SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

sábado, 18 de septiembre de 2021

El Secreto del Rey


En el antiguo reino de Ezra vivía un joven humilde llamado Yuan, el rey que allí gobernaba era el monarca más rico de toda la tierra, y en su reino siempre había abundancia, justicia y prosperidad para todos.

Un día, Yuan se preguntó cuál sería el secreto de su rey para haber podido acumular tanta riqueza.

Decide preguntarle a su madre, que tenía fama de ser una mujer con mucho conocimiento y sabiduría; ella le cuenta que cuando el rey era un joven humilde, una vez se encontró con un sabio anciano que pasaba por el pueblo en donde él vivía, a quien le preguntó: Usted que ha recorrido toda la tierra puede decirme ¿Cuál es el tesoro más grande que existe?.

El sabio le respondió: "El tesoro más grande que existe es aquel que nunca se puede gastar”... y que hasta hoy el rey no le ha contado a nadie el resto del secreto.

Yuan siente que en su interior se despierta un gran interés por averiguar el resto del secreto, y para ello decide pedir una audiencia al rey. Después de mucho insistir y de una serie de entrevistas y explicaciones con diferentes funcionarios del gobierno, finalmente a Yuan le llega la noticia de su próxima entrevista con el soberano.

Ese día, Yuan se levanta muy temprano y llega al palacio con un gran sentimiento de regocijo y admiración. En el momento que se encuentra ante el monarca, con voz muy baja y temblorosa le expone el motivo de su visita: descubrir el tesoro más grande que existe.

El rey, que es un hombre justo y sabio, piensa que no es casual que este joven se haya atrevido a preguntarle su secreto, que aunque siempre ha estado a la vista de todos, nadie realmente lo ha descubierto; por lo cual le dice a Yuan que como recompensa por su valor y dedicación le confesara la segunda parte de su secreto. 
Yuan le confía, que aunque no resiste el deseo de saber la segunda parte, le pediría antes, con todo respeto, que le explique de qué sirve un tesoro que no se puede gastar.
El rey añade sonriente que el tiempo se devuelve, ya que él le preguntó lo mismo al anciano, quien le dijo la segunda parte del secreto así: "El tesoro que puede llegar a ser más grande de todos, es aquel que nunca podrás gastar, porque siempre que lo utilices se crecerá más".

Yuan queda sorprendido y dice que eso es imposible; no obstante, el monarca dice que un tesoro solo puede crecer cuando es útil para los demás que pueden beneficiarse de él, Yuan comenta que aun así no comprende. Como es posible que no pueda gastarse y que donde podría encontrar un tesoro con esas características. 

Tu deber, como lo fue antes para mí, dijo el rey, es cumplir con dos tareas en compensación por la segunda parte del secreto que te he confiado: la primera es encontrar el lugar donde puede residir ese tesoro; y la segunda, que descubras cómo se utiliza, entonces sabrás la tercera y última parte del secreto y se obrará en ti el MILAGRO que una vez se obró en mí.

Apesadumbrado por el requerimiento impuesto por el rey, Yuan permanece varios días buscando los lugares donde se guardaban los antiguos tesoros, las joyas y el oro de los adinerados. Pensaba que observando esos lugares encontraría alguna clave que lo condujera a ese gran tesoro.

Aburrido de realizar tantas actividades sin encontrar el resultado esperado, Yuan permanece reflexivo y silencioso durante algún tiempo, al cabo del cual observó que la fuerza que lo impulsaba a seguir la búsqueda había aumentado y provenía de un lugar a donde nunca antes había mirado, entonces pensó: si mi fuerza, comprensión, cualidades y valores están en mí, y cada vez que las utilice crecen más, nunca las podré gastar. 
En ese momento Yuan comprendió que se había encontrado a sí mismo, y se preguntó cuál sería la mejor manera de utilizar lo que acabo de encontrar?

Estaba soleado el día en que Yuan regresó a donde su rey. Después del saludo de rigor le dice que aburrido de buscar sin éxito en diferentes lugares, observé que nunca había mirado dentro de mí, y allí encontré el tesoro que nunca se puede gastar. Además me di cuenta que existe solo una manera de utilizarlo.

Con esto comprendí cuál era la tercera parte del secreto de su majestad.

Pasado el tiempo Yuan llegó a ser rey, y se dice que nunca antes un rey había sido tan rico y feliz para siempre.

ENTREGANDO SIEMPRE LO MEJOR DE MÍ MISMO EN TODAS LAS FUNCIONES CON LAS QUE ME HE COMPROMETIDO DENTRO DEL REINO.


El tesoro interno que poseemos y cada día acumulamos más reside en nuestra capacidad de comprender y servir, que nos permite reconocer lo mejor de las personas, hacer excelentes relaciones, reconocer el valor de la vida y aprovechar la oportunidad de aprender diariamente a expresar el amor a través del servicio.




viernes, 20 de agosto de 2021

El porqué del sufrimiento emocional. La identificación.

 

En nuestra existencia, necesitamos constantemente movernos, interesarnos por las cosas, fijarnos objetivos, poner nuestra confianza en algunas personas, tener esperanzas, triunfar en distintas áreas de la vida, o sea que, tenemos la sensación que para vivir plenamente, debemos tener ilusiones, proyectos, adherirnos a ideas sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre la vida.

Luego la experiencia nos enseña con dolor que, con frecuencia, las cosas no salen como habíamos imaginado, soñado, previsto, que todo ese entusiasmo, ilusión y confianza, se convierten en desilusión, desengaño, frustración. Al no funcionar bien las cosas, tenemos la sensación de que nosotros tampoco funcionamos bien, que tarde o temprano llega el desengaño y entonces nos cerramos a la espontaneidad afectiva y adoptamos una actitud de desconfianza, escepticismo y encogimiento.

El principal problema es la identificación. Nos identificamos con las cosas que hacemos, con las que percibimos, con las que pensamos, sentimos y vivimos. Identificarse significa que uno confunde la propia realidad de sí mismo con la realidad de la cosa.

Nos identificamos con las cosas externas a nosotros, con las cosas que poseemos, por ejemplo, si alguien nos da un golpe en el coche, hay una reacción interna de molestia y con frecuencia se reacciona de una manera desproporcionada, como una ofensa personal. Existe en nosotros una proyección hacia nuestras cosas. Todos tenemos algún lugar donde queremos que nadie toque nada, como si fuera una extensión de uno mismo.

También hay una identificación con los fenómenos internos:

Nos identificamos con el cuerpo, la persona que, por ejemplo, tiene una idea de sí de ser muy alta, muy baja, etc., puede llegar a preocuparse tanto, como si su valor dependiera de su físico.

Nos identificamos con las sensaciones que provienen del cuerpo, ya sean de dolor o de placer; por ejemplo, si siento dolor, creo que soy todo yo ese dolor y todo lo miro y valoro en función de ese dolor.

Nos identificamos con los sentimientos, si estoy entusiasmado con algo, me creo ser todo yo el entusiasmo, y negar ese sentimiento, sería como negarme a mí.

Con las ideas ocurre algo similar, si observamos en la vida diaria, cada persona defiende sus ideas y hasta discute por ellas, no como una idea que tiene, sino como si uno fuera esa idea.

Fundamentalmente, nuestro Yo, no es ninguna de las cosas con las que nos identificamos, y esto es muy claro, muy evidente. No somos el cuerpo, que es algo que está en constante renovación. Yo soy el mismo con este cuerpo que tengo ahora, que hace años. No soy las sensaciones, porque van y vienen; tampoco soy las ideas, que cambian continuamente; y, sin embargo, siempre soy yo quien tengo ideas, sentimientos, cuerpo….

Si me observara, vería que en cada momento me adhiero a algo diferente, y el hecho de que me identifique con una cosa y luego cambie y me identifique con otra, me indica que no soy ni la una, ni la otra. Confundimos constantemente la realidad intrínseca del Yo con las cosas, con los fenómenos, con lo que vive y experimenta el yo. Esta fuerte tendencia a la identificación, nos trae serios problemas, ya que es la causa de todos los desengaños, desilusiones y preocupaciones, que provienen de una ilusión previa.

Todo lo que existe, tiene una naturaleza dinámica, está en un constante proceso de renovación, de movimiento; no hay nada estable donde podamos asirnos y vivir en completa seguridad.

La única seguridad, la hemos de encontrar en nuestro núcleo de nuestro Yo. En todo momento, yo soy el sujeto de las cosas que hago, nunca soy las cosas que hago. Hay algo en mí que es el eje central de donde surge toda la acción, la iniciativa, pero mi mente, como siempre que vivo en un nivel superficial, hace que no preste atención a esa realidad central que soy, sino que sólo me sienta Yo, me afirme, en la cosa que hago. Así, me siento Yo en el momento en que hablo, y por ello creo que soy mi inteligencia, o se me ocurre una idea, y creo que el Yo, es el hecho que los demás queden convencidos, me ayuden y estén a mi favor, etc.

Mientras confundo mi realidad con algo, dependeré de ese algo, porque me apego a eso. Lo mismo ocurre con la imagen (la idea) que tenemos de nosotros mismos, el creer que soy esa imagen hace que tienda a ver todo en función de ella.
Si podemos percibir de un modo más directo nuestra realidad intrínseca, estaremos en condiciones de desprendernos de las cosas, manejarlas de manera objetiva, tomando distancia, quedando fuera del ego.

En la medida en que podemos descubrir y vivir nuestro Yo, comenzamos a llevar las riendas de nuestras facultades, encauzar nuestras emociones, dejando de ser marionetas del mundo exterior o del interior por vivir identificados, siguiendo sus vaivenes en las distintas situaciones de nuestra vida. A. Blay



Identificación con la mente. Emociones.

Nos hacemos adictos al pensamiento, confundimos nuestra identidad con el contenido y la actividad de nuestra mente. Creemos que si dejamos de pensar, dejaríamos de ser. Nos formamos una imagen mental de nosotros mismos, un yo ilusorio, el ego, que sólo puede funcionar mediante el pensamiento constante. El ego es disfuncional, porque para él, el momento presente apenas existe.

La mente, en este estado del ego, mantiene el pasado vivo, se nutre de él y se proyecta en el futuro constantemente para buscar en él la satisfacción, la liberación: “Algún día, lograré estar en paz”, “cuando resuelva tal situación, me sentiré feliz”, et. Incluso, cuando el ego está en el presente, lo mira con la carga del pasado, el presente es un medio para un fin, ese fin está siempre en el futuro proyectado por la mente. La clave de la liberación está en el presente, pero no se encuentra mientras uno siga siendo su mente.

El predominio de la mente, es sólo una etapa más en la evolución de la consciencia. El pensamiento es sólo un aspecto menor de la consciencia, no puede existir sin ella; pero la consciencia no necesita del pensamiento, está por encima de él. El pensamiento, por sí solo, desconectado del campo de la consciencia, se convierte en algo insano, destructivo.

La mente es básicamente una computadora para sobrevivir, recoge y almacena datos, analiza información, ataca o se defiende de otras mentes, etc., pero carece de creatividad. Existe una inteligencia mucho mayor que la mente, si observamos cómo funciona el cuerpo, la naturaleza en general, nos damos cuenta de esta inteligencia que opera. Cuando la mente vuelve conectar con esa inteligencia, se convierte en una herramienta maravillosa, porque está al servicio de algo mayor que sí misma.

La mente no es sólo el pensamiento, sino también las emociones y las reacciones inconscientes, tanto mentales como emocionales. Las emociones son el reflejo de la mente en el cuerpo. Nos sentimos agredidos, el cuerpo desencadena una serie de sustancias químicas que darán lugar al enfado; si nos sentimos amenazados física o psicológicamente, el cuerpo se contrae y sentimos miedo, etc. Estos cambios bioquímicos que se producen son el producto de la emoción.

En general, no estamos conscientes de todas las pautas de pensamiento, y en ocasiones, sólo podemos traerlas a la consciencia mediante la observación de las emociones.

Cuanto más nos identificamos con el pensamiento, con lo que nos gusta o nos desagrada, con nuestros juicios y nuestras interpretaciones, más fuerte es la carga emocional, si no podemos sentir las emociones y nos desconectamos de ellas, las acabamos sintiendo a nivel físico.

Todas las emociones son ramificaciones de una emoción básica, que tiene su origen en la pérdida de consciencia de la identidad real, de la desconexión del Yo central, del ser. Se parece al miedo, a una sensación de estar bajo amenaza continua y una sensación de abandono y falta de plenitud, quizá podríamos llamarlo simplemente dolor.

Una de las principales tareas de la mente es luchar contra el dolor emocional e intentar eliminarlo, por eso su actividad incesante, pero sólo consigue calmarlo temporalmente, y cuando más lucha por liberarse del dolor, éste aumenta. La mente no puede encontrar la solución, porque ella misma es parte del problema.

Las emociones, como parte de la mente dualista, están sujetas a la ley de los opuestos, es decir, no puede haber bien sin mal. En el estado de identificación con la mente, la alegría, suele ser el lado fugaz y placentero de un ciclo que alterna entre placer y dolor. Dos caras de la misma moneda. Ese placer viene dado por algo externo y, las mismas cosas que hoy nos dan placer, mañana producirán dolor, o bien, la dicha se irá y su ausencia producirá dolor.

Durante millones de años, los seres humanos hemos estado en manos del sufrimiento por haber perdido consciencia del ser.

El dolor emocional, es inevitable mientras uno siga identificado con la mente, el ego, mientras uno siga siendo espiritualmente inconsciente. E. Tolle



La mente inconsciente.

Constantemente estoy tratando de ser más fuerte, más seguro, mejor persona, etc., retener, repetir las experiencias que me resultan agradables, y evitar todo lo que me parece desagradable, intentando no ver, no sentir, o haciendo como si no existiera lo que me hace sentir mal; así, estoy negando una parte de mis impulsos, de mis recuerdos, de mis experiencias desagradables, y, aunque las ignore con la mente, las inhiba, están ahí.

Mi vida está hecha de constantes represiones, que se acumulan, hasta que llegado un momento me ahogan. Cada vez que me adhiero a algo, es porque estoy rechazando lo opuesto; y esto es lo que crea toda esa carga enorme del inconsciente personal. Éste está formado por todo lo que no hemos aceptado vivir, está lleno de energías mentales, de afectos, de sentimientos, ideas, recuerdos, experiencias, impulsos, que por no ir a favor de lo que deseo llegar a ser , lo he cortado, negado y lo mantengo comprimido dentro (censura). Pero el que estén inhibidos dentro, no significa que desaparezcan, sino que creo una dualidad cada vez más poderosa en mí: lo que acepto y lo que rechazo.

Cuanto más cosas rechazo, dispongo de menos energía para vivir lo que acepto, para vivir libremente y con gozo el presente. El inconsciente es una especie de automotivación latente, que hace que yo vaya suprimiendo zonas de mi existencia, pero al mismo tiempo, estoy deseando una plenitud total. Vivo una contradicción.

Todas las experiencias, se presentan para ser vividas, tomando conciencia de ellas, sintiéndolas y aceptándolas hasta “digerirlas” del todo. Cuando rechazo vivir un dolor, un fracaso, un malestar… estoy yendo en contra de un proceso natural, y todo esto no aceptado, se acumula en mí, es como una “indigestión”. He de asimilar todo. 
El retener cosas, se opone al fluir natural, y hasta que no libere, no acepte, todo esto que está reprimido, iré cargando un peso que me impedirá ser libre, y si no soy libre de mi pasado, no tendrá sentido buscar afuera las situaciones que me den libertad (sean sociales, políticas, económicas, etc.), mientras lleve mi pasado a cuestas, seré un esclavo de él. 
Esta carga del inconsciente, desaparecerá cuando pueda hacerla consciente, y la acepte con todas las consecuencias; pero para ello, debo trascender la idea que tengo de mí, el ego, y permitir que aparezca la mirada limpia, inocente y sin prejuicios, sin comparaciones ni condicionamientos, aceptando todo desde la comprensión que la mente está viviendo en el error.


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El miedo como consecuencia de vivir el error.


El miedo se vive con muchos matices e intensidades, dependiendo de la personalidad; tenemos miedo a no ser comprendidos, al fracaso, a la propia debilidad, a la sociedad, etc., se vive en unos aspectos de la vida o en otros y puede llegar a convertirse en patología. Pero sea el miedo patológico o no, procede del mismo lugar. 

El miedo es como un árbol que tiene muchas ramas, y, es necesario descubrir la raíz que lo causa para diluirlo y trascenderlo, así que no conviene huir del dolor que pueda surgir al mirar lo que está funcionando mal en nosotros.

Nos rodean muchos peligros; nuestro cuerpo físico es frágil, y está expuesto constantemente a accidentes, enfermedades, catástrofes, etc. El miedo respecto a ello es justificable desde un punto de vista de identificación humano. 
No debemos confundir el instinto de supervivencia natural en cualquier forma de vida, con el miedo. Proteger el cuerpo, es un acto de inteligencia existencial que no necesita ser pensado, surge naturalmente ante un peligro real. Pero la inseguridad, la angustia que vive la persona, generalmente, no es por el temor de que algo le pueda suceder externamente, sino que se trata de un miedo interno, psicológico, que es el que más daño nos hace, el que nos paraliza e impide vivir experiencias que quedan como energías reprimidas, deseos frustrados, y luego tendrán consecuencias inevitables. Se nos hiere desde la infancia, y luego cargamos con esas heridas temiendo a que se nos vuelva a lastimar. En casi todas nuestras motivaciones, se esconde algún tipo de temor, que nos frena y condiciona a la hora de actuar. Durante miles de años, hemos tolerado el miedo como una forma de ejercer autoridad.

El miedo es la consecuencia de vivir en el error de la identificación con el cuerpo y la mente, y va asociado a un complejo de inferioridad. Nos hacemos una idea de nosotros mismos y, a todo lo que amenace la integridad física o psicológica de esa idea, de lo que creemos ser, le tenemos miedo. Tenemos miedo de hacer y de no hacer, como así también, de expresar lo que se siente y lo que se piensa por la reacción que pueda tener el entorno. Buscamos ser queridos, valorados y admirados, esta idea egocéntrica se convierte en el eje de nuestra vida y, todo lo que vivimos pasa por ese filtro dualista y egocentrado. Generamos una manera de pensarnos a nosotros mismos y esto da lugar a una forma de interpretar el entorno, y, al partir de una base errónea y parcial, lo que interpreto, juzgo, también resulta erróneo.

El miedo no es substancial en el ser humano. Las emociones, miedo, rabia, celos, envidia, agresividad, etc., no son en sí negativas; la existencia está hecha de cualidades positivas; lo que se vive como negativo, es una falta de desarrollo de lo positivo; así como la oscuridad es ausencia de luz, el miedo es la ausencia del amor, es vivir en el error. 
La identificación con el cuerpo y la mente, es el generador de todos los miedos. Creemos que la verdad es lo que aparece como forma, y nos olvidamos de la fuente de donde está surgiendo y de la substancia de la que está hecha, que es la misma que la de la fuente. Somos también cuerpo y mente, pero no como realidad absoluta, sino como realidad relativa que aparece en el espacio-tiempo y allí volverá a diluirse. El ignorar que somos la vida de donde surgen todas las formas y las sustenta, se convierte en miedo, al confundir la vida con las formas. 
Si investigo más allá de las formas, descubriré los orígenes de donde surge todo, lo que somos en última instancia, lo que no cambia. Ese darse cuenta es avanzar hacia esa verdad que nos vive, la atención en sí misma; la atención es presente, instante, sin pasado que es memoria de experiencias vividas, ni proyección de futuro que viene del pasado: es el aquí y el ahora, donde se diluyen todos los problemas que surgen de vivirse como objeto, como alguien independiente hacedor y responsable de sus actos, absorbido por el bien y por el mal, viviendo la culpa de ser menos; impidiendo vivir la verdad.

De la identificación con la forma, surge el miedo a perderla y también los apegos a todo lo que da placer, ya sean personas, situaciones, dinero, sexo, comida, posición social, etc. Si me sitúo más allá de las cosas, viviré su verdad. No es lo mismo las cosas como verdad, que la verdad de las cosas. 
Las cosas como verdad, es el error de donde surgen los deseos, el dolor, el miedo; no hay amenaza al yo real, que es de donde surgen las cosas, su vibración es la acción, el amor, la inteligencia, que las personas nos atribuimos como propias, sintiéndonos orgullosos de ello en ocasiones, y avergonzándonos en otras. Como si fuéramos algo aparte del resto del universo; cuando todo lo que sucede, es el funcionamiento de la totalidad impersonal.
 Como existencia, no somos aparte del mundo, somos el manifestador y lo manifestado, el vividor y lo vivido, el que ve y lo visto, el que ama y lo amado. En esta vivencia de unidad con todo y realidad del ser, el miedo no tiene lugar.




viernes, 25 de junio de 2021

Despertar y trabajo interior


Despertar quiere decir dejar de vivir en el mundo mental y vivir en la Realidad, en el momento Presente, en lo que está sucediendo aquí y ahora. Despierto quedan todos los juicios en suspenso, el entorno no nos presiona, ni nos invade y nos damos cuenta de que somos la vida en expresión.

Cuando empezamos a despertar, esa experiencia es breve y no se puede mantener, pero nos habrá marcado por su autenticidad y por ser una experiencia real y vívida del lugar hacia el que nos dirigimos. Hay que hacer todo un proceso para estabilizar dicha experiencia.

1- Darse cuenta que uno está dormido y despertar aunque sea por unos momentos, para luego trabajar en esa dirección.

2- Descubrir el error, el personaje, el ego, los mecanismos aprendidos mediante los que funcionamos, para trascenderlos.

3- Reequilibrar y expresar el yo-experiencia, para dejar de vivir en el yo mental o personaje y vivir la Realidad.

4- Paralelamente al trabajo anterior, realizar la limpieza del inconsciente.



¿Para qué hacer limpieza en el inconsciente?

Para ser capaces de vivir el momento presente, sin arrastrar temas del pasado, estar lo suficientemente libres para vivir el aquí y el ahora, sin lastres que influyan en nuestra conducta.

Lo mismo nos esclaviza un pasado doloroso que uno glorioso, por lo que es fundamental limpiar el inconsciente paralelamente a fortalecer el yo experiencia (dejar de vivir en el yo mental o personaje para vivir la realidad, el yo experiencia. Lo que hemos desarrollado menos es lo que nos hace sufrir, así que es eso lo que hay que trabajar más, pero siempre en los tres ejes (energético, afectivo e inteligencia). Cuando los tres centros estén desarrollados adecuadamente, no necesitaremos manipular el afuera para cubrir nuestras carencias, sino que, veremos la oportunidad en cada momento de expresar lo que somos, las capacidades que tenemos.

Equilibrar el yo experiencia (ego sano) es madurar como personas adultas. El objetivo del yo experiencia es conseguir que en cada situación, los pensamientos, emociones y acciones sean lo más adecuado en aquel momento. Cada momento es único, por lo que debemos estar bien despiertos para actuar dando la respuesta más adecuada a ese momento, actuar y expresarnos libremente en cada situación, mas allá de lo mecánico.

“Yo solamente puedo hacer aquello a lo que me siento llamado a hacer, cualquier otra cosa, sería una traición contra mi propia persona.” Solo cuando nos experimentamos tal y como somos, obtenemos la propia felicidad y plenitud, por lo que el autoconocimiento nos hace “libre” internamente.

El inconsciente es nuestro aliado, ya que es parte de nosotros mismos y busca nuestro bien, pero ese bien no es el mismo a los 4 o 5 años que a los 40 y, aunque los años han pasado, el inconsciente es atemporal y sigue con las mismas normas, que ya no nos son útiles, por lo que habrá que cambiarle las normas y explicarle claramente y él nos prestará su apoyo.

Por otro lado, el inconsciente es como una caja o un baúl donde guardamos todo lo que no queríamos ver, nos asustaba o queríamos ignorar, por lo cual, dentro de él, hay cosas que considerábamos “terribles” de nuestra infancia y de nuestra adolescencia, que cuando las miramos ahora, parecen tonterías.

Además nuestro inconsciente no nos mostrará nada que no podamos sortear sin problemas, por lo que no debemos temer, el inconsciente está deseoso de liberarse de todo ese peso inútil.


La limpieza ha de ser en los tres niveles:

- Limpieza del inconsciente energético para recuperar nuestra fuerza, energía, espontaneidad, sexualidad.

- Limpieza del inconsciente emocional para estar más cerca interiormente de las personas y amarlas.

- Limpieza del inconsciente intelectual, para soltar las creencias impuestas, la rigidez mental.


Todo lo que hemos acumulado, nos pesa y nos impide despegar. Al limpiar esa carga retenida, la energía del inconsciente se une a la de la parte consciente y nos vivimos con más energía, logrando una adultez equilibrada, una normalización del ser humano, para poder trascenderla hacia los niveles superiores, y dejar que se trasluzca la Realidad que somos.

Apuntes tomados de A. Blay



domingo, 2 de mayo de 2021

Entrenar la mente desde el Mindfulness


La mente es como un músculo, su tendencia es a la dispersión, como un mono que salta de rama en rama. Según algunos investigadores, la divagación de la mente ocupa un 47% del tiempo que pasamos despiertos (Killingsworth y Gilbert), otros calculan que la mente produce entre doce mil y setenta mil pensamientos al dia. Los estudios actuales, sugieren que la divagación mental es el modo de funcionamiento por defecto de nuestro cerebro (Hasenkamp). De modo que no se trata de tu mente, sino que es la naturaleza de la mente.


Acepta la divagación mental como parte del proceso de la meditación, del entrenamiento, en vez de combatirla como algo pernicioso que deba quedar fuera de la habitación cuando meditas.

Trabajar con la respiración es el método más universal para la regulación de las emociones.

La atención es como un músculo, que se puede entrenar.

Nos enorgullecemos a veces por la cantidad de tareas que hacemos al mismo tiempo…, sin embargo, recientemente, estudios científicos sugieren lo que los maestros de meditación saben hace miles de años y es que la multitarea es un mito, solo podemos prestar atención de verdad a una cosa a la vez (Wang y Tcherbew, 2012).

Prestar atención debería ser como respirar: algo natural, no forzado y que no requiere ningún esfuerzo. Pero dirigir la atención a donde queremos que vaya, y mantenerla ahí el tiempo que deseemos, no es tan fácil, y es que no nos han enseñado a prestar atención, ni siquiera nos lo han explicado.

El psicólogo y filósofo William James, define la atención así: la toma de posesión por parte de la mente, de forma clara y vivida, de uno de los varios objetos o líneas de pensamiento que parecen posibles simultáneamente. La focalización, la concentración y la conciencia forman parte de su esencia. Implica prescindir de unas cosas para ocuparse efectivamente de otras, y es una condición cuyo verdadero opuesto es el estado de confusión, aturdimiento y dispersión.

Dice James sobre la importancia de la atención en nuestra vida: la facultad de traer voluntariamente de vuelta la atención dispersa, una y otra vez, es la propia raíz del juicio, el carácter y la voluntad. Nadie es dueño de sí mismo si no la posee. La educación que mejorara esa facultad seria la educación por excelencia. Pero es más fácil definir ese ideal que dar orientaciones precisas para alcanzarlo.

Aquí es donde la práctica de la meditación, atención plena, aporta este entrenamiento.

La mejor forma de comenzar es centrando la atención en las sensaciones que la respiración produce en nuestro cuerpo. En el budismo, esta práctica es la primera de sus “cuatro fundamentos”, los otros tres son la atención plena de las sensaciones, de la mente y de los dharmas (factores mentales)


Hay varias razones para comenzar con la atención a la respiración:

1- Porque las sensaciones de la respiración son relativamente más tangibles y concretas que el resto de las sensaciones, los pensamientos y las emociones, lo cual facilita que se pueda utilizar como ancla para traer de vuelta la atención una y otra vez, además, al traer la atención a la respiración, la desviamos de la cabeza, permitiendo así el acceso a una perspectiva más física y experiencial.

2- La respiración está presente mientras estamos vivos, suele ser algo bastante neutro y que no provoca fuertes sentimientos de placer o de rechazo, lo cual hace más fácil estabilizar la mente.

Aunque sean más o menos sutiles, siempre hay sensaciones asociadas a la expansión de la inhalación y a la contracción de la exhalación.

3- La mayoría de las veces, respirar no requiere ningún esfuerzo.

4- La respiración tiende un sutil puente de integración y equilibrio entre diversos pares de opuestos: la actividad mental y los estados corporales, las funciones voluntarias e involuntarias del cuerpo y las ramas simpática (luchar o huir) y parasimpática (descansar y digerir) del sistema nervioso autónomo.

5- La respiración es la estrategia más simple, rápida y a menudo accesible para regular la emoción. Es obvio que la respiración se acelera y se hace más superficial ante emociones fuertes, como el miedo o la ira, y no hay duda de que dos o tres respiraciones profundas pueden ser útiles para navegar por un sentimiento intenso.

Sabemos lo que hay que hacer y sabemos que funciona, el problema radica en que es difícil acordarse de hacerlo, porque la mente y el cuerpo están preparados para perpetuar la emoción.

También puede ser que la simplicidad de la estrategia nos confunda y la rechacemos por ser demasiado obvia, o por no parecer lo suficientemente potente para afrontar el estado en que nos encontramos.

En cualquier estado, el Mindfulness de la respiración nos ayuda a ejercitar la atención y además, fortalece las vías neuronales que nos recordaran enfocarnos en la respiración, facilitando así el acceso a esta estrategia cuando nos sintamos descontrolados o atosigados.

La atención se entrena llevando la conciencia a la respiración cada vez que te des cuenta que la mente se ha puesto a divagar.

Cada vez que la mente se dispersa, se abre una nueva oportunidad de entrenar la atención.



Atención plena de la respiración. (ejercicio)

Siéntate cómodo, sin hacer esfuerzo para mantenerte en esa postura durante todo el ejercicio. Mantén la espalda recta con los hombros relajados y el mentón leve inclinado hacia pecho.

Inhala profundo varias veces para relajarte y soltar cualquier tensión. Cierra suavemente los ojos o déjalos entreabiertos, como estés más cómodo.

Imagínate a ti mismo sentado. Observa tu postura como si te estuvieras viendo desde fuera. Deja a tu cuerpo y a tu mente tal como están.

Ahora presta atención a la respiración. Presta atención dónde la notes con más fuerza. Algunos la notan en la nariz, otros la perciben en el pecho que sube y baja, otras personas la sienten más en el abdomen, al expandirse el vientre con la inhalación y al retraerse con la exhalación.

Recorre mentalmente tu cuerpo y descubre dónde te es más fácil notar la respiración.

Ahora descubre cuándo notas la respiración con más fuerza – al exhalar, o al inhalar_. Si ambas son más o menos iguales, elige una de las dos.

Presta atención a la sensación de cada exhalación (suponiendo que has elegido la exhalación).

Siente el aire al salir por las fosas nasales cada vez que lo espiras. Al inhalar, simplemente descansa la atención y deja a la inhalación en paz mientras esperas. Luego vuelve a sentir la siguiente exhalación.

Deja que tu cuerpo respire – lo hace automáticamente_. Presta atención sólo a la sensación del aire en la nariz, cada vez que exhalas, una y otra vez.

Tu mente se distraerá de la respiración muchas veces por minuto.

No te preocupes por cuántas veces tu mente se distrae. Vuelve suavemente a la sensación en la nariz al exhalar, cada vez que notes que la atención se ha ido.

Luego de 15 min., continúa respirando sintiendo la tranquilidad lograda.


Notar la respiración, percibir como la mente se dispersa y traerla de nuevo con amabilidad, son componentes importantes para el entrenamiento de la atención.

Con la práctica de la atención plena y la conciencia de nuestras sensaciones corporales, recuperamos activamente el cuerpo como una dimensión preciosa de la vida (incluso durante una enfermedad grave), poco a poco sintonizándonos con nuestra experiencia y alejándonos de la objetivación y manipulación de nosotros mismos.

La atención es la capacidad de centrar la mente a voluntad en un determinado objeto. Se trata de una destreza fundamental necesaria para cualquier tipo de aprendizaje efectivo. La capacidad de prestar atención es esencial para el equilibrio emocional, porque da libertad de enfocar la mente de manera constructiva, en vez de estar constantemente distraído por estímulos aleatorios internos o externos.

M.Cullen/G.Brito

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jueves, 18 de febrero de 2021

Ejercicio de discernimiento ante la emoción


Cuando surge una emoción, podemos utilizar la herramienta del discernimiento, de esta manera: procura mantenerte alerta para diferenciar la emoción en sí misma, (con su sensación-sentida inervándose en el cuerpo), y los argumentos mentales que la acompañan.

Si puedes discernir estos dos factores internos, observarás distintas variables:

-  Muchas veces la emoción no es muy intensa, pero cuando la mente comienza a dar sus razones, la emoción comienza a magnificarse, como si le echáramos combustible al fuego. Cada persona, tiene sus argumentos neuróticos típicos, según su historia y su estructura de base. Y desde esos argumentos, se dice cosas internamente que exacerban la emoción inicial.

La mayoría de las veces estos argumentos tienen que ver con generalizaciones: "A mí nunca...", o "Yo siempre...", o bien "Todo el mundo...".

Si puedes observar este mecanismo, le devolverás a la emoción su dimensión real, objetiva, sin generar una "realidad paralela" en base a los propios "rollos" personales. Pero no es tan fácil darse cuenta mientras se está identificado con la emoción.

-  Otro mecanismo es el inverso: la emoción que se siente es intensa, pero la mente argumenta distintos artilugios para que creamos que "no es para tanto", los minimiza.

-  Una cosa es la emoción y otra los argumentos que te da la mente: justificaciones, racionalizaciones, deformaciones de lo que realmente sientes. 
 Ej. sientes envidia ante alguien querido que está en una situación que desearías para ti, pero internamente al no poder aceptar sentir eso hacia alguien que amas, lo disfrazas ante tí mismo, diciéndote algo como: "No es que tenga envidia: tengo miedo de que fracase y que se haga mal"... etc.

Se trata de mirar lo que es: no eres peor persona por sentir lo que sientes, la medida de nuestra ética está dada por lo que hacemos con lo que sentimos. Lo que sentimos no podemos evitarlo, si podemos hacer algo con lo que sentimos.

Lo esencial, entonces, es discernir la emoción como energía vital, respecto de los pensamientos que se construyen en torno a ella. Y como esos argumentos, están insuflados de esa emoción no resuelta, sería conveniente no creer en ellos, simplemente observarlos.

Cuando estemos sin la química de las emociones, podremos evaluar si esos pensamientos tienen fundamento sustentable o no.


viernes, 29 de enero de 2021

Aceptar los sentimientos


Aceptar la alegría parece natural, pero tal vez no está claro por qué hemos de aceptar la ira y el miedo. Los sentimientos negativos como éstos son precisamente lo que deseamos evitar. 

Por lo general consideramos que los sentimientos negativos impiden o interfieren la felicidad. Todos tenemos alguna idea sobre cómo nos gustaría ser: sin determinados defectos, limitaciones y “problemas” emocionales. Combatimos estas condiciones, confiando en ser más felices si por lo menos nos deshacemos de nuestros aspectos negativos, si por lo menos nos volvemos mejores.

Luchamos contra la infelicidad misma. Sin embargo, la psicología actual enseña que existe un lugar para la aceptación de los sentimientos y condiciones negativos.

En realidad, al no aceptar perpetuamos la negatividad en lugar de liberarla. El concepto de aceptación no es fácil de aprehender, porque estamos adiestrados para resistir a lo que no nos gusta y combatirlo.

De hecho, comprender la aceptación es algo sutil, y las cuestiones fundamentales siguen siendo: ¿Cómo? ¿Cómo acepto mi cólera? ¿Qué significa aceptar mi miedo? ¿Cómo resuelvo mi problema si lo acepto? 

Si los sentimientos son dolorosos y se vuelven problemas, se debe únicamente a que no son aceptados, o integrados. Creamos dolor al resistirnos y al no aceptar. 

Para ir más allá del dolor y disfrutar de la totalidad, debemos aprender a integrar esas partes de la vida que encontramos dolorosas y preferiríamos evitar. Una vez integradas ya no son dolorosas. Por el contrario, agregan nuevas dimensiones a nuestra existencia. 
Estas nuevas dimensiones son imprevisibles. La vida se vuelve más rica, dando lugar a una conciencia auténtica, y no fingida, de prosperidad material y espiritual. Se permite que se manifieste la creatividad. La felicidad se hace incondicional. Nos convertimos en artistas de la vida y nos damos cuenta de que estábamos resistiéndonos a algo que en realidad se hallaba dentro de nosotros y no en el mundo exterior.

Aceptación significa abrirse a los sentimientos.

La aceptación no significa la automática aprobación de cualquier hecho, sea un sentimiento interior, la interacción con otra persona o algo que ocurre en el mundo exterior. Aceptación significa más bien que nos abrimos a la experiencia del acontecimiento.

Podemos retener nuestra discriminación intelectual y la preferencia por que algo sea distinto de cómo se está ahora manifestando; sin embargo, no permitimos que nuestra preferencia interfiera la experiencia. Esto es posible porque la experiencia tiene lugar en el nivel de los sentimientos, no en el del intelecto.

Al abrirnos a la total experiencia de algo, en el nivel sensitivo, lo aceptamos. La capacidad de sentir tiene suma importancia. Los sentimientos son nuestra conexión con la vida; sin ellos estamos caducos, huecos y aislados de la verdadera realización.

Los autobloqueos se producen en el nivel sensitivo, no en el nivel mental ni en el intelectual. Del nivel sensitivo es del que menos somos conscientes.

Las personas que han alcanzado la autoaceptación, desarrollan la capacidad para sentir en profundidad, sin resistencias, cualquier cosa que ocurra en su vida interior. Sin embargo, la mayoría  no hacen lo mismo, sino que bloquean los sentimientos para que no se hagan conscientes, lo que da como resultado confusión y desequilibrio emocionales.


Te acompaño en el proceso


Consultas Presenciales / Consultas por Skype


Juana Ma. Martínez Camacho
 
 Terapeuta Transpersonal
 Acompañante en Bioneuroemoción
 Facilitadora Internacional CMR (Liberación de la Memoria Celular)
 Anathéoresis (Psicoterapia Regresiva Perceptiva)
Formación Internacional en Psiconeuroinmunoendocrinología (IPPNIM)



www.centroelim.org       Telf. 653-936-074


jueves, 21 de enero de 2021

Comunicación Empática y Asertiva


Muchas veces, nuestra manera de expresarnos, ofende o hiere a los demás, o a nosotros mismos (a veces de manera inconsciente).

Generalmente buscamos las respuestas afuera, siendo que están en nuestro interior. Por condicionamiento solemos buscar la resolución del conflicto esperando que cambie el afuera, el otro, así, generamos maneras de relacionarnos violentas en pos de cubrir nuestras necesidades, y no nos damos cuenta de ello, por carecer de educación emocional; muchas personas ni siquiera se plantean que debajo de cada comportamiento, existen necesidades. 

Somos grandes desconocidos para nosotros mismos, y desde ahí nos relacionamos, intentando cubrir necesidades que arrastramos desde muy pequeños, en su mayoría inconscientes de ello.

Desde niños nos fuimos desconectando de lo que sentimos y necesitamos, y tampoco sabemos cómo pedir al otro de manera en que ambos salgamos ganando. Todo esto se traduce en relaciones con cierto tipo de violencia, donde juzgamos, diagnosticamos, culpamos, ordenamos, imponemos, negamos nuestra responsabilidad, etc., en mayor o menor grado.

Sin embargo, cuando renunciamos a la violencia, aprendiendo a gestionar nuestro mundo emocional y a cubrir sanamente nuestras necesidades, surge la compasión que brota del ser humano de manera natural.

Podemos aprender a elegir nuestras palabras, respondiendo de manera saludable, cuando somos conscientes de lo que percibimos, sentimos y deseamos. Podemos expresarnos con sinceridad y claridad, al mismo tiempo que prestamos una atención respetuosa y empática a los demás.

El incorporar esta manera de funcionar, requiere autoconocimiento, práctica, determinación y paciencia.

En cualquier interacción, podemos aprender a tener en cuenta tanto nuestras necesidades más profundas, como las de los demás.

Podemos ir reemplazando nuestras antiguas pautas de defensa, resistencia, de huida y de ataque ante los juicios y las críticas de otras personas, y empezar a percibir a los demás y a nosotros mismos, así como a nuestras intenciones y relaciones, bajo una nueva luz.

Cuando nos centramos en clarificar lo que observamos, sentimos y necesitamos, en lugar de dedicarnos a diagnosticar y a juzgar, descubrimos cuán profunda es nuestra compasión hacia nosotros y hacia los demás, favoreciendo el respeto y la empatía.


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miércoles, 20 de enero de 2021

La expresión de la ira

 

Para trabajar en la profundidad de la ira debemos desvincular al otro de la responsabilidad por lo que sentimos, es muy superficial matar, pegar, gritar; conviene diferenciar entre el estimulo y la causa. Liberarnos de ideas como “el hizo que me ponga furiosa”…ya que nos quedamos en el juicio y en culpar al otro de lo que sentimos nosotros, la conducta de la otra persona es un estimulo para que nos sintamos con ira, pero la causa no esta allí, la raíz es otra. 

Muchas veces se utiliza este mecanismo de culpabilidad para manipular al otro “haces que me irrite”, nos convencemos que nos sentimos así, por lo que nos “hizo el otro”, no somos conscientes que la ira proviene de nuestra manera de pensar. 

En vez de ver que hace el otro, conviene conectarnos con nuestro interior y ver qué sentimientos y necesidades insatisfechas hay ahí, que en realidad son la causa de nuestro enojo… 

Ejemplo, si alguien llega tarde a una cita y tengo la necesidad de ver como le importo a la otra persona, me sentiré furiosa o enfadada por su tardanza, si al contrario, mi necesidad es de espacio y tranquilidad por una rato, esa tardanza hasta me viene muy bien y no me afecta…. 

Por lo tanto, es conveniente conectar con mis necesidades en cada momento, en vez de juzgar y culpabilizar al otro… 

Al conectar con nuestras necesidades, conectamos con nuestra energía vital, si bien nuestros sentimientos pueden ser intensaos, no llegamos a sentirnos enojados. 

Al aprender a estar presentes a nuestros sentimientos y necesidades, también podemos aprender a estarlo a las necesidades de los demás, así no sentimos el enfado y tampoco reprimiremos la ira… 

La ira encierra algo que nos es útil para la vida, descubrir nuestras verdaderas necesidades, al escucharlas, colaboramos con la vida y generamos menos violencia, nos hacemos responsables de nosotros mismos. Pasamos de “estoy enfadado porque me hizo….” A “estoy enfadado porque necesito…” 

Cuando tomamos conciencia de nuestras necesidades, nuestra furia da lugar a sentimientos útiles para la vida. 

La violencia surge al creernos que son los otros los que nos producen dolor y por lo tanto, merecen ser castigados. 

Todo juicio sobre otra persona, reduce la posibilidad de ver satisfecha nuestras necesidades. 

Los juicios hacia las otras personas, tienden a actuar como profecías que se autorrealizan. 

Si nos centramos en los errores de las otras personas, en jugarlos como mentirosos, irrespetuosos, etc. tenemos pocas posibilidades que podamos satisfacer nuestras necesidades. Si, por vergüenza o culpa, pueden modificar su comportamiento y así satisfacer nuestros deseos, pero no así nuestras necesidades; cuanto más la acusamos, mas a la defensiva la otra persona estará. 


Podemos utilizar 4 pasos para expresar saludablemente la ira: 

- Detenerse, respirar profundamente 

- Identificar los pensamientos que contienen juicios 

- Conectarse con las propias necesidades 

- Expresar nuestros sentimientos y necesidades no satisfechas. 

Cuanto más escuchemos a los demás, mas nos escucharan a nosotros: empatía. 

Cuanto más empáticos, más nos damos cuenta que tenemos necesidades comunes los seres humanos. 

Nuestra necesidad radica en que el otro escuche verdaderamente nuestro dolor. 

Las personas no escuchan nuestro dolor cuando se sienten en falta, cuando se sienten juzgadas… 

Se trata de tomarnos el tiempo necesario para este cambio de conductas, salir del condicionamiento de culpabilizar al afuera y aprender a conectar con nosotros mismos, con esas necesidades que están insatisfechas.




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