Si hemos podido resolver bien estos momentos, probablemente se hayan transformado en aprendizajes fecundos que han hecho de nosotros la persona que hoy somos. Pero casi con seguridad, algunos de ellos han sido evitados, resueltos “como hemos podido” o incluso enterrados en nuestras profundidades pendientes de que aún se les preste la atención necesaria. Es en estos casos cuando estas experiencias aún hoy se reflejan en nuestra vida adulta. Su huella se manifiesta en lo que llamamos “herida”. Como si ese aspecto necesitara ser atendido, limpiado, curado para poder cicatrizar de una vez por todas.
Especialmente significativos son las que vivimos durante nuestros primeros años, fruto de experiencias dolorosas o incomprensibles para el niño que éramos y más si ocurrieron con nuestros padres o con otros adultos significativos de nuestra infancia.
Hasta quien se recuerda como “un niño feliz” puede rastrear momentos infantiles en los que el dolor, un dolor infantil, se hacía presente.
Al nacer estamos totalmente en contacto con nuestras necesidades más profundas, y nos aceptamos con esas experiencias, defectos, potenciales, debilidades y deseos, sin censuras. Sin embargo, muy pronto nos damos cuenta de que a veces, siendo nosotros mismos, no somos bien recibidos en el mundo de los adultos que son importantes para nosotros. Y de ello deducimos, de forma intuitiva, que “eso” no es bueno.
Es un doloroso descubrimiento que marca nuestra vida posterior. Como no podíamos comprender lo que sucedía a nuestro alrededor, desarrollamos estrategias que nos sirvieron porque éramos vulnerables y teníamos necesidad de sentirnos seguros y protegidos.
Nos adaptamos a lo que sentíamos que los demás consideraban aceptable, y lo que nuestro entorno rechazaba, lo enterramos y comenzó a formar el terreno de nuestra sombra.
Como adultos, inconscientemente nos aferramos a esas estrategias aunque ya no sean válidas ni útiles, a pesar del sufrimiento que nos causan. Si no las hacemos conscientes, permanecerán enterrados pero no por ello dejarán de gobernarnos, aunque sea desde la sombra.
Habitualmente negamos y ocultamos la herida. Podemos, y de hecho lo hacemos, utilizar diferentes ungüentos para aliviarla, como dedicarnos al trabajo, a los hijos, al éxito o a cualquier “distracción”. Pero bien sabemos que, cuando una herida está infectada, de nada sirve cubrirla simplemente con medicamentos milagrosos. Antes, hay que tener el valor de levantar la costra y limpiar.
Entonces sí que podemos emplear remedios para evitar que vuelva a infectarse.
Un proceso terapéutico es la oportunidad de abrir y limpiar nuestras heridas. Con valor y con la presencia de alguien que nos sostiene cuando el dolor nos hiere.
Cuando algo no está resuelto casi siempre falta el primer paso de la aceptación. Que no es resignarse ante la fatalidad, sino abrirse al significado que el dolor trae en sí mismo.
Aceptar una experiencia no significa que estemos de acuerdo con ella, sino que le damos permiso para alzar su voz y enseñarnos algo.
Hasta que no nos reconciliamos con nuestra herida, a veces sanándola y otras sencillamente haciéndola consciente y teniéndola en cuenta, la vida se empeña una y otra vez en recordarnos que tenemos un aprendizaje pendiente.
La gran oportunidad que está a nuestro alcance, es trabajar con nuestras heridas para transformarlas en aprendizajes que nos permitan dotar de sentido nuestro pasado. Reconocerlas como un tesoro valioso del que hoy podemos aprender.
Curiosamente, cuando ante una experiencia hay falta de aceptación, es decir, juicios, culpabilidad, miedo, queja o cualquier otra forma de resistencia, parece que nos convirtiéramos en un poderoso imán que atrae sin cesar circunstancias y personas que nos hacen revivirla una y otra vez.
Te acompaño en el proceso..
CONSULTA PRESENCIALES - CONSULTAS SKYPE
Juana María Martínez Camacho
Terapeuta Transpersonal
Terapeuta Acompañante en Bioneuroemoción
Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
(Cellular Memory Release)
Anatheóresis (Psicoterapia Regresiva Perceptiva)
Formación Internacional en Psiconeuroinmunoendocrinología
(IPPNIM)
Yoga Terapéutico Integral
Especialista en técnicas de reducción del estrés (Mindfulness- Meditación-
Coherencia Cardíaca- Relajación Guiada,
Visualización, Concentración, Contemplación)
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Craneosacral y Visceral, entre otras…)
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