Aceptar la alegría parece natural, pero tal vez no está claro por qué hemos de aceptar la ira y el miedo. Los sentimientos negativos como éstos son precisamente lo que deseamos evitar. Por lo general consideramos que los sentimientos negativos impiden o interfieren la felicidad. Todos tenemos alguna idea sobre cómo nos gustaría ser: sin determinados defectos, limitaciones y “problemas” emocionales. Combatimos estas condiciones, confiando en ser más felices si por lo menos nos deshacemos de nuestros aspectos negativos, si por lo menos nos volvemos mejores.
Luchamos contra la infelicidad misma. Sin embargo, la psicología actual enseña que existe un lugar para la aceptación de los sentimientos y condiciones negativos.
En realidad, al no aceptar perpetuamos la negatividad en lugar de liberarla. El concepto de aceptación no es fácil de aprehender, porque estamos adiestrados para resistir a lo que no nos gusta y combatirlo.
De hecho, comprender la aceptación es algo sutil, y las cuestiones fundamentales siguen siendo: ¿Cómo? ¿Cómo acepto mi cólera? ¿Qué significa aceptar mi miedo? ¿Cómo resuelvo mi problema si lo acepto?
Si los sentimientos son dolorosos y se vuelven problemas, se debe únicamente a que no son aceptados, o integrados. Creamos dolor al resistirnos y al no aceptar.
Para ir más allá del dolor y disfrutar de la totalidad, debemos aprender a integrar esas partes de la vida que encontramos dolorosas y preferiríamos evitar. Una vez integradas ya no son dolorosas. Por el contrario, agregan nuevas dimensiones a nuestra existencia.
Estas nuevas dimensiones son imprevisibles. La vida se vuelve más rica, dando lugar a una conciencia auténtica, y no fingida, de prosperidad material y espiritual. Se permite que se manifieste la creatividad. La felicidad se hace incondicional. Nos convertimos en artistas de la vida y nos damos cuenta de que estábamos resistiéndonos a algo que en realidad se hallaba dentro de nosotros y no en el mundo exterior.
Aceptación significa abrirse a los sentimientos.
La aceptación no significa la automática aprobación de cualquier hecho, sea un sentimiento interior, la interacción con otra persona o algo que ocurre en el mundo exterior. Aceptación significa más bien que nos abrimos a la experiencia del acontecimiento.
Podemos retener nuestra discriminación intelectual y la preferencia por que algo sea distinto de cómo se está ahora manifestando; sin embargo, no permitimos que nuestra preferencia interfiera la experiencia. Esto es posible porque la experiencia tiene lugar en el nivel de los sentimientos, no en el del intelecto.
Al abrirnos a la total experiencia de algo, en el nivel sensitivo, lo aceptamos. La capacidad de sentir tiene suma importancia. Los sentimientos son nuestra conexión con la vida; sin ellos estamos caducos, huecos y aislados de la verdadera realización.
Los autobloqueos se producen en el nivel sensitivo, no en el nivel mental ni en el intelectual. Del nivel sensitivo es del que menos somos conscientes.
Las personas que han alcanzado la autoaceptación, desarrollan la capacidad para sentir en profundidad, sin resistencias, cualquier cosa que ocurra en su vida interior. Sin embargo, la mayoría no hacen lo mismo, sino que bloquean los sentimientos para que no se hagan conscientes, lo que da como resultado confusión y desequilibrio emocionales.
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Juana Ma. Martínez Camacho
Terapeuta Transpersonal
Acompañante en Bioneuroemoción
Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
Anathéoresis (Psicoterapia Regresiva Perceptiva)
Formación Internacional en Psiconeuroinmunoendocrinología (IPPNIM)
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