has quedado inmóvil, como dentro de una vitrina. 

  Si viviste con intensidad, es casi seguro que hayas fracasado en más de un aspecto. ¿Quién no?. Habiéndolo constatado y, con ello, habiéndote quitado el velo de la ilusión... a juntar tus pedazos (como Osiris) y a construir sobre lo real, con lo real. 

  ¿Duele? Lo sé, porque a mí también! Y es natural que así sea. Ni siquiera hay garantías de que no vuelva a sucedernos. Pero si en tu memoria hay alguna persona mayor valiosa que conozcas o hayas conocido, estoy segura de que lo llegó a ser porque transitó por esa des-ilusión, juntó sus pedazos, y se recicló a sí misma. 

  “Siempre he sido un imbécil!”, “Nunca me doy cuenta de nada”, “Sólo a mí me suceden estas cosas!”, “Todo el mundo abusó de mí”... Así es como uno suele tratarse ante la instancia de la des-ilusión: con una crueldad con la que quizás no haya jamás tratado a nadie (propio de la buena gente, que puede llegar a ser malísima consigo misma) También en ese caso utilizamos palabras magnificantes: “siempre”, “nunca”, “nada”, “todos”... Cuando en una frase estas palabras tienen peso... es seguro de que expresa una construcción falaz. Necesitamos revisarla. 

  Ante la des-ilusión puede que también oscilemos entre autoinculparnos y culpar a los demás (nuestros padres, el mundo, la gente, la vida...). 

  Ni una cosa ni la otra conduce a nada. Nos puede ubicar en mejor lugar tomar conciencia de que nuestra esencia más íntima tiene por imperativo interno evolucionar justamente a partir de superar aquellas condiciones que se lo impiden. Es una ley inevitable en el devenir de todo lo que crece. 

  Romper el velo de la ilusión es ascender varios escalones en ese proceso. Si comprendemos lo que nos está sucediendo, y lo inscribimos en el contexto de que no somos los únicos ni los peores, a partir de ese des-engaño, el redireccionamiento de nuestra vida puede ser mucho más que una utopía. Darnos tiempo, disculparnos la necedad, perdonar a quienes fueron nuestro obstáculo... No es tarea fácil! Y tampoco es una decisión, sino un proceso. Pero... ¿hay alguna otra cosa mejor para hacer en este mundo? Lo que puedo decirte y decirme es: fuerza! Millones de mujeres y hombres de todos los tiempos han tenido que vivirlo. No estamos solos. 
                                                      Virginia Gawell 


Gratitud



Si la única oración que dijera en toda su vida fuera: ¡Gracias!, bastaría.
Maestro Eckhart.

  Dicen los mahatmas que si se practica el dar gracias tras todo aquello que nos suceda, sea del signo que sea, se alcanza la paz profunda de nuestra alma. Una fórmula que, al parecer, drena bloqueos internos y disuelve los temores más hondos que habitan en el sótano de la conciencia. Afirman también, que cuando nos visita la Gracia, se vive en gratitud sostenida, un estado elevado en el que se tornan posibles las grandes elevaciones del alma.

  Cuando decimos "Gracias", la mente subconsciente elimina, de manera sutil, el virus de las quejas. Sin duda, un programa mental de víctima por el que entregamos nuestro poder y perdemos la fuerza. Cuando pronunciamos "Gracias" se activa la fuerza mágica del Ser y aportamos seguridad a nuestra íntima realidad interna. Cuando decimos "Gracias", se confirma que recibimos algo que nos ha llegado dentro, algo que ha gratificado nuestra vida y ha disuelto penas atrasadas. Cuando damos las gracias, reforzamos el buen fluir de las cosas y, además, generamos emociones plenamente sanas.

  Si uno da las gracias en todo momento y a toda persona, sucederá que, poco a poco, se sentirá merecedor de realizar sus sueños y observará que la vida le devuelve la gratitud que regala. De pronto, sentirá corrientes de esperanza, anunciando posibilidades de todo lo que uno anhela. Si a menudo decimos Gracias, sucederá que todo aquello que nos crispa, junto con los rechazos acumulados de la jornada, se verán transmutados por una mirada más amplia. Cuando decimos "Gracias", algo muy íntimo se ofrece y confía, algo muy grande que late dentro y ama. Entre tanto, uno sigue adelante, viviendo el presente mientras aprende y avanza.

  Cada noche, antes de despedir a la consciencia, ¿qué mejor que dar las gracias por tal regalo? Al fin y al cabo, al llegar la mañana, tal facultad activa el "darse cuenta". Y ello es tanto como hablar de la llegada de la propia existencia. ¿Qué sucedería si al despertar nos dijesen que hemos dormido, por ejemplo, 10.000 horas?, seguramente, uno titubeando incrédulo, no sabría qué decir al no poder tener certeza. En realidad, el estado de sueño es un estado de inadvertencia. Es por ello que cuando despertamos, ¿qué mejor que dar las gracias por el privilegio de una vida atenta?

  En cada momento del día, cuando enfrentamos el error y su consiguiente aprendizaje, ¡Gracias! En cada beso y en cada lágrima, en cada tropiezo y en cada dicha, o simplemente al encontrarnos con los ojos de las personas, ¡Gracias! Al llegar a casa, al abrir la puerta y al descubrir la verdad en la pupila ajena, ¡Gracias! Al sentir algo nuevo y por el arrobamiento ante la belleza, ¡Gracias! Ante el temor al fracaso, ante la incertidumbre futura, al constante renacer, ¡Gracias! Si alguna vez sentimos que llega a nuestra vida la suerte inesperada y más tarde, uno desea compartir su alegría con el cielo y con la tierra, ¡Gracias! Gratitud cada día, cada hora, cada instante y sentiremos abierta una gran puerta, un camino que los lúcidos precedentes nombraron como yoga del alma.

  Si algún día experimentamos el sentimiento sostenido de amor y sentimos que el milagro ha llegado a nuestra vida, ¡Gracias! Si percibimos que en nuestra cabeza y en nuestro pecho arde la llama, entornemos los ojos, respiremos profundo, y al exhalar el aire, digamos a la Vida, ¡Gracias!
¿Gracias? Sí. Gracias.
                                                                                                            José María Doria

domingo, 7 de octubre de 2012

La Conciencia revela la Realidad



Se dice de Chuang Tzu que:
  Una mañana comenzó a llorar. Sus discípulos se reunieron y le preguntaron: «Maestro, ¿qué haces? ¿Qué te ha pasado?». Chuang Tzu dijo: «Tengo un problema. Esta noche he soñado que me convertía en una mariposa».
  Los discípulos dijeron: «¿Pero que hay de malo en ello para que llores y te pongas tan triste? ¡Todo el mundo sueña muchas cosas! No hay nada de malo en que en un sueño te conviertas en una mariposa».
  Chuang Tzu dijo: «Ese no es el problema. El problema es que ahora estoy preocupado porque me ha surgido una duda y no sé como llegar a una conclusión.
 Por la noche Chuang Tzu soñó que se había convertido en una mariposa. Y ahora me ha surgido la duda: puede que la mariposa esté soñando que se ha convertido en Chuang Tzu».
¿Y quién va a decidirlo? Y ¿cómo? Si un Chuang Tzu puede convertirse en una mariposa en su sueño, entonces ¿por qué no puede estar sucediendo lo contrario: que una mariposa posada sobre una flor pueda estar soñando que se ha convertido en un buda?

  Puede que todo sea un sueño, no hay forma de refutarlo. Coloquialmente, como mucho, podemos decir que son apariencias. Pero en el fondo no hay forma de saberlo.
  Hay sólo una realidad de la cual puedes estar absolutamente seguro, y esta es la realidad interior. Puedes ir hacia tu interior. Sólo puedes estar seguro de ti mismo, de nada más. Pero una vez que penetras en la certeza de que tú eres...

  Recuerda, hasta en sueños tú eres. Puede que te hayas convertido en una mariposa, pero tú eres. Hasta para que pueda existir un sueño por lo menos tú eres necesario. Todo lo demás puede ser un sueño pero tú no, porque sin ti ni siquiera el sueño puede existir. Hasta para soñar se necesita la consciencia.
  Puedes demostrar que todo es un sueño, pero no puedes demostrar que el que sueña es un sueño, porque el que sueña tiene que ser real, de otra forma los sueños no pueden existir.
Sólo una cosa es absolutamente cierta y esa es tu realidad interior. Conversión quiere decir ir de un mundo incierto, el mundo de las apariencias, al mundo de la realidad.
  Y una vez que tienes esta certeza interior y se solidifica, una vez que sabes que eres, entonces desde esta certeza la visión cambia, y la cualidad cambia. Entonces miras el mundo exterior y se abre ante ti un mundo diferente; este mundo es Dios.

  Cuando estás enraizado en una realidad auténtica, absolutamente cierta, entonces tu mirada tiene una cualidad diferente: entonces hay confianza. Ahora puedes mirar..., y el mundo entero cambia. Entonces ya no son apariencias, sino la realidad, lo auténticamente real.
  Y ¿qué es eso auténticamente real? No son las formas externas. Las formas cambian, pero lo que se mueve a través de las formas es inmutable.
  Primero fuiste niño, luego joven, y ahora te has hecho viejo; la forma ha estado cambiando constantemente. Tu cuerpo cambia a cada momento, la forma cambia; pero si te fijas, en tu interior siempre has sido el mismo.
  Al principio eras una pequeña célula, un átomo en el vientre de tu madre, ni siquiera eras visible a simple vista; después fuiste un niño pequeño; luego un joven lleno de sueños y deseos; y después, frustrado y abatido, un fracaso; un viejo. Pero si miras en tu interior, todo ha seguido igual. 
  La consciencia nunca cambia. Si miras adentro te sorprenderás: no puedes sentir qué edad tienes, porque la consciencia no tiene edad. Si cierras los ojos no puedes decir si tienes veinte, cuarenta o sesenta años, porque la edad es algo que pertenece al cuerpo, a la corteza. Tu realidad no tiene edad; nunca ha nacido y nunca morirá.
  Una vez que te centras en esta eternidad, inmutable, absolutamente inmóvil, entonces tu cualidad cambia. Entonces puedes ver, entonces te conviertes en un espejo. En ese espejo se refleja la realidad.
   Pero antes tienes que convertirte en un espejo. De momento estás tan agitado, tan inquieto, que no puedes reflejar nada; sólo distorsionas. La mente distorsiona la realidad, y la consciencia la revela.   Osho

Amor


  
 En la medida en que amamos nos convertimos en aquello que amamos. El amor tiende a unificar a amalgamar, a hacer una unidad de lo que aparecía como diverso, porque nos conduce al fondo y el fondo es realmente común.  Por eso el amor, no se debe confundir con la intensidad de un sentimiento, pues es mas bien la profundidad del sentir. Es la profundidad la que nos transforma, y no la intensidad por sí sola. La intensidad viene determinada por un canal muy energético, y entonces puede darse un amor muy intenso aunque poco profundo. Se vivirán grandes cosas, pero del mismo modo que se viven, desaparecen. Lo que da estabilidad al amor no es la intensidad, sino la profundidad.
  El acto de amor auténtico consiste en aprender a vivir, a amar, cada vez mas profundamente, mas genuinamente, mas desde el fondo, y esto es lo que nos va conduciendo hacia el centro. La intensidad y la profundidad pueden ir unidas, pero también pueden no ir unidas. En la profundidad siempre hay intensidad, pero en la intensidad no siempre hay profundidad.

- En eso que estás diciendo ¿resultará que hemos de amar también a las personas que nos son hostiles, aunque en ellas no veamos amor?

- Es que el amor depende de ti, no del otro. Si el amor depende del otro, entonces ¿qué amas?, no amas al otro, amas que él hace, lo que te da.
  El amor eres tú. Sé tu mismo amando, y cuanto mas profundamente ames, más tú mismo serás. Pero ahora el amor es una transacción mental: me conviene, no me conviene, me cae bien, etc., y eso no es amor.

- He entendido que hemos de amar a todas las personas de la misma forma, y a mí me parece que no es posible.

- He dicho que el amor es uno, y en la medida en que ese amor está actualizado en nosotros, está ahí siempre, indistintamente. El problema es que como yo no estoy viviendo allí donde el amor es, sino que estoy metido en la mente por mi funcionamiento defectuoso, entonces confundo el amor con mis ideas de valor de las personas. Y a unos les digo que sí, y a otros que no, en función de cómo concuerdan con mi escala de valores, con mi comparación, con mis exigencias, con mis modelos. Pero si yo viviera el amor en su sitio, me daría cuenta de que hay un amor total, indistinto, indiscriminado, para todo el mundo y para todas las cosas.

- ¿Entonces deberíamos amar a todos los seres de la misma manera?

- En efecto. No podemos amar a dos seres de una manera distinta puesto que el amor es Uno, y eso es lo que somos. Si yo soy auténticamente yo, amaré indistintamente, con un amor total, aunque luego exprese ese amor de un modo diferente de acuerdo a mi inteligencia y mi visión de cada una de las situaciones. Pero una cosa es la expresión, como yo expreso el amor, y otra cosa es el amor que yo vivo.
  El amor es uno, no es múltiple. El amor no es que sea grande para algunas personas y pequeño para otras. El amor es una realidad, es una luz encendida, es un sol, es un volcán que está dentro, y el volcán sigue siendo el mismo en todo momento. El problema es que no vivimos el amor donde está, sino a través de la mente, y es la mente la que está diciendo a este sí y a este no, este es bueno y este es malo, este me ayuda y el otro es enemigo.
  De este modo se da la paradoja de que viviendo el amor con unos seres, se vive odio o indiferencia respecto a otros.

- Yo siento el amor por unas determinadas formas, esto no encaja…..

- El amor en sí no tiene forma. El Amor en sí es Plenitud, la forma se la da la mente. El amor es un sentir, no es un pensar. Vive el amor en el sentir, mantente atento a ese sentir y descubrirás que ese amor es una totalidad en sí que no tiene formas.

- Entiendo que el amor es darse, pero nosotros sólo amamos en la medida en que somos correspondidos.

- El amor para nosotros, es como si fuera algo que damos al otro, se vive así, en un sentido siempre transitivo, relacional. La visión debiera ser otra. Cuando uno trabaja interiormente, descubre que es de otro modo. El amor no es que yo lo tenga, que sea una cosa que pueda dar o no dar. El amor soy yo mismo. El amor es mi fondo. Y amar a una persona significa que sea yo mismo desde el fondo en relación con la otra persona. El amor no es una sustancia que yo de, que a uno doy y a otro no doy, a uno doy mas y a otro menos. El amor es mi naturaleza profunda, y amar a una persona es ser uno mismo profundamente abierto en relación con ella. Si intuyes esa visión, verás como cambia tu sentido del amor. Por eso digo que cuanto más amas, más tú mismo eres. Y que al amar, nunca le estás haciendo un favor al otro, es el otro el que te está haciendo un favor a ti, por permitirte ser mas tu mismo. Pero como esto se vive a través del yo-idea que está juzgando, valorando, calculando lo que puede conseguir, dice: “yo te amo si….” Y entonces es cuando viene el drama, porque el otro dice que sí… y luego pasa a decir que no.
                                                    Antonio Blay
                                       Despertar y sendero de realización