En el mundo tan
variado de las relaciones emocionales, podemos ver cinco niveles de desarrollo.
El
primer nivel es el de la “Dependencia”, es el primer escalón en la evolución
de las relaciones, lo podemos ver claramente en un niño recién nacido, que
depende naturalmente de su madre, pero también se da en muchos casos, por
ejemplo, cuando un enamorado no es correspondido, se da mucho en la
adolescencia, pero también en adultos , donde se proyecta en el ser amado todas
las ilusiones y fantasías, creyendo no poder vivir sin la otra persona, y que
conducen a la pareja a un desequilibrio donde predomina un patrón de
dependencia, de sumisión y de dolor, cuando la otra persona no responde como
uno quiere…, con frecuencia se suele decir:”no puedo vivir sin ti”.
Si bien
es cierto que uno puede amar mucho a una persona, y sentir lo maravillosa que
es, y que si la “perdiera” se sentiría muy dolido, muy triste, ello no
significa que es la única persona en el mundo, y que no se puede seguir
viviendo sin esa persona, y esto generalmente se ve como algo normal, incluso
las canciones románticas apoyan este modelo de dependencia, que a la larga,
produce sufrimiento por el apego a la persona amada.
El
segundo nivel se denomina “Codependencia”, o algo así como “dos dependientes
juntos”. En este tipo de relación, predomina el apego, la atadura, los celos y
manipulaciones, controles, reproches, por ambas partes.
En este
nivel, la pareja pasa por vaivenes de atracción y rechazo, de goce y
sufrimiento; donde el amor y el odio se van alternando con facilidad. La
relación de co-dependencia se basa en uno es el complemento del otro, muchas
veces tiene que ver con lo económico, uno es el sustento y la mujer permanece
en casa, como sucede en parejas mayores, donde la mujer no ha trabajado fuera
del hogar. Es común escuchar en este tipo de relaciones frases como “nos
complementamos y no podemos vivir uno sin el otro”; no se trata de no definir
roles, que es necesario en una pareja, sino que literalmente cada miembro en
esta relación se siente la “mitad” del otro, se basa en el mito de la “media
naranja”, donde uno necesita al otro, “te quiero porque te necesito” que no es
igual que “te elijo, te abrazo porque te amo”.
Conviene
trabajar, desarrollar con lo que a uno le falta, la mujer desarrollar sus
aspectos “masculinos”, y el hombre sus aspectos “femeninos” (que no tienen que
ver con la homosexualidad).
Esta
estructura codependiente, lleva implícita la necesidad de cambiar al otro para
que se ajuste a nuestros deseos, toda una manipulación emocional, muchas veces
inconsciente, que lleva al miedo al abandono e incluso sentir confusión de la
propia identidad. La manipulación se trata de amenazas sutiles, una manera de
decir y hacer las cosas con otros fines que los que aparecen a primera vista,
actitudes de “dar pena”, “lo que me hace sufrir”, algunas personas han
aprendido de niños a ser simpáticos o hacer gracias para obtener de sus padres
golosinas, y demás, y estos patrones de seducción, tienden a crear la necesidad
de aprobación de los demás luego de adultos.
La
codependencia se puede ver también en personas que con frecuencia se han
sentido tratadas injustamente y utilizan frases del tipo: ”con lo que yo he
hecho por ti”, “no esperaba que te comportes así conmigo”, “pensaba que
actuarías diferente”, “creí en ti y me has decepcionado”, “me has amargado la
vida”….., tambien frases como “me haces tan feiíz”…..que depositan la
responsabilidad en otra persona, tienen que ver con la expectativa que la
persona se hace de cómo debiera responder el otro. Y lo cierto es que, nadie es
responsable de los sentimientos ajenos, uno debe asumir su propia independencia
emocional.
Así es
que si alguien dice sufrir por tu causa, es responsabilidad de esa persona que,
en nombre del amor te ha dado un “poder” sobre ella basado en un patrón de
dependencia.
Pensemos
que estos patrones se forman en la niñez, en la relación que tienen los padres
entre ellos y con los hijos. Tengamos en cuenta que la
codependencia socialmente es aceptada, ejemplo: en muchos países, la esposa al
casarse figura como Señora “de” tal; generalmente decimos: mi mujer, mi
marido, mi niño, con una cierta carga de propiedad…
Para salirse de los patrones
tóxicos de la dependencia emocional, hay que apostar al desarrollo personal,
donde uno sienta que “no necesita al otro para ser feliz, sin embargo lo elije
para compartir”.
El
tercer nivel es la“Independencia”, habla de una persona no dependiente,
una persona que ha desarrollado una sensata autonomía emocional, es decir, una
vida sin apegos excluyentes y con capacidad de renovarse y autogestionar los
niveles de afectividad e intimidad. Personas que no tienen que negarse a si
mismas para satisfacer las expectativas de los demás acerca de ellas. Personas
que no necesitan la aprobación sistemática de los demás y que se saben
completas y auto-referenciadas, que han aprendido a buscar lo que requieren
para su equilibrio, y además, saben encontrarlo, esto recuerda a la frase de
Fritz Perls (Gestalt) acerca de la Independencia:
“Yo hago lo
mío y tu haces lo tuyo,
No estoy en
el mundo para satisfacer tus expectativas
Y tú no
estas en el mundo para llenar las mías.
Tú eres tú
y yo soy yo.
Y si, por
casualidad, nos encontramos, es hermoso.
Si no, no
puede remediarse.”
Se trata
de modelos de desarrollo que han superado la manipulación soterrada, y pueden
vivir en la sociedad sin necesidad de aislarse. Tengamos en cuenta que la
soledad y el retiro es una bendición para el alma, no así el aislamiento, que
resulta enfermizo y patológico.
Para
llegar a este nivel de independencia emocional, se ha de haber trabajado en
integrar y desarrollar aquellas cualidades que, en principio nos faltaban para
expresar nuestra madurez emocional. Se puede tomar como referencia que, aquella
cualidad o habilidad que nos atrae de forma un poco exagerada del otro, es
justo lo que debemos desarrollar en nosotros.. Una relación de amor en nuestra
vida, es una bendición donde podemos aprender a sanar, gozar y crecer. Que
pasaremos por dificultades, miedo a ser abandonados, etc., pero si sabemos ver,
creceremos….
Es
importante tener en cuenta la diferencia entre amor y pasión. La pasión busca
la felicidad en el otro, mientras que el amor busca la
felicidad del otro.
El
cuarto nivel corresponde a la Co-independencia, o sea una
relación que se basa en dos independientes unidos. Dos “naranjas enteras” que
desde su autonomía e individualidad deciden unirse en sinergias de amor. En
muchos casos este tipo de relaciones suelen iniciarse incluso en espacios
físicos diferentes, por ejemplo, en casas distintas, situación que se prolonga
hasta que deciden vivir en relación de “sumas” mutuas, y no de restas.
Este
es un nivel donde las personas siguen creciendo, sin apegos, y por ello con una
gran capacidad, de compartir, interesarse, enriquecerse y aportarse mutuamente.
Aquí no se produce ese temor a la pérdida del amor porque el otro triunfe, y el
miedo a la pérdida del ser amado, es reemplazado por la confianza en la
cooperación y el amor genuino.
Aquí
la relación es gratuita, nadie salva a nadie de nada, ni resuelve ningún
problema. Ya no se siente aquello de “te quiero porque te necesito”, sino
:”permanezco contigo, porque te amo, o, te elijo porque te amo.
En este
nivel no se depende de la aprobación de los demás, cada miembro de la relación
puede tener amistades diferentes, las reuniones familiares de uno, no tienen
porqué ser necesariamente compartidas por el otro …se basa en un profundo
respeto y confianza al camino maduro y consciente del otro.
El
quinto nivel corresponde a la “Inter-Independencia”, una red de
independientes, de relaciones que se encienden y activan cuando la consciencia
se enfoca en cada cual, en un presente pleno, sin grietas. La persona está más
allá de las perspectivas y está abierta a una red esencial de afectividad y
cooperación.
Su
compromiso se establece con la calidad de la relación que es capaz de crear en
este instante. Su familia, es la familia humana, y no se siente sola porque
vive creando constantemente relaciones de afecto, respeto y sinceridad.
La
inter-independencia la alcanzan aquellas personas que cuando sienten el
regocijo del amor, reconocen que, lo que aman en realidad no es tanto el apego
carnal al rostro o a la forma del ser amado, sino que han llegado a ser
conscientes del estado de consciencia que experimentan cuando interactúan con
dicho ser. Esto quiere decir, que, cuando uno quiere y desea una pareja, un
hijo, un coche ….en realidad lo que quiere no es esa persona o coche en sí,
sino el estado mental que supone que va a experimentar cuando tenga ese coche,
o abrase a esa persona, etc.
Todos
los deseos del ser humano, por muy sofisticados e idealizados que sean,
corresponden a estados mentales, estados vibratorios de la consciencia, que se
traducen en las mas variadas emociones y sentimientos: exaltación, cariño,
ternura, protección, entrega….sentimientos que forman toda una gama de
frecuencias, y que sólo “suceden” en el interior del cerebro, y se suelen
traducir como amor y sus variantes.
Podemos
decir que la motivación para ser felíz, está en la calidad del amor del sujeto
amante.
Las
afinidades tanto físicas como mentales y emocionales, son claves en las
relaciones, sin embargo, el papel del sujeto que logra limpiar su mente de
“proyecciones” que atribuye al otro, de sus carencias y sentimientos de
abandono para llegar a no necesitarlo, sino simplemente amarlo, es un
desarrollo que corresponde a cada cual hacer.
De
cualquier forma, el amor es un estado de consciencia profunda y esencial.
Cuando tu conectas contigo mismo, con la esencia de tu ser, tú eres amor , cuya
experiencia en nada depende de tu ser amado. Cuando mejor te lleves contigo
mismo, más amarás a tu amada/o , a los árboles, a los pájaros, a todo el
universo, incluso a tus propios enemigos.
Amar
no es un pensamiento, un sentimiento, una acción, Amar es una experiencia
divina, nacida de un profundo acto de voluntad evolutiva, un Si, a veces
misterioso que calienta el corazón.
Juana María Martínez Camacho
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