SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

domingo, 24 de febrero de 2019

La causa raíz de nuestro sufrimiento (texto de Jeff Foster)



A mi entender, todos nuestros problemas, todo nuestro sufrimiento y nuestros conflictos, tanto personales como globales, se derivan de un problema básico: la ignorancia de quiénes somos realmente.

Hemos olvidado que somos inseparables de la vida y, como consecuencia, hemos empezado a temerla, y ese miedo nos ha hecho entrar en guerra con ella de maneras diversas.

Hemos empleado nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras emociones y nuestros cuerpos para combatir lo único real, que es el momento presente. Y al intentar protegernos del dolor, el miedo, la tristeza, el malestar, el fracaso..., de todas aquellas partes de la vida que se nos ha condicionado a creer que son malas, negativas, tétricas o peligrosas, hemos dejado de estar verdaderamente vivos.

La armadura que nos hemos puesto para protegernos de una plena experiencia de la vida se llama «yo individual»; pero en realidad no nos protege de nada, solo nos mantiene cómodamente anestesiados.

El despertar espiritual —el darnos cuenta de que no somos quienes creemos ser — es la respuesta a este problema básico de la humanidad.

Hoy en día existen innumerables libros sobre el tema, y al parecer se descubren constantemente enseñanzas antiguas a las que hasta hace muy poco solo había tenido acceso una minoría selecta. Pero cuidado, porque también aquí hay trampa: la espiritualidad puede convertirse fácilmente en una capa más de nuestra armadura y, en vez de favorecer nuestra apertura a la vida, desconectarnos todavía más.

Muchos conceptos y tópicos espirituales como «el yo no existe», «este no es mi cuerpo» o «la dualidad es pura ilusión» pueden no ser más que nuevas creencias a las que aferramos, nuevas maneras de eludir la vida y apartarnos del mundo que acaben generando un sufrimiento aún mayor, a nosotros y a nuestros seres queridos.

El despertar espiritual no tiene nada que ver con que estés más protegido; tiene que ver con que te des cuenta de que el ser que de verdad eres no necesita protección, de que el ser que de verdad eres es tan receptivo, tan libre, rebosa hasta tal punto de amor y profunda aceptación que permite que la vida en su totalidad penetre en él.

La vida no puede hacerte daño, puesto que eres la vida. Por lo tanto, el momento presente no es un enemigo al que debas temer, sino un querido amigo al que abrazar. Así es, la verdadera espiritualidad no refuerza la armadura con la que te proteges de la vida; la destruye.

El despertar espiritual es en realidad muy sencillo. Es el reconocimiento atemporal de quien eres realmente: la consciencia previa a la forma.

Ahora bien, vivir en la práctica ese reconocimiento en la vida diaria, sin olvidarlo, perderlo de vista totalmente o dejar que se suba a la cabeza..., ahí, ahí es donde empieza la verdadera aventura de la vida, y ahí es donde, al parecer, muchos de los que recorren el camino espiritual se debaten y entran en lucha, da igual que sean buscadores que maestros.

Una cosa es saber quién eres realmente cuando todo va sobre ruedas y tienes la sensación de que la vida te sonríe, y otra es recordarlo en momentos de máxima crispación, cuando todo se derrumba a tu alrededor, cuando las circunstancias te superan y se rompen los sueños.

En medio del dolor físico y emocional, de las adicciones, los conflictos de pareja y los fracasos mundanos y espirituales, solemos sentirnos menos despiertos que nunca, y más separados de la vida, de los demás y de quienes somos realmente. Los felices sueños de iluminación pueden evaporarse en un instante, y parecer que la aceptación se halle a millones de kilómetros de distancia.

Depende de nosotros interpretar la existencia humana de cada día, con sus complicaciones y su belleza, como algo que se ha de evitar, trascender o incluso aniquilar, o verla como lo que es realmente: un secreto y una constante invitación a despertar ahora, incluso aunque creamos que ya despertamos ayer. La vida, por su compasión infinita, no nos va a dejar dormirnos en los laureles.

Una profunda y confiada aceptación de cualquier cosa que la vida ponga en nuestro camino, no se trata de practicar una rendición pasiva ni un frío desapego, sino de emerger con creatividad adentrándonos en el misterio del momento. 
 Jeff Foster


viernes, 8 de febrero de 2019

Habitando felizmente el presente



Respirar y caminar con consciencia genera la energía del mindfulness. Esta energía hace que nuestra mente regrese a nuestro cuerpo a fin de habitar de veras el instante presente y así poder estar en contacto con las maravillas de la vida que hay en nuestro interior y que también nos rodean. Si podemos reconocer estas maravillas, la felicidad nos inundará de inmediato.

Plenamente disponibles para el momento presente, descubrimos que ya contamos con suficientes condiciones para ser felices; más que suficientes, en realidad. No tenemos que buscar nada más en el futuro o en otro lugar. Es lo que llamamos permanecer o habitar felizmente en el presente.

Buda enseñó que todos nosotros podemos vivir felizmente aquí y ahora. Cuando en el instante presente nos inunda la felicidad, podemos detenernos; no debemos correr en pos de otros objetos de deseo. Nuestra mente está tranquila.

Cuando nuestra mente aún no está en calma, cuando aún estamos agitados, no podemos ser realmente felices. Nuestra felicidad o falta de ella depende en gran medida del estado de nuestra mente, y no de nada externo. Es nuestra propia actitud, la forma en que observamos las cosas, nuestro modo de plantearnos la vida, lo que determina si somos felices o no.

Ya disponemos de muchas condiciones para ser felices, ¿por qué deberíamos buscar más? Tenemos que parar y dejar de perseguir otros señuelos: es el rumbo más sabio. De otro modo, no dejamos de perseguir uno u otro objetivo, pero cada vez que lo alcanzamos descubrimos que todavía no somos felices.

Un día, cuando Buda se disponía a hablar en el monasterio del bosquecillo Jeta, uno de sus discípulos laicos, Anathapindika, hombre de negocios, llevó a cientos de compañeros consigo para que escucharan su palabra. Buda les enseñó la práctica de habitar felizmente en el presente.
Evidentemente, podemos seguir haciendo negocios, podemos continuar aumentando nuestro éxito profesional, pero también deberíamos comprometernos a vivir con atención plena a fin de disfrutar el hecho de ser felices ahora y no desperdiciar las preciosas oportunidades que la vida nos ofrece para amar y cuidar a nuestros seres queridos y cercanos. Si malgastamos nuestro tiempo pensando en nuestros futuros éxitos, desperdiciaremos completamente la vida, porque la vida solo puede encontrarse en el instante presente.

Thich Nhat Hanh