Es muy frecuente que las relaciones de pareja sigan el mismo
patrón, algo así como repetir ciertos rasgos,
atrayendo experiencias similares una y otra vez.
Tal vez podríamos acercarnos al término que
Jung acuñó como "sombra" para señalar aquellas partes de nosotros de
las que no tenemos percepción, bien porque están latentes o bien porque han
sido repudiadas.
Debido a que somos inconscientes de ellas, nuestro ego no las
controla. Si alguna vez salen a la superficie pueden resultar perturbadoras. Entonces
nos enamoramos de alguna proyección de
una parte repudiada de uno mismo. De manera que, enamorarse y experimentar el amor loco, en esencia, es
proyectar en alguien del sexo opuesto el propio Hombre interior o Mujer
interior.
Enamorarse a primera vista es
"reconocer" o creerlo así en otra persona un modelo de masculinidad o
feminidad ideal que uno lleva en su interior. En este sentido, las relaciones
son espejos de nuestro yo. En ellos vemos, a veces dolorosamente, reflejos de
partes de nosotros que hasta ese momento quizá no percibiríamos.
De esta manera, las relaciones afectivas nos
ayudan a crecer, pues nos convertimos más en aquello que amamos. De hecho
tendemos a enamorarnos de cualidades que percibimos en la otra persona,
precisamente porque esas cualidades son energías dormidas en nosotros que
"resuenan" o son proyectadas en la pareja.
Por ejemplo, los tipos intelectuales aprenden
a darle cabida al sentimiento y la vulnerabilidad después de ser repetidamente
desafiados por una pareja del tipo sensible... ó bien, los pragmáticos
extravertidos llegan a respetar la intuición cuando las "corazonadas"
de su pareja llegan a resultar correctas.
En general, puede decirse que la energía
opuesta, es decir la energía de la persona amada, no se "desprende",
sino que es introyectada y hecha propia.
En esta cultura suele ser muy frecuente que el
hombre sea quien se quede anclado con la energía "pensante" dejando
que la mujer ejerza la sensible... De manera similar cuanto más inflexiblemente
terrenal y práctico sea uno de los dos, es probable que el otro se vuelva mas
soñador.
Para sanar nuestra sombra uno no ha de "convertirse" en estas
energías repudiadas, ya que quedan satisfechas con el mero reconocimiento de su
existencia y respeto de su poder.
Lo que sucede con
estas energías repudiadas es que como la energía no se puede destruir, ha de ir
a alguna parte, por lo que se ve empujada hacia el inconsciente, en donde se
torna negativa y destructiva. Esta energía se vuelve como un proscrito que nada
tiene que perder, tornándose depresiva o rebelde y, en términos míticos
demoníaca.
Esa parte de nosotros
repudiadas, es como una subpersonalidad
repudiada que nos acosa hasta que es reconocida como una parte de nosotros que
tiene su propia canción para cantar, su propia contribución que añadir a la
plenitud de nuestro ser. Nos puede volver tensos, neuróticos, enfermos. La
represión nos gasta gran cantidad de nuestra energía y nos consume y vacía.
Existen líneas de 3
pensamiento que afirman la existencia de una correlación entre el cáncer y la
represión asidua de las emociones, como si se tratase de la descontrolada
manifestación física de la energía que está más allá de nuestro control.
Un energía repudiada
en nuestro inconsciente nos puede poner tan malos o por lo menos hacer que
estemos tan incómodos como una comida no digerida. También actúa como un imán
dentro de nosotros atrayendo experiencias molestas.
Ejemplo, una mujer
que ha reconocido su propio poder, no atraerá las mismas atenciones indeseadas
como lo haría su hermana no liberada, cuyos inconscientes mensajes de
"hembra desvalida" atraerán a muchos predadores.
Por lo tanto, no debemos negar dichas partes, debemos
reclamar esas energías repudiadas, esas partes de nosotros y también honrarlas
en vez de repudiarlas, creando de ese modo, más "cabezas de turco".
En una relación de pareja, podríamos aprender
a reconocer las partes de uno mismo que han sido repudiadas reconociendo aquellas cualidades identificadas
por los miembros de la pareja como el elemento que les resultó más atractivo de
su compañero mutuo. Suelen ser las mismas que más tarde se convierten en motivo
de conflicto.
Ejemplo, el hombre
que se sintió atraído por la cordialidad empatía y sociabilidad de su esposa,
por ejemplo, la puede calificar más tarde como vulgar, entrometida y frívola.
La mujer que admiraba la formalidad prudencia y seguridad que le ofrecía su
marido puede censurarlo luego como insulso, aburrido y opresivo. Los rasgos más
fascinantes y maravillosos de la pareja terminan convirtiéndose en las cosas
más horribles y espantosas. La cualidad sigue siendo la misma, pero más pronto
o más tarde, termina adoptando un calificativo completamente opuesto.
Para averiguar este
supuesto, podríamos preguntarnos, ¿Qué fue lo primero que les atrajo al uno del
otro? ¿qué creen que les hizo especiales a los ojos de su compañero? Tengamos
en cuenta que la identificación proyectiva entre los amantes es la base de la
confusión.
La identificación proyectiva constituye un
mecanismo mental muy difundido, complejo y destructivo que consiste en
proyectar aquellos aspectos negativos y enajenados de la propia experiencia
interna sobre la pareja y, luego percibir esos sentimientos disociados como si
procedieran de ella.
Las proyecciones suelen ser intercambios, transacciones
pactadas por ambos miembros de la pareja de aquellos 4 aspectos reprimidos de
su propio yo. A partir de ese momento cada uno ve en la pareja lo que no puede
percibir en sí mismo y lucha incesantemente por cambiarlo. Los amantes jamás se
encontrarán porque moran eternamente uno en el otro.
A nivel sociedad y cultura global la mente y
el pensamiento racional han desterrado a la esfera de la oscuridad los impulsos
animales, las pasiones sexuales y la naturaleza efímera del cuerpo. Por si esto
fuera poco, el advenimiento de la era científica terminó concluyendo que el
cuerpo no es más que un recipiente de productos químicos. Cuerpo-espíritu.
Pecador-inocente. Animal-divino. Egoísta-altruista.
Las consecuencias de este paradigma: "el
cuerpo como sombra" son la culpabilidad, la vergüenza, la pérdida de la
espontaneidad, la lucha a muerte contra las enfermedades psicosomáticas que,
como consecuencia, traen un abuso de drogas y una adicción al sexo. El cuerpo
es la escuela, la lección y el trampolín que nos permite acceder a reinos
superiores.
¿Qué podemos hacer?
Integrar.
José María Doria
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