SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

domingo, 19 de enero de 2025

El Juego psicológico del triángulo (A. de Mello)


Hay un juego psicológico, el del triángulo, que se suele llamar el juego del "Sí, pero..." 
Es como una transac­ción entre dos o más personas. 
Tú, en ese juego, irremediablemente haces uno de esos tres papeles del triángulo:
 rescatador, perseguidor o víctima.

- El rescatador actúa bajo el influjo de la culpabilidad.
- El perseguidor actúa bajo el influjo de la agresividad.
- La víctima actúa bajo el influjo del resentimiento.

Si tú entras en el triángulo, irreme­diablemente cargarás con las conse­cuencias: te quemarás.
Supongamos que estoy cansado y necesito tiempo para mí. Y tú vie­nes a mí con cara de víctima recla­mando mi atención. Yo, que soy in­capaz de decir que no a nadie, te doy una cita para después de cenar.

Inmediatamente me voy sintiendo cada vez más resentido por tu in­tromisión, me pongo furioso por haberte dicho que sí.
Entonces vie­nes, y me contengo y te recibo bas­tante bien, pero cuando veo que no son más que banalidades lo que me dices, empiezo a impacientarme y el enojo se me sale por los poros. 
Así es que, te interrumpo para decir: "Pero ¡para esta tontería me vienes a molestar a estas ho­ras!" Y estalla el conflicto.

Con de­cirte que no podía atenderte a esa hora se hubiese evitado todo esto; pero al no saber decir que no, hice:
- de rescatador cuando dije que sí,
- de víctima cuando me dolí por dar un tiempo que no quería dar,
- de perseguidor porque te di un palo.

¿Qué hay de bueno en esto?

Pero aún no se termina allí, pues por la no­che me siento culpable y arrepentido; con lo que, por la mañana voy con mucha amabilidad a preguntarte qué tal estás. Y tú aprovechas mi buena dispo­sición para pedirme otra entrevista.

¿Ves el juego?

He querido hacer de res­catador y no sólo me he dejado utilizar, sino que, a consecuencia de ello, he pasado a ser víctima y perseguidor y,"además, tú sigues con la misma actitud, no aprendiste nada.
La responsabilidad es mía, por meterme en el juego y dejarme enre­dar en él, en vez de ser sincero y decir que no puedo.

Es como aquel prover­bio:

"Si dejas la puerta abierta, los que se meten son los fuertes y quedan fue­ra los débiles."

Dejar la puerta abierta para todos, sin discernimiento, es peligroso.
Alardeas de servicial y de bueno y no caes en la cuenta de que no saber decir que no, es una actitud de cobardía, del ego, y no es sincera, porque dices si cuando quieres decir no, pues te gusta parecer bue­no cuando por dentro estás enojado o en desacuerdo.

Todos, alguna vez, dijimos sí cuando deseábamos decir no, y lo ha­cemos por el sentido de culpabilidad metido en nuestra mente y por las bue­nas apariencias, por lo que puedan pensar de nosotros.

Sólo el día que no nos importe lo que piensen de nosotros las personas, comenzaremos a saber amar­las como son y darles la respuesta adecuada. Lo cierto es que nuestro ego es el que propicia esa necesidad de que nos necesiten para sentirnos importantes.

Vamos a poner unos ejemplos, que muestran cuatro casos de "rescatador":

1) Cuando me lanzo a darte ayuda, pero, en realidad, no lo veo claro o no veo la necesidad de que tenga que ha­cerlo yo y no otro; o cuando sin pedír­melo tú, yo me ofrezco.

2) Cuando me presto a ayudarte por­que me lo pides, pero yo no quiero ayu­darte.

3) Cuando intento ayudarte yo, sin antes insistir para que seas tú quien te ayudes.

4) Cuando tú necesitas algo de mí, pero no lo dices explícitamente, es­perando que yo lo adivine.

Sólo el día que no nos importe lo que piensen de nosotros las personas, comenzaremos a saber amarlas como son y darles la respuesta adecuada.




sábado, 18 de enero de 2025

Transformación consciente


"El gusano de seda se pasa la vida comiendo y engordando y no sabe para qué. Un día siente la necesidad de encerrarse en sí mismo y construye una celda con el producto de su esfuerzo, se aísla y no sabe para qué. Un día siente la necesidad de salir de su encierro y, al salir, cree que el mundo ha cambiado y no sabe por qué. Sin embargo, si tuviera un espejo delante sabría en ese momento todos los porqués."

Este cuento es una alegoría perfecta que refleja que la vida es un proceso de transformación en el que todos los acontecimientos fluyen de forma permanente y cómo cada cosa que nos sucede tiene un significado, un porqué, aunque no logremos en ese instante vislumbrarlo.

Algo que corrobora fehacientemente nuestro propio cuerpo en el que cada cierto tiempo se regeneran sus células hasta el punto de que cada siete años todo el organismo es prácticamente nuevo. Ni una sola célula sobrevive a ese plazo salvo las neuronas...; o, al menos, así se creía hasta ahora, porque también ese convencimiento, empieza a ponerse en entredicho. Como cambian con los años nuestro carácter, nuestras formas de pensar o nuestras actitudes.

Ahora bien, hay un aspecto que nos cuesta mucho más modificar: las creencias. Algo por lo general tan profundamente arraigado en nosotros que se produce casi siempre una fuerte resistencia cuando alguien o algo, las pone en cuestión. Resistencia que supone, precisamente, una de las mayores dificultades del ser humano para crecer interiormente.

Y es que no somos conscientes de la tremenda programación a la que hemos sido sometidos desde que nacimos, primero por nuestros padres y luego por los maestros en la escuela, el ambiente y la sociedad en la que hemos vivido. Al punto de que las respuestas que damos ahora, como seres adultos, están completamente condicionadas por todo ese bagaje de creencias impuestas.

Creencias tan arraigadas que condicionan por completo nuestra visión de las cosas, nuestros gustos, nuestras percepciones emocionales y psicológicas, y, en suma, nuestra personalidad. Sin embargo, es sólo confrontando nuestras creencias con otras, replanteándonos lo que siempre hemos creído, como podemos avanzar, como podemos percibir otras realidades, como podemos evolucionar y crecer como personas. Única forma de poder realizar una transformación consciente. 
Transformación que sólo requiere una herramienta, el libre albedrío, imprescindible en el camino evolutivo y que nos faculta para elegir -en todos los ámbitos-, al margen de condicionamientos o creencias.

Y ahí radica la mayor dificultad. Porque "creer" es asumir como ciertas las informaciones recibidas por distintas vías sobre un tema para, inmediatamente, convertirse en verdades.

Es decir, las creencias, en general, están exentas de lógica y suelen asentarse en el inconsciente colectivo hasta que son sustituidas por otras con mayor carga racional. En ese sentido, vienen a conformar una especie de plantillas o esquemas mentales a través de las cuales discurren nuestros pensamientos y vemos la realidad.
Por eso cuando cambiamos el esquema mental, es decir, cuando modificamos la "plantilla", cambia inmediatamente la realidad de la persona.