SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

viernes, 8 de junio de 2012

La paradoja del amor-el dolor del desencuentro



       La pareja real no puede evitar el sufrimiento. Una se da cuenta y se queda sola hasta que aparezca” la pareja ideal (que por ser ideal justamente no existe) con lo cual el sufrimiento, lejos de evitarse, reaparece constantemente. 
Toda relación íntima en la que podemos abrirnos y lograr encuentro y entrega pertenece a las cosas más gratificantes que podamos vivenciar; buscamos en ella contacto, amor, intimidad, porque son estas las situaciones que más nos enriquecen, las que nos hacen sentir vivos, las que nos llenan de fuerza y de ganas. 

  La paradoja empieza cuando nos damos cuenta de que al mismo tiempo son justamente estas relaciones las que nos provocan mayor sufrimiento y mayor dolor, muchísimo más que ninguna otra. 

  Cuando nos abrimos a la intimidad, al amor, al encuentro, nos exponernos también a sufrir y a sentir dolor. 

  La fuerza que naturalmente nos empuja a dejarnos llevar por nuestras emociones y a generar el encuentro se enfrenta con la natural tendencia a cuidarnos para no sufrir, porque intuimos, con certeza, que si nos abrimos a una persona esto le concederá al otro la posibilidad de herirnos. 

  Todos tenemos una personalidad, una coraza que no quiere tomar ese riesgo de ser lastimado y parlo tanto se cierra. 
  El niño necesita el amor de los padres y va organizando su personalidad para conseguir ese amor. 
  Si veo que me dan más atención cuando estoy débil, voy a organizar una personalidad en torno a la debilidad. 
  Si veo que se ponen orgullosos cuando soy independiente, voy a organizar una personalidad fuerte, me voy a decir a mí mismo que yo puedo solo o que no necesito ayuda. La personalidad que creamos nos sirve para funcionar y para lograr que nos quieran. Creamos una máscara y nos identificamos con ella, vamos olvidándonos de quiénes somos y de lo que verdaderamente queremos. 
  Amor e intimidad solo pueden darse cuando nos abrimos presentes a alguien; pero esto es imposible si estamos con la armadura puesta, encerrados en nuestro castillo o escondidos en nuestra estructura. 

  Tampoco es cuestión de descartar esta personalidad; la hemos construído para poder enfrentarnos a algunas dificultades de la vida. La idea es observarla, conocerla y darnos cuenta cuando nos juega en contra interrumpiendo el contacto verdadero. 

  Este es el trabajo que proponemos: observar nuestra manera especial de ser en el mundo, ser conscientes de los roles en los que nos hemos quedado fijados. 

  La paradoja continúa porque no hay mejor oportunidad que esta relación íntima potencialmente destructiva para volver a encontrarnos y para deshacernos de nuestras máscaras habituales. 

  Así, muchas veces, terminamos resolviendo esta paradoja evitando el sufrimiento, impidiéndonos el amor y privándonos del encuentro íntimo. 
En nuestro intento de decir no al dolor decimos no al amor. Y lo que es peor, nos decimos no a nosotros mismos. 

 Cuando nos enamoramos, la inconsciencia del amor nos lleva en un primer momento a abrirnos y a conectarnos con nuestro verdadero ser. 
Eso es lo que hace que el enamoramiento sea algo tan maravilloso, porque nos da la oportunidad de abrirnos, de mostrarnos tal cual somos. 
El enamoramiento es un encuentro entre dos seres siendo. 

  Venimos representando roles, funcionando como robots programados, y de repente el milagro ocurre... Nos sacamos nuestros disfraces y regalamos nuestra presencia a aquel del que nos enamoramos. 
Sabemos que esto no dura mucho, antes o después aparecen los obstáculos, las tendencias, los hábitos, las defensas. 
Sería bueno aprender que el único camino para superar estos obstáculos es estar allí con ellos en vez de negarlas o proyectarlas en nuestro compañero. 

  El problema se presenta cuando nos identificamos con nuestra coraza y nos sentimos seguros allí. Nos protegemos de nuestros sentimientos displacenteros aprendiendo a no sentir, a desconectamos de nuestras necesidades, y las defensas se convierten en una identidad que nos separa de lo que sentimos y nos impide el amor. 

 En la pareja podemos observar cómo y cuándo nos abrimos y cómo y cuándo nos cerramos con el otro, y al conocer más sobre la desconexión podremos crear un canal para abrirnos. 

  Las parejas proyectan en el otro el lado que se cierra y transportan aquella pelea interna a una pelea externa. Y entonces pensamos que es el otro el que se cierra, el que no nos deja entrar, el rígido. 
  Si transitamos este camino juntos y con amor podremos, en lugar de reaccionar frente a la reacción del otro, mostrar qué nos pasa cuando el otro se aleja, cuando se cierra. Escuchar de mi compañero qué actitudes mías lo hieren y lo ayudan a alejarse de mí. 

  Los problemas de pareja comienzan cuando dejamos de estar presentes para nosotros mismos y para el otro; cuando volvemos a escondernos detrás de roles fijos, de pantallas; cuando comenzamos a sentir el dolor del alejamiento del otro, que muchas veces es una proyección de cómo nos alejamos nosotros. 

  Cada vez creo menos que la cuestión sea resolver los problemas concretos por los que dicen sufrir las Parejas. Si nos metemos más profundamente en cada pelea, siempre llegamos a este punto de la falta de contacto, la falta de apertura. 

  Si yo puedo abrirme y mostrar mi dolor frente a cualquier problema y mi compañero hace lo mismo, quizás los problemas se vayan acomodando solos en otro plano de conflicto; porque lo más importante será que estamos juntos mostrándonos en contacto, abriéndonos a lo que pasa. Y eso es muy reconfortante. 

  Abrirnos y confiar en que el otro nos recibe tal cual somos, es una actitud que viene y nos lleva al amor. 

  No tengo que disfrazarme de fuerte para que me quieras. Si lo hago nunca sabré si serás capaz de quererme como verdaderamente soy: vulnerable, débil o lo que sea. 

  Te ato entonces a la imagen de aquellos que durante mi educación me ayudaron a pensar que yo debía ser así o asá para ser querido. 

  No es fácil llegar al punto de animarme a mostrarme; nos da miedo que nos vean vulnerables, por ejemplo. Pero si soy vulnerable (y por supuesto que lo soy) necesito que aceptemos (vos y yo) mi vulnerabilidad para estar presentes y entregarnos. 

  Es difícil en la pareja porque los dos jugamos este juego; y si me abro y el otro se cierra, el dolor es muy grande. 
Por eso la relación íntima genera tanto sufrimiento, porque estamos cabalgando siempre en esta problemática, en este juego. 

  Podemos observar la verdadera pelea que se suscita en nuestro interior entre la parte que quiere expandirse, ir hacia afuera, mostrarse, y la parte que quiere esconderse porque tiene miedo de ser descalificada, no querida, rechazada, abandonada. 

  Los problemas concretos que tenemos con nuestras parejas son una capa más superficial de este problema fundamental que está por debajo de todos los otros. Podernos utilizar los problemas cotidianos como una vía de acceso a estos problemas más esenciales que se juegan todo el tiempo en la relación. Y en este camino nos enriquecemos constantemente, porque nos acercamos cada vez más a nosotros mismos, que es la única manera de sentirnos bien, de sentir amor, paz y alegría; en última instancia, lo que estamos buscando. Porque todos buscamos sentirnos bien, lo que pasa es que tomamos caminos inadecuados. 

“ ¿Cómo podemos estar juntos si siempre queremos cosas diferentes?” 
 En esencia, siempre quieren lo mismo, (porque todos queremos en esencia lo mismo), que es poder amarse, unirse, abandonar la armadura y entregarse. 

  Quizás la salida consista en darnos cuenta de que el camino prefijado ha demostrado ser inútil. Habrá que dejar de lado nuestras viejas identificaciones y buscar un rumbo nuevo todo el tiempo, soltar nuestras viejas estructuras para inventar un camino juntos. Enfrentar el miedo a la confusión y al vacío. No podemos esperar a deshacernos del miedo para avanzar, solo podemos avanzar con él. 

  Todas las parejas tienen problemas, asuntos no resueltos. La idea no es arreglar los problemas, porque si nos dedicamos a un problema particular, mañana va a aparecer otro y asi sucesivamente. La idea es corrernos del contenido particular del problema y darnos un nuevo contexto para mirar lo que nos pasa; observar los problemas con otra mirada, sin identificamos solo con nuestro lado; salirnos de la idea de arreglar las cosas para sacarnos el problema de encima. 

  Esta propuesta tiene que ver con ir más allá de lo que vemos en una primera mirada y ver cuál es el fondo de la cuestión. De qué estamos hablando realmente, cuál es la verdadera causa de la pelea que se expresa de esta particular manera. 

  No es fácil colocarnos en esta nueva mirada, porque va en contra de nuestra cultura, que tiende a arreglar las cosas cambiando algo afuera. 

  Y como el arreglo del afuera nunca es suficiente, solemos echarle una vez más el fardo a la incompatibilidad de caracteres o a no haber encontrado a la persona adecuada. 

                                                                                                     Jorge Bucay


domingo, 27 de mayo de 2012

La tierra como escuela




  La tierra es como una gran escuela, donde venimos a aprender. A veces, a lo largo de la vida, mientras estamos dormidos, nos preguntamos el porqué nos pasan ciertas cosas, porqué tropezamos con determinadas personas, porqué tenemos que atravesar ciertas situaciones….
   Luego, cuando el dolor ha llamado a la puerta varias veces, llega un día en que dejamos de preguntarnos el porqué y comenzamos a preguntarnos el para qué me pasa esto, qué mensaje me trae tal o cual síntoma, enfermedad, para qué me sucede esta situación …, etc., quizá tenga algo que hacer con lo que me ocurre…quizá hay algo que deba cambiar….es cuando entonces podemos entrar en crisis donde nos replanteamos el sentido de la vida, nos replanteamos patrones de pensamientos y de conductas y comenzamos a comprender que somos más responsables de lo que pensábamos en cuanto a lo que estamos viviendo, comenzamos a observarnos a nosotros mismos y buscamos o aparecen “maestros”, que pueden ser libros, cursos, personas….que nos ayudan a comprender el misterio de la vida, el sentido del dolor…y así comenzamos el sendero espiritual consciente, comenzamos a darnos cuenta que cualquier cambio para que sea efectivo y duradero, sólo podemos hacerlo en nuestro interior , que pretender cambiar el afuera puede resultar agotador y a veces, hasta inútil, y nos comenzamos a responsabilizar por lo que nos sucede, a autoconocernos, auto-observarnos, a perdonarnos y amarnos, a ver en los demás nuestro propio reflejo, aprendiendo a reconocer nuestras virtudes e integrar nuestras sombras , despertando de la ilusión, del engaño de creernos que los demás están en nuestra contra, que nos quieren hacer daño, cuando en realidad, el otro y yo somos lo mismo, todo lo que me moleste mucho en el otro, al igual que todo lo que vea en el como virtud y admire, son aspectos míos, que debo integrar en mi personalidad. 

  Entonces, nos damos cuenta que la vida nos coloca delante justo lo que necesitamos para aprender a ser más íntegros, más completos en la personalidad.
  Esa pérdida que tanto me dolió, es justo lo que me hacía falta para aprender el desapego. Esa persona en la que deposité todo mi amor y que luego me “abandonó” emocionalmente, es una lección que la vida me ofrece para ver si realmente se amar o estoy dependiendo del otro, para ver si realmente me amo a mi misma como para no colgar mi vida de “otro”, y en definitiva aprender que en esencia soy amor y lo que me hace sentir plena es el dar, el amar incondicionalmente, permitiendo que la otra persona sea libre. 
  Y así, en cada situación, por dura que parezca, podemos ver la lección que esconde y crecer como personas, integrarnos y en definitiva despertar del sueño, y simplemente Ser.
                                                                                                                         Juani


viernes, 18 de mayo de 2012

Atención Plena y estrés


 Cuando comenzamos a prestar atención a lo que hace nuestra mente, nos damos cuenta que hay una gran actividad mental y emocional bajo la superficie. Gran cantidad de ideas y sensaciones que absorben gran parte de nuestras energías y nos impiden conectar con momentos de calma y satisfacción.
  La Atención Plena, no es la solución a los problemas que la vida nos plantea, pero si es verdad, que los problemas pueden verse de una manera más nítida cuando la mente está clara, serena, y esto colabora a la resolución y la sanación.
  Al ir casi todo el tiempo con el “piloto automático” la mente se mueve del pasado al futuro y se olvida de vivir el ahora, surgen reacciones mecánicas, el condicionamiento, desconectando de las verdaderas necesidades del cuerpo… El hecho de aprender a estar atentos, nos conecta con nuestras necesidades y nos invita a poder responder de una manera adecuada a cada situación, diminuyendo la reactividad y la impulsividad; aprendiendo a escuchar a nuestro cuerpo, mejoramos la salud y nuestra calidad de vida.
  El estrés  a que nos sometemos diariamente, se localiza en los músculos, espalda, hombros, mandíbula, frente, etc. para poder liberar esa tensión, primero hemos de reconocerla, de darnos cuenta que está ahí, sentirla, luego hemos de desconectar el piloto  automático y “dirigir” nuestra mente, nuestro cuerpo, prestando atención nos volvemos mas despiertos, nuestra mente está en lo que estamos haciendo.
  Saber lo que hacemos mientras lo hacemos es la esencia de la atención plena. Es prestar atención a las experiencias momento a momento, esto nos conduce a nuevas maneras de ver y de estar en la vida, ya que el momento presente, siempre que se le reconozca, y se cumpla con él, nos revela un poder muy especial, casi mágico, porque es el único tiempo que tenemos para percibir, aprender, actuar, cambiar, sanar. De ahí el valor de la consciencia del momento presente, convirtiendo  nuestra vida en  mas vívida, rica y más auténtica.
  
  La práctica de la Atención Plena, es la simplicidad misma, es recordar estar presentes en todos nuestros momentos de vigilia, recordar que sólo tenemos momentos para vivir, profundizándose nuestra visión y ampliándose nuestra consciencia.

  La Atención Plena, no significa rechazar los pensamientos, ni controlarlos, sino que es entrenarse en dirigir el foco de la atención sin juicios.
  La Atención Plena nos permite enfocar los problemas con nitidez y esto conlleva a  una mayor resolución ante la vida, en vez de estar enganchados en los juegos psicológicos de la mente, que desperdicia gran cantidad de energía y tiempo en ensueños y lamentos de cosas que ya ocurrieron, y en anticipar y fantasear sobre el futuro.
  La Atención Plena nos enseña a escuchar nuestro cuerpo y así mejorar nuestra salud y nuestra calidad de vida.

  La Atención Plena se cultiva asumiendo la postura de testigos imparciales de nuestra propia experiencia. Para ello, tomamos consciencia del constante flujo de juicios y reacciones, de experiencias tanto internas como externas, en las que generalmente nos encontramos identificados, aprendiendo a salirnos de ellas, atravesando los prejuicios y los temores.
  Es importante cultivar la paciencia, comprender y aceptar que las cosas se despliegan cuando les toca, paciencia hacia nuestra propia mente y también hacia nuestro cuerpo, paciencia con nosotros mismos cuando observamos que la mente se pasa el tiempo juzgando, o porque estamos tensos, nerviosos o asustados, o por no obtener resultados con la rapidez que nuestra mente quisiera.

  También es importante la aceptación, significa que las cosas son como son, no quiere decir que nos tengan que gustar, ni que debemos adoptar una postura pasiva ante los acontecimientos, ni abandonar nuestros principios y valores, sino, que quiere decir que hemos de llegar a la voluntad de ver las cosas como son, una actitud que nos ayuda  a actuar de manera adecuada pase lo que pase en nuestra vida, al no tener la visión perturbada como cuando nos dejamos llevar por los juicios, deseos, temores y prejuicios.   
                                                                                                                                      Juani

sábado, 12 de mayo de 2012

Confianza


                                     
 La confianza es un estado en el cual sentimos la certeza que estamos “protegidos”, que todo lo que nos haga falta para nuestra evolución lo obtendremos, que hay una inteligencia que mantiene la armonía en todo el universo, que todo está interconectado, de manera que nada es casual.
  Cuando confiamos, estamos en sintonía con la inteligencia del universo, una inteligencia que podemos verla en todo, la vemos en  la semilla que guarda un potencial y con los nutrientes de la tierra, el calor del sol y el agua, germina y crece hasta dar flores y frutos. Podemos ver esa inteligencia en el mismo cuerpo humano, cuando nos hacemos una herida física, el organismo busca reparar, regenerar, cada célula sabe lo que tiene que hacer y se solidariza con las demás células trabajando en grupos; nuestro sistema nervioso vegetativo, no necesita de nuestro control para funcionar, nuestro corazón bombea sangre durante toda nuestra vida física, sin que tengamos que intervenir en ello, al igual que cada uno de los órganos sabe desempeñar sus funciones guiados por esta inteligencia que escapa a nuestro control, la respiración, aunque la podamos regular, influir en ella, ocurre espontáneamente por sí sola, y confiamos que así suceda….
  Si observamos esa misma inteligencia, ese poder  que mueve los átomos a nivel microcósmico y las galaxias a nivel macrocósmico, y que hace que la tierra gire alrededor del sol y que los planetas estén suspendidos en el espacio, es la misma inteligencia que organiza el ADN y que impulsa a los seres vivos a crecer, desarrollarse, reproducirse y transformarse; el meditar en esa inteligencia, el tomar conciencia de ella, nos permite vivir confiados.
  La misma inteligencia que mantiene el equilibrio en la naturaleza, que nutre a los animales y a las plantas, es la misma que nos da lo que necesitamos si confiamos en ella.
  Ese poder inteligente hace que ocurran acontecimientos sincrónicos, llenos de sentido para quien confía y aprende a ver …
 
                                                                                                              Juani

domingo, 6 de mayo de 2012

El efecto de las palabras no dichas



    Entrevista al Dr. Mario Alonso Puig - Cirujano
Tengo 48 años. Nací y vivo en Madrid.  Estoy casado y tengo tres niños.  Soy cirujano general y del aparato digestivo en el Hospital de Madrid.   Hay que ejercitar y desarrollar la flexibilidad y la tolerancia.  Se puede ser muy firme con las conductas y amable con las personas. Soy católico.   Acabo de publicar Madera líder (Empresa Activa).
Hasta ahora lo decían los iluminados, los meditadores y los sabios; ahora también lo dice la ciencia: Son nuestros pensamientos los que en gran medida han creado y crean continuamente nuestro mundo.
Hoy sabemos que la confianza en uno mismo, el entusiasmo y la ilusión tienen la capacidad de favorecer las funciones superiores del cerebro. La zona prefrontal del cerebro, el lugar donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa nuestro futuro, donde valoramos alternativas y estrategias para solucionar los problemas y tomar decisiones, está tremendamente influida por el sistema límbico, que es nuestro cerebro emocional.  Por eso, lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando.  Hay que entrenar esa mente.
 -Más de 25 años ejerciendo de cirujano. ¿Conclusión?
 -Puedo atestiguar que una persona ilusionada, comprometida y que confía en sí misma puede ir mucho más allá de lo que cabría esperar por su trayectoria.
¿Psiconeuroinmunobiología?
 -Sí, es la ciencia que estudia la conexión que existe entre el pensamiento, la palabra, la mentalidad y la fisiología del ser humano. Una conexión que desafía el paradigma tradicional. El pensamiento y la palabra son una forma de energía vital que tiene la capacidad (y ha sido demostrado de forma sostenible) de interactuar con el organismo y producir cambios físicos muy profundos.
 -¿De qué se trata?
 -Se ha demostrado en diversos estudios que un minuto entreteniendo en un pensamiento negativo deja el sistema inmunitario en una situación delicada durante seis horas. El distrés, esa sensación de agobio permanente, produce cambios muy sorprendentes en el funcionamiento del cerebro y en la constelación hormonal.
 -¿Qué tipo de cambios?
 -Tiene la capacidad de lesionar neuronas de la memoria y del aprendizaje localizadas en el hipocampo. Y afecta a nuestra capacidad intelectual porque deja sin riego sanguíneo aquellas zonas del cerebro más necesarias para tomar decisiones adecuadas.
-¿Tenemos recursos para combatir al enemigo interior, o eso es cosa de sabios?
 -Un valioso recurso contra la preocupación es llevar la atención a la respiración abdominal, que tiene por sí sola la capacidad de producir  cambios en el cerebro. Favorece la secreción de hormonas como la serotonina y la endorfina y mejora la sintonía de ritmos cerebrales entre los dos hemisferios.
-¿Cambiar la mente a través del cuerpo?
 -Sí. Hay que sacar el foco de atención de esos pensamientos que nos están alterando, provocando desánimo, ira o preocupación, y que hacen que nuestras decisiones partan desde un punto de vista inadecuado. Es más inteligente -no más razonable- llevar el foco de atención a la respiración, que tiene la capacidad de serenar nuestro estado mental.
 -¿Dice que no hay que ser razonable?
 -Siempre encontraremos razones para justificar nuestro mal humor, estrés o tristeza, y esa es una línea determinada de pensamiento. Pero cuando nos basamos en cómo queremos vivir, por ejemplo sin tristeza, aparece otra línea. Son más importantes el qué y el por qué que el cómo. Lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando.
 -Exagera.
 -Cuando nuestro cerebro da un significado a algo, nosotros lo vivimos como la absoluta realidad, sin ser conscientes de que sólo es una interpretación de la realidad.
 -Más recursos...
 -La palabra es una forma de energía vital. Se ha podido fotografiar con tomografía de emisión de positrones cómo las personas que decidieron hablarse a sí mismas de una manera más positiva, específicamente personas con trastornos psiquiátricos, consiguieron remodelar físicamente su estructura cerebral, precisamente los circuitos que les generaban estas enfermedades.
 -¿Podemos cambiar nuestro cerebro con buenas palabras?
 -Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina en 1906, dijo una frase tremendamente potente que en su momento pensamos que era metafórica. Ahora sabemos que es literal: "Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro".
 -¿Seguro que no exagera?
 -No. Según cómo nos hablamos a nosotros mismos moldeamos nuestras emociones, que cambian nuestras percepciones. La transformación del observador (nosotros) altera el proceso observado. No vemos el mundo que es, vemos el mundo que somos.
-¿Hablamos de filosofía o de ciencia?
 -Las palabras por sí solas activan los núcleos amigdalinos. Pueden activar, por ejemplo, los núcleos del miedo que transforman las hormonas y los procesos mentales. Científicos de Harward han demostrado que cuando la persona consigue reducir esa cacofonía interior y entrar en el silencio, las migrañas y el dolor coronario pueden reducirse un 80%.
 -¿Cuál es el efecto de las palabras no dichas?
 -Solemos confundir nuestros puntos de vista con la verdad, y eso se transmite: La percepción va más allá de la razón. Según estudios de Albert Merhabian, de la Universidad de California (UCLA), el 93% del impacto de una comunicación va por debajo de la conciencia.
 -¿Por qué nos cuesta tanto cambiar?
 -El miedo nos impide salir de la zona de confort; tendemos a la seguridad de lo conocido, y esa actitud nos impide realizarnos. Para crecer hay que salir de esa zona.
 -La mayor parte de los actos de nuestra vida se rigen por el inconsciente.
 -Reaccionamos según unos automatismos que hemos ido incorporando. Pensamos que la espontaneidad es un valor; pero para que haya espontaneidad primero ha de haber preparación, si no sólo hay automatismos. Cada vez estoy más convencido del poder que tiene el  entrenamiento de la mente.
 -Déme alguna pista.
 -Cambie hábitos de pensamiento y entrene su integridad honrando su propia palabra. Cuando decimos "voy a hacer esto" y no lo hacemos alteramos físicamente nuestro cerebro.  El mayor potencial es la conciencia.
-Ver lo que hay y aceptarlo.
 -Si nos aceptamos por lo que somos y por lo que no somos, podemos cambiar. Lo que se resiste, persiste. La aceptación es el núcleo de la transformación.
             "SEAMOS EL CAMBIO QUE QUEREMOS VER EN EL MUNDO

jueves, 26 de abril de 2012

Centrarse


  
   El objetivo de la meditación es centrarse en el aquí y ahora, en el presente. Nosotros estamos donde está nuestra atención. Permanecer en el momento presente y permitirnos experimentar y responder a lo que está sucediendo ahora en el nivel de los sentimientos (hemisferio derecho del cerebro) más que quedarnos en el pasado o el futuro (hemisferio izquierdo del cerebro), es una disciplina y un objetivo.
  El estar en el presente, es salir de los automatismos de los viejos hábitos, contemplando lo que está sucediendo a nuestro alrededor y en nosotros mismos con ojos puros y responder a las situaciones de manera espontánea y apropiada, no mecánica.
  Cada momento vivido plenamente, enriquece la calidad de nuestra vida..

Practicar la meditación, es recordarnos lo que realmente somos.
  Si no somos nuestras mentes y si somos capaces de observar nuestros pensamientos, quiere decir que estamos separados de ellos, entonces ¿Quiénes somos?....
  Entonces, por la misma razón, no podemos ser nuestros cuerpos, o nuestros sentimientos: podemos observarlos, por lo que debe existir distancia entre nosotros y ellos. Formulamos la pregunta ¿quién soy?, que en sí misma es una meditación.
  En nuestro nivel más profundo, no somos nuestros nombres, ni ninguna etiqueta que la sociedad nos haya puesto, como hombre, mujer, clase social, etc., no somos ni ricos, ni pobres, ni médicos, ni maestros, ni fontaneros, ni amas de casa o funcionarios, etc. esas son actividades  que desempeñamos, no lo que somos, sólo puedo conocer lo que no soy.

  Al final, cuando hemos abandonado nuestras falsas identificaciones, solo queda la Esencia, el Ser, y en consecuencia, no hay separación con Dios, la Vida, el Universo, o como queramos llamarle.  Tenemos consciencia vacía de nosotros mismos, pura, inexpresable, para la cual, todo lo demás es un objeto, no solo el mundo exterior (incluyendo nuestros cuerpos), sino también el mundo interior del pensamiento, y del sentimiento.
  Y el modo en que nos damos cuenta de esto, simplemente es este: “estar tranquilo y saber que en ese nivel yo soy Dios, yo soy la Vida”.
  Recordar quienes somos realmente cuando nos sentimos estresados, agobiados por los problemas y tomando las cosas demasiado en serio, es como “volver a casa”, y en esto consiste Centrarse, también recordar que “esto también pasará”, y que “la vida es un misterio para ser disfrutado, no un problema para resolver…”

                                                                                                                        Juani