SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

domingo, 25 de febrero de 2024

Utilizar la sombra como aliada


 Nuestra sombra no es “una equivocación”, sino una mensajera que indica nuestro particular territorio a atravesar para crecer.
Si en vez de escuchar su mensaje lo ignoramos tratando de ocultarlo en las profundidades de nuestro ser, la investimos de poder para que cambie su función de emisaria y nos haga daño en nuestras vidas: estamos dejándole que gane la partida.
Cuando no somos capaces de admitir nuestras debilidades, nuestra vulnerabilidad, reconocer nuestras conductas inadecuadas, entonces gana la sombra.
Cuando nos negamos a aceptar nuestra naturaleza tal y como es, gana la sombra.
Si no iluminamos la oscuridad de nuestros impulsos humanos y naturales con la luz de lo que es real, entonces gana la sombra.
Hasta que no aceptemos todo lo que somos, la sombra tendrá el poder de impedir nuestra felicidad.
                     Pablo Caño


Lo habitual es que ocultemos lo que nos duele, nos parece indigno e inadecuado, lo que vivimos como conflictivo para nosotros o para los demás.
La última meta de la terapia es hacer consciente lo inconsciente, poner luz en donde no hay.
Nuestro lado oscuro tiene que ver con lo que reprimimos y empujamos al fondo de nosotros, a un lugar en el que teóricamente no es visto por nadie, ni siquiera por nosotros. Porque nos genera dolor, culpa o resentimiento, nos supone vergüenza y sentimientos de no ser como deberíamos, porque tememos que no será recibido ni aceptado por los demás y que por tanto estos nos retirarán su amor.
Es cierto que en ocasiones no somos muy conscientes de esto, pero si nos detenemos e indagamos sinceramente en nuestro interior, encontraremos que estas o parecidas son las razones por las que empujamos y empujamos hacia el más profundo e inaccesible sótano de nosotros determinados aspectos o inclinaciones que nos parecen inaceptables.

En realidad, La sombra es uno de nuestros mayores tesoros. Nos permite ver los aspectos más inconclusos de nuestro ser. No es un problema que debamos resolver o algo que debamos ocultar, sino la posibilidad de ampliación del campo de nuestra consciencia y de experimentar la fuerza escondida en nuestra debilidad cuando es iluminada, aceptada, abrazada e integrada.

Es de sabios convertir en la medida de lo posible a su enemigo en aliado. Cuando dejamos de luchar en su contra y nos disponemos a escucharle, aceptando lo que dice y permitiéndonos dejar a un lado la condena, puede que encontremos una alianza mucho más fructífera que la guerra o el temor.


En el trabajo terapéutico:

- En vez de luchar, aceptamos y observamos. En vez de resistir, nos rendimos.
- Restablecemos también el contacto con nuestras capacidades ocultas.
- Ampliamos nuestro autoconocimiento y, en consecuencia, nos aceptamos de manera más completa.
- Podemos encauzar adecuadamente las emociones incómodas que irrumpen inesperadamente en nuestra vida cotidiana.
- Nos liberamos de la culpa y la vergüenza asociadas a nuestros sentimientos y acciones repudiadas.
- Reconocemos las proyecciones que tiñen de continuo nuestra opinión de los demás.
- Sanamos nuestras relaciones mediante la observación ecuánime de nosotros mismos y la comunicación directa.
- Accedemos a la integración en nuestra vida de todas nuestras partes, de todo lo que somos, lo que nos lleva a la calma interior y nos orienta hacia la plenitud.


Habitualmente dejamos ver nuestra parte más luminosa, pero escondemos con empeño la parte de oscuridad que también tenemos. Nos resignamos a no estar completos expulsando de nosotros lo que enjuiciamos inaceptable.
Nos cuesta reconocer que estamos hechos de luces y sombras, que ambas interactúan y danzan para conformarnos.
Hasta que no pongamos presencia en esta parte oscura, será difícil vivirnos desde la integración y la plenitud.


Sin el conocimiento de la sombra es imposible conocerse bien. El reconocimiento y la reintegración de la sombra nos permiten recuperar aspectos propios y ajenos que estaban repudiados.
Es el camino para conocerse a sí mismo y la primera condición del crecimiento humano.
Hacer las paces con la propia sombra y entablar amistad con ella constituye la condición fundamental de una auténtica autoaceptación pues ¿Cómo podríamos aceptarnos a nosotros mismos y amarnos de verdad si una parte de nosotros es ignorada o vista como enemiga?

Quien evita la aventura de conocer y atravesar su sombra, tarde o temprano se sentirá estresado y deprimido, atormentado por un sentimiento difuso de angustia, de insatisfacción consigo mismo y de culpabilidad, abrirá quizás la puerta a obsesiones y se sentirá arrastrado con frecuencia por impulsos y emociones. Es energía contenida y atrapada en aspectos rechazados y no mirados, que busca cualquier fisura para expresarse y reclamar su lugar.


Trabajar con la sombra en terapia es trabajar con el alma. Pues para que se produzca la alquimia en el trabajo terapéutico, no sólo tenemos que tener preparación y experiencia, sino también la destreza para ver la belleza, la fragilidad y el misterio que reside en el otro. Para distinguir el alma apresada en sus máscaras. Es un trabajo de alma a alma. Sólo así podremos ayudar a liberar todo el potencial y la verdad del ser que tenemos junto a nosotros.
Jean Shinoda Bolen


Hay una conexión entre nuestras sombras y la energía que proyectamos al mundo por medio de nuestras actitudes y acciones. En realidad los conflictos en los que sostenemos que “la pelota no está en nuestro tejado”, tienen muchas probabilidades de ser simplemente un reflejo de nuestra sombra.

Cuando nos comprometemos a explorar nuestras zonas sombrías, comprobamos cómo no sólo mejora la relación con nosotros mismos, sino también con todo lo que nos rodea.



ACOMPAÑAMIENTO  EN  PROCESOS  TERAPÉUTICOS

CONSULTA PRESENCIALES - CONSULTAS SKYPE



Juana María Martínez Camacho

Terapeuta Transpersonal
Terapeuta Acompañante en Bioneuroemoción
Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
      (Cellular Memory Release)
Anatheóresis (Psicoterapia Regresiva Perceptiva)
Formación Internacional en Psiconeuroinmunoendocrinología
      (IPPNIM)
Yoga Terapéutico Integral
Especialista en técnicas de reducción del estrés (Mindfulness- Meditación-
        Coherencia Cardíaca- Relajación Guiada, Visualización, Concentración, Contemplación)
Terapias Naturales Holísticas (Quiromasaje, Reiki, Reflexoterapia, Osteopatía
        Craneosacral y Visceral, entre otras…)


www.centroelim.org        Telf.- WhatsApp  653-936-074

 



sábado, 24 de febrero de 2024

La vida

 

Vemos la vida como algo que ocurre a nuestro alrededor y quizás por eso nos sentimos víctimas de la vida, víctimas de lo que ocurre. 
No vemos que la Vida está ocurriendo dentro, que la Vida está naciendo en nosotros, que todo lo que ocurre fuera es una extensión de la Vida que nace en nuestro corazón. 

Eso no te lo puede enseñar nadie. Sólo tu Vida tiene los recursos para mostrártelo, pero, para verlo, tienes que abrirte a mirar allí dentro. Cuando te abres, te das cuenta que todo lo que ocurre en tu Vida está diseñado para ayudarte a mirar justo ahí en el centro, para que puedas ver el origen de la Vida, para que puedas ver el sentido de tu Vida, para que puedas ver más allá de tu sufrimiento. 
En este punto hay una brecha: intentamos comprender lo que es la confianza en la Vida desde un aspecto de desconfianza hacia ella. Y no se puede comprender desde allí. Es como tratar de entender el mundo submarino mirándolo desde la superficie. 
Puedes creer que sabes mucho porque llevas muchos años mirando, pero no sabes nada. Hasta que no te zambulles en la mar, y descubres lo que significa estar dentro, no puedes valorar lo que sabes o lo que no sabes.

Mucha gente, cuando empieza a hacer este proceso, cree que no lo está haciendo bien o que no le sale, que están muy verdes en el proceso.
Es mentira. Son apreciaciones de ellos mismos. Si se parasen a preguntarle a la Vida ¿Oye Vida, dónde estoy yo? ¿En qué momento de mi Vida me encuentro? se sorprenderían de la respuesta que la Vida les daría. 
Porque la Vida siempre está en el máximo esplendor, la Vida siempre está dándose completamente y te das cuenta de cómo nos autoengañamos. Cómo creemos que estamos mal un día quizás y no es cierto. Algo se está moviendo en nosotros, algo se está abriendo, algún sufrimiento o algún dolor está llegando a la superficie, y eso es algo hermoso, pero no confiamos en ello. 
Creemos que algo malo está pasando porque le tenemos miedo a la Vida. Creemos que es una amenaza, que puede ocurrir algo que nos haga sufrir y esa creencia no es cierta.


Sergi Torres

sábado, 10 de febrero de 2024

El diálogo interno

                                      

Es de vital importancia lo que nos decimos a nosotros mismos ante una situación que estamos experimentando. 
El diálogo interior está basado sobre el sistema de creencias, muchas de ellas inconscientes y afecta nuestro mundo emocional más de lo que nos imaginamos, pero también nuestros estados emocionales, creencias, etc., afectan nuestro diálogo interno.

Se ha descubierto que, cuando nuestro diálogo interno es nocivo, llega hasta el punto de “matar neuronas en ciertos centros cerebrales, como los hipocampos". (Dr. Mario Alonso Puig)

La facultad de Medicina de la Universidad de Harvard ha demostrado que entre el 60% y el 90% de las consultas a médicos generales en occidente tienen relación con determinadas emociones aflictivas que se prolongan en el tiempo.

Es muy importante ser conscientes de qué es lo que nos decimos ante las situaciones que vivimos, pues de esa interpretación, depende la calidad de nuestras experiencias, y es que según lo que nos digamos movemos estados emocionales que tienen que ver con sustancias químicas en el organismo, no es lo mismo sentirnos furiosos, que sentirnos contentos.

El diálogo interno, puede cambiar nuestro estado anímico en segundos.

«No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede»  Epícteto


Aprender a escuchar a esa voz interna, a ser conscientes de ella, nos ayuda a mejorar nuestra automotivación y a regular el mundo emocional, ya que contrario a lo que solemos creer, somos responsables de nuestro mundo emocional, de lo que sentimos.

Gran parte de la vida, solemos culpar al afuera por cómo nos sentimos y nos justificamos, estoy triste porque tal persona no me hizo caso, o estoy furioso pues mi pareja no me escucha, o estoy frustrado porque el país está en crisis… etc. 

Y es que sin negar la situación exterior, la verdad es que lo que yo interpreto, lo que yo me digo de lo que está ocurriendo tiene mucho que ver con mi estado, con lo que siento. 
El otro puede actuar a su manera, pero en mi interior yo decido si me afecta o no; y si me afecta, toca revisar qué patrones, maneras de funcionar se activan en mí que hacen que la situación me afecte y poder revisar sistema de creencias que ya no me apoyan a crear una vida saludable.

Así, al ir tomando conciencia de que somos responsables de nosotros mismos, nos damos cuenta que:

“nadie nos puede herir sin nuestro consentimiento”.


Conviene cuando nos decimos algo que nos hace sentir mal, confrontar la creencia, por ej. Si me sorprendo diciendo que soy torpe, preguntarme: ¿realmente es así, soy torpe?, ¿es del todo real lo que me digo?, ¿es así en todo momento? O ¿es que me comporte torpemente?, ¿habrá situaciones donde no me comporte torpemente?....entonces la creencia pierde fuerza.

Para poder detectar cómo nos hablamos a nosotros mismos, qué nos decimos, si ese diálogo es tóxico, y aprender a hablarnos de otra manera más saludable:

· Hemos de entrenar la mente a estar presente, aprender a observar sin juicio los pensamientos, adoptando una actitud meditativa, para sorprendernos cuando nos estamos hablando mal.

· Soltar la atención de los pensamientos (dejarlos pasar como si fueran nueves en el cielo) y dirigirla a las sensaciones corporales. ¿Qué estoy notando en el cuerpo? ¿Qué sensaciones físicas noto: tensión en la mandíbula, en el cuello, puños apretados, hormigueos, calor, opresión en el pecho, nudo en el estómago, etc.?

· Preguntarnos qué estoy sintiendo, ponerle un nombre a la emoción o sentimiento: enojo, rabia, tristeza, angustia, ansiedad…) al ponerle nombre, al etiquetar la emoción, o sentimiento, se activan áreas del cerebro que nos ayudan a ser más resolutivos.

Hay un estudio científico (universidad de California) que demuestra que cuando nombramos una emoción, la corteza prefrontal fabrica péptidos que inhiben la amígdala sobre-activada.


Desarrollando la Inteligencia emocional, podemos equilibrar y armonizar la parte emocional y racional del cerebro.


Al observar cual es el diálogo interno que nos lleva a sentirnos así, nos daremos cuenta que solemos decirnos cosas como: todo lo hago mal, siempre me pasa lo mismo, no cambio más, que estúpido soy, etc.

Luego de haber tomado conciencia de lo que me digo, podré ver cómo distorsiono los hechos bajo los efectos de la emoción y de las creencias; se trata de confrontar las creencias, para verificar si son realmente ciertas.


· Y me plantearé cómo puedo aprender a hablarme, o qué decirme a mí mismo ante esa situación que me haga sentir mejor.

· Haciendo esto, puedo volver a observar mis pensamientos y emociones y notar el cambio.

· Noto qué sensaciones físicas aparecen al cambiar el diálogo interno tóxico por un diálogo más amable y que me hace sentir mejor.

· Y por último miraré qué acción tomar, cuál es el primer paso a dar para poder cambiar la situación que no me gusta, pues al tomar acción desaparece la sensación de inmovilidad que nos genera la preocupación por algo.


La dificultad es que son muchos años de condicionamiento, de repetir maneras de funcionar con patrones instalados en nuestras redes neuronales que movilizan estados emocionales a los que nos tornamos adictos (como dice Candace Pert). 
Sin embargo, según las investigaciones de las neurociencias, el cerebro es plástico y podemos cambiar...


Se requiere entrenamiento y paciencia para funcionar de una manera más saludable...aprender a conocer lo que funciona en uno y a sanar lo que está irresuelto, principalmente en los estadios tempranos de la niñez, que es donde grabamos nuestras creencias, nuestra manera de ver el mundo, nuestros primeras heridas, que nos condicionan luego de adultos, hasta tanto las hagamos conscientes y las sanemos, aprendiendo a cubrir sanamente nuestras necesidades y a hacernos cargo de nosotros mismos....

 

www.centroelim.org 




lunes, 5 de febrero de 2024

Reconocer nuestras heridas


Todos, en mayor o menor grado a lo largo de nuestra vida reconocemos experiencias agradables y desagradables, necesidades insatisfechas o situaciones dolorosas. Así es la vida, con dos caras.

Si hemos podido resolver bien estos momentos, probablemente se hayan transformado en aprendizajes fecundos que han hecho de nosotros la persona que hoy somos. Pero casi con seguridad, algunos de ellos han sido evitados, resueltos “como hemos podido” o incluso enterrados en nuestras profundidades pendientes de que aún se les preste la atención necesaria. Es en estos casos cuando estas experiencias aún hoy se reflejan en nuestra vida adulta. Su huella se manifiesta en lo que llamamos “herida”. Como si ese aspecto necesitara ser atendido, limpiado, curado para poder cicatrizar de una vez por todas.

Especialmente significativos son las que vivimos durante nuestros primeros años, fruto de experiencias dolorosas o incomprensibles para el niño que éramos y más si ocurrieron con nuestros padres o con otros adultos significativos de nuestra infancia.

Hasta quien se recuerda como “un niño feliz” puede rastrear momentos infantiles en los que el dolor, un dolor infantil, se hacía presente.

Al nacer estamos totalmente en contacto con nuestras necesidades más profundas, y nos aceptamos con esas experiencias, defectos, potenciales, debilidades y deseos, sin censuras. Sin embargo, muy pronto nos damos cuenta de que a veces, siendo nosotros mismos, no somos bien recibidos en el mundo de los adultos que son importantes para nosotros. Y de ello deducimos, de forma intuitiva, que “eso” no es bueno.

Es un doloroso descubrimiento que marca nuestra vida posterior. Como no podíamos comprender lo que sucedía a nuestro alrededor, desarrollamos estrategias que nos sirvieron porque éramos vulnerables y teníamos necesidad de sentirnos seguros y protegidos.

Nos adaptamos a lo que sentíamos que los demás consideraban aceptable, y lo que nuestro entorno rechazaba, lo enterramos y comenzó a formar el terreno de nuestra sombra.

Como adultos, inconscientemente nos aferramos a esas estrategias aunque ya no sean válidas ni útiles, a pesar del sufrimiento que nos causan. Si no las hacemos conscientes, permanecerán enterrados pero no por ello dejarán de gobernarnos, aunque sea desde la sombra.

Habitualmente negamos y ocultamos la herida. Podemos, y de hecho lo hacemos, utilizar diferentes ungüentos para aliviarla, como dedicarnos al trabajo, a los hijos, al éxito o a cualquier “distracción”. Pero bien sabemos que, cuando una herida está infectada, de nada sirve cubrirla simplemente con medicamentos milagrosos. Antes, hay que tener el valor de levantar la costra y limpiar.

Entonces sí que podemos emplear remedios para evitar que vuelva a infectarse.

Un proceso terapéutico es la oportunidad de abrir y limpiar nuestras heridas. Con valor y con la presencia de alguien que nos sostiene cuando el dolor nos hiere.

Cuando algo no está resuelto casi siempre falta el primer paso de la aceptación. Que no es resignarse ante la fatalidad, sino abrirse al significado que el dolor trae en sí mismo.

Aceptar una experiencia no significa que estemos de acuerdo con ella, sino que le damos permiso para alzar su voz y enseñarnos algo.

Hasta que no nos reconciliamos con nuestra herida, a veces sanándola y otras sencillamente haciéndola consciente y teniéndola en cuenta, la vida se empeña una y otra vez en recordarnos que tenemos un aprendizaje pendiente.

La gran oportunidad que está a nuestro alcance, es trabajar con nuestras heridas para transformarlas en aprendizajes que nos permitan dotar de sentido nuestro pasado. Reconocerlas como un tesoro valioso del que hoy podemos aprender.

Curiosamente, cuando ante una experiencia hay falta de aceptación, es decir, juicios, culpabilidad, miedo, queja o cualquier otra forma de resistencia, parece que nos convirtiéramos en un poderoso imán que atrae sin cesar circunstancias y personas que nos hacen revivirla una y otra vez.




Te acompaño en el proceso..


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Juana María Martínez Camacho

Terapeuta Transpersonal
Terapeuta Acompañante en Bioneuroemoción
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